El capítulo anterior es de una naturaleza más o menos introductiva y, estrictamente hablando, no forma parte integral de la presentación sistemática de la doctrina del hombre en la dogmática.
Esto
explica por qué muchos tratados sobre teología sistemática no dedican un
capítulo separado para tratar el origen del hombre. No obstante, pareció conveniente
insertar uno aquí, puesto que proporciona un adecuado fondo para lo que sigue.
Bajo el presente enfoque consideraremos los elementos esenciales de la
naturaleza humana y la investigación sobre el origen del alma en los individuos
que constituyen la raza.
LOS ELEMENTOS
ESENCIALES DE LA NATURALEZA HUMANA
LOS CONCEPTOS DIFERENTES QUE OCURRIERON EN LA HISTORIA:
DICOTOMIA Y TRICOTOMÍA
Se acostumbra, especialmente en los círculos cristianos,
concebir al hombre como compuesto de dos, y solamente dos partes diferentes, es
decir, cuerpo y alma y a este concepto se le llama directamente dicotomía. Sin
embargo, juntamente con este uso hizo su aparición otro del que resultaba que
la naturaleza humana consiste de tres partes, cuerpo y alma, y además espíritu.
Se le designó con el término tricotomía.
La concepción tripartita del hombre se originó en la filosofía
griega que concibió la relación entre el cuerpo y el espíritu del hombre,
respectivamente, según la analogía de la relación mutua entre el universo
material y Dios. Se pensó que, precisamente así como estos últimos solamente pueden
relacionarse entre sí por medio de una tercera sustancia o por medio de un ser intermedio,
así también los primeros entrarían en relaciones vitales mutuas solamente por medio
de un tercer elemento inter-medio, es decir, el alma. El alma se consideraba
por una parte como inmaterial, y por la otra, adaptada al cuerpo.
En tanto que el alma se apropiaba el nous o pneuma se le
consideraba como inmortal, pero en tanto que se consideraba relacionada con el
cuerpo, se estimaba carnal y mortal. La forma más familiar y más cruda de la
tricotomía es la que toma al cuerpo como la parte material de la naturaleza
humana, al alma como el principio de la vida animal, y al espíritu como el
elemento racional e inmortal que hay en el hombre para relacionarse con Dios.
La concepción tricotómica del hombre encontró favorable
aceptación entre los Padres de la Iglesia griega o alejandrina de los primeros
siglos de la era cristiana. Se encuentra ese concepto, aunque no precisamente
en la misma forma, en Clemente de Alejandría, Orígenes y Gregorio de Niza. Pero
después de que Apolinar la empleó en forma que chocó con la perfecta humanidad
de Jesús se fue desacreditando gradualmente.
Algunos de los Padres griegos se apegaron a ella todavía, aunque
Atanasio y Teodoreto la repudiaron explícitamente. En la Iglesia Latina los teólogos
dirigentes favorecieron claramente la doble división de la naturaleza humana.
La psicología de Agustín fue la que, especialmente, dio prominencia a este
concepto. Durante la Edad Media se convirtió en asunto de creencia común.
La Reforma no trajo cambio en este respecto, aunque unas cuantas
lumbreras defendieron la teoría tricotómica. La Iglesia católico romana se
apegó al veredicto del escolasticismo; pero en los círculos protestantes se
escucharon otras voces. Durante el Siglo XIX revivió la tricotomía en una forma
u otra debido a ciertos teólogos alemanes e ingleses, como Roos, Olshausen,
Beck, Delitzsch, Auberlen, Oehler, White y Heard; pero no encontró gran
aceptación en el mundo teológico.
Los recientes abogados de esta teoría no concuerdan en cuanto a
la naturaleza de la psuché, ni en cuanto a la relación que el alma guarda con
los otros elementos de la naturaleza humana. Delitzsch, la concibe como un
efluvio del pneuma, en tanto que Beck, Oehler, y Heard, la consideran como el
punto de unión entre el cuerpo y el espíritu. Delitzsch no es completamente
consistente, y a veces parece titubear, y Beck y Oehler admiten que la representación
bíblica del hombre es fundamentalmente dicotómica. La defensa que hicieren de
la tricotomía bíblica difícilmente puede decirse que implica la existencia de
tres elementos distintos en el hombre.
Además de estos dos conceptos teológicos encontramos también,
especialmente en el último siglo y medio, los conceptos filosóficos de materialismo
absoluto y de idealismo absoluto, el primero que sacrifica el alma al cuerpo, y
el último que sacrifica el cuerpo al alma.
LAS ENSEÑANZAS DE
LA ESCRITURA CON REFERENCIA A LOS ELEMENTOS ESENCIALES QUE CONSTITUYEN LA
NATURALEZA HUMANA
La presentación dominante respecto a la naturaleza del hombre en
la Biblia es claramente dicotómica. Por una parte la Biblia nos enseña a
considerar la naturaleza del hombre como una unidad, y no como dualidad
consistente de dos elementos diferentes, cada uno de los cuales se movería
paralelamente al otro; pero sin unirse, verdaderamente, para formar un simple
organismo. La idea de un mero paralelismo entre los dos elementos de la
naturaleza humana que se encuentra en la filosofía griega y también en las
obras de algunos filósofos posteriores, es enteramente extraña a la Biblia.
En tanto que ella reconoce la naturaleza compleja del hombre
nunca representa dicha naturaleza como que tiene por resultado un doble sujeto
en el hombre. Cada acto del hombre se contempla como acto del hombre completo.
No es el alma sino el hombre el que peca; no es el cuerpo el que muere, sino muere
el hombre; y no es meramente el alma sino el hombre, que es cuerpo y alma, al
que Cristo redime.
Esta unidad ya encuentra expresión en el pasaje clásico del
Antiguo Testamento el primer pasaje que indica la naturaleza compleja del
hombre es decir, Gen 2:7: "Y Jehová Dios formó al hombre del polvo de la
tierra y sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente".
Todo este pasaje trata del hombre; "Dios formó al hombre y el hombre fue
un ser viviente". Esta obra de Dios no debe interpretarse como un proceso
mecánico como si hubiera formado primeramente un cuerpo de barro y luego le hubiera
puesto adentro el alma.
Cuando Dios formó el cuerpo, lo hizo de tal manera que mediante
el soplo del espíritu de Dios el hombre fuera un ser viviente Job 33:4; 32:8.
La palabra alma en este pasaje no tiene el sentido que generalmente le
atribuimos un significado que fue extraño al Antiguo Testamento sino que denota
un ser animado, y es la descripción del hombre como un todo. El misma término
hebreo nephesh chayyah (alma viviente o ser) también se aplica a los animales
en Gen 1: 21, 24, 30. De manera que este pasaje, en tanto que indica que hay
dos elementos en el hombre, insiste, sin embargo, en la unidad orgánica del
hombre y esto se reconoce a través de la Biblia.
Al mismo tiempo también contiene la Biblia evidencias de la
composición dual de la naturaleza humana. Sin embargo, debemos tener cuidado de
no esperar una distinción posterior en el Antiguo Testamento, entre el cuerpo
como el elemento material, y el alma como el elemento espiritual de la
naturaleza humana. Esta distinción entró en uso más tarde bajo la influencia de
la filosofía griega. La antítesis alma y cuerpo en el sentido del Nuevo
Testamento no se encuentra en el Antiguo. De hecho, el hebreo no tiene un
vocablo para el cuerpo como un organismo.
La distinción que hace el Antiguo Testamento de los dos elementos
de la naturaleza humana es de una clase diferente. Laidlaw dice en su obra sobre
The Bible Doctrine of Man. "La antítesis claramente se refiere a lo bajo y
alto, terrenal y celestial, animal y divino. No consiste tanto en dos elementos
sino en dos factores que se unen en un solo y armonioso resultado, 'el hombre
fue un ser viviente´.
Es perfectamente claro que ésta es la distinción que se hace en
Génesis 2: 7. Compárense también Job 27: 3; 32: 8; 33: 4; Ecl. 12: 7. Se usa en
el Antiguo Testamento en diversas palabras para denotar el bajo elemento o
partes de él en el hombre, tales como "carne", "polvo",
"huesos", "entrañas", "riñones", y también la
expresión metafísica "casa de barro", Job 4: 19. Y hay también varias
palabras para denotar el elemento superior, por ejemplo, "espíritu",
"alma", "corazón", y "mente".
Tan pronto como pasamos del Antiguo al Nuevo Testamento nos
encontramos con las expresiones antitéticas que nos son más familiares, por
ejemplo, "cuerpo y alma", "carne y espíritu". Las palabras
griegas correspondientes fueron forjadas, indudablemente, por el pensamiento
filosófico griego, pero pasaron por medio de la Septuaginta al Nuevo
Testamento, y por tanto, retuvieron su fuerza del Antiguo Testamento. Al mismo
tiempo la idea antitética de lo material y de lo inmaterial quedó conectada con
ellas.
Los tricotomistas procuran apoyarse en el hecho de que la
Biblia, como ellos la ven, reconoce dos partes constituyentes de la naturaleza
humana, además del elemento bajo o material, es decir el alma (en hebreo,
nephesh; en griego, psuché) y el espíritu (en hebreo (ruach; en griego,
pneuma). Pero el hecho de que estos términos se usan con mucha frecuencia en la
Escritura no da derecho a la conclusión de que designan las partes componentes
más bien que diferentes aspectos de la naturaleza humana.
Un estudio cuidadoso de la Escritura demuestra claramente que en
ella las palabras se usan indistintamente. Ambos términos denotan el elemento
más alto o espiritual del hombre; pero lo contemplan desde diferentes puntos de
vista. Sin embargo, de una vez debe señalarse, que la diferencia espiritual
entre los dos no concuerda con aquella que es muy común en filosofía, que el
alma es el elemento espiritual del hombre en tanto que se relaciona con el
mundo animal, mientras que el espíritu es ese mismo elemento en su relación con
el más alto mundo espiritual y Dios.
Los siguientes hechos militan en contra de esta distinción
filosófica; ruach-pneuma, lo mismo que nephesh-psuche, se usa respecto a la
creación bruta, Ecl. 3: 21; Apoc. 16: 3. La palabra psuché se usa aun con
referencia a Jehová, Isa. 42: 1; Jer. 9: 7; Amós 6: 8 (en el original hebreo);
Heb. 10: 38. Los muertos separados del cuerpo se llaman psuchai, Apoc. 6: 9;
20: 4. Los más elevados ejercicios de religión se atribuyen a la psuché, Marc.
12: 30; Luc. 1: 46; Heb. 6: 18, 19; Sant. 1: 21.
Perder el alma (psuché) es perder todo. Resulta perfectamente
evidente que la Biblia usa las dos palabras indistintamente. Nótese el
paralelismo en Luc. 1: 46: 47; "Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu
se regocija en Dios mi Salvador". La fórmula escritural para el hombre es
en algunos pasajes "cuerpo y alma", Mat. 6: 25; 10: 28; y en otros,
"cuerpo y espíritu", Ecl. 12: 7; I Cor. 5: 3, 5. Algunas veces se
describe a la muerte como la entrega del alma, Gen 35: 18; I Reyes 17: 21;
Hech. 15: 26; y luego otra vez, como la entrega del espíritu, Sal. 31: 5; Luc
23: 46; Hech. 7: 59. Además tanto "alma" como "espíritu" se
usan para designar el elemento inmaterial de los que murieron, I Ped. 3: 19;
Heb. 12: 23; Apoc. 6: 9; 20: 4.
La principal diferencia escritural es como sigue: La palabra
"espíritu" designa al elemento espiritual que hay en el hombre como
el principio de la vida y de la acción que controla al cuerpo; en tanto que la
palabra "alma" denomina al mismo elemento como sujeto que acciona en
el hombre, y por tanto con frecuencia se le usa como pronombre personal en el
Antiguo Testamento, Sal. 103: 1 y 2; 104: 1; 146: 1; Isa. 42: 1; compárese también
Luc. 12: 19. En diversos ejemplos el espíritu designa más específicamente la
vida interna como el asiento de los afectos. Todo esto está en perfecta armonía
con Gen 2: 7; "y Jehová Dios... sopló en su nariz aliento de vida; y fue
el hombre un ser viviente".
De manera que debe decirse que el hombre tiene espíritu; pero
que es alma. Por lo mismo la Biblia señala a dos, y solamente dos elementos
esenciales en la naturaleza del hombre. Es decir cuerpo y espíritu o alma. Esta
presentación escritural también está en armonía con la propia conciencia del
hombre. En tanto que el hombre es consciente del hecho de que está compuesto de
un elemento material y de un elemento espiritual, ninguno tiene conocimiento
cabal de poseer un alma distinta del espíritu.
Sin embargo, hay dos pasajes, que parecen contradecir la
acostumbrada representación dicotómica de la Escritura, es decir, I Tes. 5 : 23
; "y el mismo Dios de paz os santifique por completo y todo vuestro ser,
espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensiblemente para la venida de
nuestro Señor Jesucristo", y Heb. 4: 12, "porque la Palabra de Dios
es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos ; y penetra
hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne
los pensamientos y las intenciones del corazón".
1. Pero debe notarse que es una regla sana en exégesis que las
afirmaciones excepcionales se interpreten a la luz de la analogía Scriptura, la
presentación acostumbrada en la Escritura. En vista de este hecho algunos
defensores de la tricotomía admiten que estos pasajes no prueban necesariamente
su punto.
2. La mera mención de espíritu y alma, uno al lado de la otra no
prueba que, de acuerdo con la Escritura, sean dos distintas sustancias, como no
prueba Mat. 22: 37 que Jesús considera al corazón, el alma y la mente como tres
distintas sustancias.
3. En I Tes. 5: 23; el Apóstol desea simplemente acentuar su
afirmación, "y el mismo Dios de paz os santifique por completo", por
medio de una frase epexigética, en la cual resume los diferentes aspectos de la
existencia del hombre, y en la cual él se siente perfectamente libre para
mencionar alma y espíritu, uno al lado del otro, porque la Biblia no hace
diferencia entre los dos. No pudo haber pensado aquí como de dos sustancias
diferentes porque en otras partes habla del hombre como consistente de dos
partes, Rom. 8: 10; I Cor. 5: 5; 7: 34; II Cor. 7: 1; Ef. 2: 3; Col. 2: 5.
4. Heb. 4: 12 no debería tomarse como que significa que la Palabra
de Dios penetra en el hombre interno y hace separación entre su alma y su
espíritu porque eso implicaría naturalmente que el alma y el espíritu son dos
sustancias diferentes; sino simplemente como declaraciones de que la Palabra
produce una separación entre los pensamientos y las intenciones del corazón.
LA RELACIÓN QUE
GUARDAN ENTRE SI EL CUERPO Y EL ALMA
La relación exacta que guardan entre sí el cuerpo y el alma se
ha presentado en varias formas; pero permanece siendo en su mayor parte un
misterio. Las teorías más importantes relacionadas con este asunto, son las
siguientes:
1. La teoría monista. Hay teorías que se basan en la hipótesis de
que el cuerpo y el alma son de la misma sustancia primitiva. Según el
materialismo la sustancia primitiva es la materia, y el espíritu es un producto
de la materia: Y según el idealismo y el espiritualismo absolutos la sustancia
primitiva es el espíritu, y éste se hace objetivo para sí mismo en lo que se
llama la materia. la sustancia primitiva es la materia, y el espíritu es un
producto de la materia: es que cosas tan diferentes como cuerpo y alma no
pueden deducirse el uno de la otra.
2. La teoría dualista. Algunas teorías se basan en la hipótesis de
que hay una dualidad esencial de materia y espíritu y presentan sus relaciones
mutuas en varias formas:
A. El ocasionalismo. De acuerdo con esta teoría, sugerida por
Descartes, la materia y el espíritu trabajan separadamente de acuerdo con leyes
que les son peculiares, y éstas son tan diferentes que no hay posibilidad de
acción conjunta. Lo que nos parece ser tal acción únicamente puede explicarse
por el principio de que, en la ocasión en que una de ellas actúa, Dios por
medio de su agencia directa produce una acción correspondiente en la otra.
B. El paralelismo. Leibnitz
propuso la teoría de la armonía preestablecida. Esta también descansa sobre la
hipótesis de que no hay interacción directa entre lo material y lo espiritual,
pero no da por hecho que Dios produzca las que parecen acciones conjuntas
mediante una continua interferencia. En lugar de eso sostienen que Dios hizo el
cuerpo y el alma de tal manera que el uno correspondiera perfectamente con la
otra. Cuando tiene lugar en el cuerpo una moción, se produce un movimiento
correspondiente en el alma, de acuerdo con la ley de la armonía preestablecida.
C. Dualismo realista. Los hechos sencillos a los que siempre
tenemos que volver, y que están incorporados en la teoría del dualismo realista
son los siguientes: El cuerpo y el alma son sustancias distintas que
interaccionan aunque su modo de interacción escapa al escrutinio humano y
permanece siendo para nosotros un misterio.
La unión entre los dos puede llamarse una unión de vida: Los dos
relacionados orgánicamente, el alma actúa sobre el cuerpo y el cuerpo sobre el
alma. Algunas de las acciones del cuerpo dependen de la operación consciente
del alma, en tanto que otras no. Las operaciones del alma están relacionadas
con el cuerpo, su instrumento en la vida presente; pero del hecho de que el
alma después de la muerte continúa en una existencia y actividad consciente
parece ser que el alma también puede accionar sin el cuerpo.
Este concepto ciertamente está en armonía con las declaraciones
de la Biblia sobre este punto. Gran parte de la actual psicología se mueve
definidamente en dirección del materialismo. Su forma extrema se encuentra en
el behaviorismo que es la negación del alma, de la mente y hasta del
conocimiento. Todo lo que nos ha dejado como objeto de estudio es la conducta
humana.
EL ORIGEN DEL
ALMA EN EL INDIVIDUO
CONCEPTOS HISTÓRICOS ACERCA DEL ORIGEN DEL ALMA
La filosofía griega dedicó mucha atención al problema del alma y
logró hacer sentir su influencia en la teología cristiana. La naturaleza, el
origen y la contivada existencia del alma fueron temas de discusión. Platón
creyó en la preexistencia y transmigración del alma.
En la Iglesia primitiva la doctrina de la preexistencia del alma
se limitó prácticamente a la escuela alejandrina. Orígenes fue el principal
representante de este concepto y lo combinó con la noción de una caída pre-temporal.
Otros dos conceptos hicieron su aparición al mismo tiempo y demostraron ser
mucho más populares en los círculos cristianos. La teoría del creacionismo
sostiene que Dios crea un alma nueva cuando nace cada individuo. Fue la teoría
dominante en la Iglesia Oriental, y también encontró algunos abogados en
Occidente.
Jerónimo e Hilario de Pictavium fueron sus más prominentes
representantes. En la Iglesia de Occidente la teoría del traducianismo
gradualmente fue ganando influencia. De acuerdo con este concepto el alma,
tanto como el cuerpo del hombre, se origina por medio de la propagación. Esta y
la teoría realística se unen para afirmar que la naturaleza humana fue creada
totalmente por Dios y que constantemente aumenta en el número de sus individuos
conforme la raza humana se multiplica.
Tertuliano fue el primero en afirmar esta teoría del traducianismo
y bajo su influencia siguió ganando aceptación en la Iglesia Norafricana y en la
de Occidente. Parecía que se acomodaba mejor con la doctrina de la trasmisión
del pecado, doctrina ésta que estaba en boga en aquellas regiones. León el
Grande la denominó la enseñanza de la fe católica. En Oriente no encontró
aceptación favorable.
Agustín vaciló en elegir entre estas dos teorías. Algunos de los
primitivos escolásticos estuvieron un tanto indecisos; aunque consideraron que
la más probable de las dos era el creacionismo; pero con el correr del tiempo
adquirió consenso entre los estudiosos la opinión de que las almas individuales
fueron creadas. Pedro Lombardo dice: "La Iglesia enseña que las almas son creadas
al momento de su infusión en el cuerpo". Tomás de Aquino fue todavía más
lejos al decir: "Es una herejía afirmar que el alma intelectual se
transmite por vía de la generación".
Esto sigue siendo la teoría dominante en la Iglesia
católica-romana. A partir de la Reforma hubo diferencia de opinión entre los
protestantes. Lutero se expresó en favor del traducianismo y esto se hizo la
opinión que dominó en la Iglesia Luterana. Por otra parte, Calvino se decidió
en favor del creacionismo. Dice en su comentario sobre Gen 3: 16: "Ni tampoco
es necesario recurrir a esa invención antigua de ciertos escritores, de que las
almas se derivan por descendencia desde nuestros primeros padres".
Desde los días de la Reforma esto ha sido la teoría común en los
círculos reformados. Esto no quiere decir que no haya habido excepciones a la
regla. Jonatán Edwards y Hopkins en la teología de Nueva Inglaterra
favorecieron al traducionismo. Julio Mueller, para explicar el origen del
pecado, en su obra sobre The Christian Doctrine of forjó de nuevo un argumento
en favor de la preexistencia del alma junta con la de una caída pre-temporal.
PREEXISTENCIANISMO
Algunos teólogos especulativos entre los cuales los más
distinguidos son Orígenes, Scoto Erígena y Julio Mueller abogaron por la teoría
de que las almas de los hombres existieron en un estado anterior y que algunos
acontecimientos en aquel primer estado explican la condición en que actualmente
se encuentran estas almas. Orígenes considera que la existencia material
presente del hombre, con todas sus desigualdades e irregularidades físicas y
morales, es un castigo por los pecados cometidos en una existencia anterior.
Scoto Erígena también sostiene que el pecado hizo su entrada en el mundo de la
humanidad en el estado pre-temporal, y que por tanto el hombre comenzó su
carrera sobre la tierra siendo ya pecador.
Y Julio Mueller adopta esta teoría para reconciliar la doctrina
de la universalidad del pecado con la de la culpabilidad individual. Según él
cada persona debió haber pecado voluntariamente en aquella existencia anterior.
Esta teoría está expuesta a varias objeciones.
1. Está absolutamente desprovista de base escritural o filosófica,
y está, cuando menos, en algunas de sus formas, fundada sobre el dualismo de la
materia y del espíritu como se enseriaba en la filosofía pagana convirtiendo en
castigo para el alma su unión con el cuerpo.
2. Hace que el cuerpo verdaderamente sea algo accidental. El alma
se encontraba al principio sin el cuerpo, y luego posteriormente lo recibió. El
hombre estaba completo sin el cuerpo. Esto, en efecto, borra la distinción
entre el hombre y los ángeles.
3. Destruye la unidad de la raza humana porque acepta que las
almas individuales existieron mucho tiempo antes de que entraran en la vida
presente. No constituyen una raza.
4. No tiene apoyo en la conciencia del hombre. El hombre
absolutamente carece del sentido de una existencia previa; ni tampoco siente
que el cuerpo sea una prisión o lugar de castigo para el alma. De hecho, teme
la separación del cuerpo y del alma como algo que no es natural.
EL TRADUCIANISMO
Según el traducianismo las almas de los hombres se propagan
juntamente con los cuerpos mediante la generación, y por lo mismo los padres
las transmiten a sus hijos. En la Iglesia primitiva fueron traducianistas
Tertuliano, Rufino, Apolinar y Gregorio de Niza. A partir de los días de Lutero
el traducianismo ha sido el concepto dominante en la Iglesia Luterana.
Entre los reformados lo aceptaron H. B. Smith y Shedd. A. H.
Strong también lo prefiere.
1. Argumentos en favor del traducianismo. Varios argumentos se han
presentado en favor de esta teoría.
A. Se dice que favorece la presentación escritural
I. Que Dios solamente sopló una vez en las narices del hombre el aliento
de vida, y luego dejó al hombre la propagación de su especie, Gen 1: 28; 2: 7.
II. Que la creación del alma de Eva estuvo incluida en la de Adán, puesto
que se dice que ella "es del hombre" (I Cor. 11: 8), y nada se dice
acerca de la creación de su alma, Gen 2: 23.
III. Que Dios cesó el trabajo de la creación después de haber hecho
al hombre, Gen 2: 2.
IV. Que los descendientes, según se dice, estaban en los lomos de
sus padres, Gen 46: 26; Heb. 7: 9, 10, Compárense también los pasajes de Juan
3: 6; 1: 13; Rom. 1: 3; Hech. 17: 26.
B. Está apoyada por la analogía de la vida vegetal y animal en la
que está asegurado el crecimiento numérico no por un número continuo y
creciente de creaciones inmediatas, sino por medio de la natural derivación de
nuevos individuos procedentes de un tronco paternal. Pero compárese el Sal.
104: 30.
C. También procura apoyarse en la herencia de las peculiaridades
mentales y tendencias familiares que son a menudo tan notables como los rasgos
físicos, los que no pueden explicarse ni por la educación ni por el ejemplo, ya
que se hacen evidentes aun cuando los padres no hayan sobrevivido para educar a
sus hijos.
D. Por último, parece ofrecer la mejor base para la explicación de
la depravación moral y espiritual, que es asunto del alma más bien que del cuerpo.
Es muy común combinar con el traducianismo la teoría realística para explicar
el pecado original.
2. Objeciones al
traducianismo. Varias objeciones pueden presentarse apasionadamente en contra
de esta teoría.
A. El traducianismo es contrario a la doctrina filosófica de la
simplicidad del alma. El alma es una sustancia espiritual, pura, que no admite
división. La propagación del alma implicaría, al parecer, que el alma del niño
de alguna manera se separa del alma de sus padres. Todavía más, surge una
pregunta muy difícil, ¿De dónde viene el alma del niño, del alma paterna o de
la materna? ¿O viene de los dos? Y si viene de los dos, ¿No resulta un compuesto?
B. Para evitar estas dificultades el traducianismo tiene que
recurrir a una de estas tres teorías:
I. Que el alma del niño tiene una existencia previa, una clase de preexistencia.
II. Que el alma está potencialmente presente en la simiente del
hombre o de la mujer o de los dos, lo cual ya es un materialismo.
III. Que el alma se produce, es decir, se crea de algún modo, por
medio de los padres, los que de esta manera resultan, en un sentido creadores.
C. La teoría del traducianismo da por hecho que, después de la
creación original, Dios sólo obra mediatamente. Después de los seis días de la creación
su obra creativa cesó. La continuada creación de almas, dice Delitzsch, es
inconsistente con la relación de Dios para el mundo. Pero todavía puede
preguntarse, ¿Cómo queda entonces la doctrina de la regeneración la cual no se
efectúa por medio de causas secundarias?
D. El traducianismo generalmente se une a la teoría del realismo,
puesto que ésta es la única manera en que puede explicar el pecado original.
Haciendo esto convierte en una posición insostenible la afirmación de la unidad
numérica de la sustancia de todas las almas humanas; y también falla en darnos
una respuesta satisfactoria a la pregunta: ¿Por qué han de ser tenidos los
hombres por responsables únicamente del primer pecado de Adán, y no por sus
pecados posteriores, ni por los pecados de sus demás antepasados?
E. Finalmente, en la forma ya indicada conduce a insuperables
dificultades en la Cristología. Si en Adán la naturaleza humana como un todo
pecó, y aquel pecado fue por tanto el pecado actual de cada parte de aquella
naturaleza humana, entonces no puede escaparse a la conclusión de que la
naturaleza humana de Cristo también era pecaminosa y culpable puesto que había
ya pecado en Adán.
EL CREACIONISMO
Esta teoría tiene por objeto afirmar que cada alma individual ha
de ser considerada como una creación inmediata de Dios debiendo su origen a un
acto creativo directo, aunque el tiempo en que se ejecuta no puede precisarse
exactamente. Se supone que el alma al ser creada es pura, pero unida a un
cuerpo depravado. Esto no significa, necesariamente, que el alma sea creada
primero separada del cuerpo, y luego manchada al ser puesta en contacto con el
cuerpo, lo que sería tanto como aceptar que el pecado es una cosa física.
Significaría sencillamente que el alma aunque formada por un acto creativo de
Dios, no obstante, está preformada en la vida psíquica del feto, es decir, en
la vida de los padres y de esa manera adquiere su vida no sobre y fuera de,
sino bajo y en, aquella intrincada situación pecaminosa con la que la humanidad,
como un todo, está cargada.
1. Argumentos en favor del creacionismo. Las consideraciones más
importantes en favor de esta teoría son las siguientes:
A. Es más consistente con las presentaciones dominantes de la
Escritura que el traducianismo. El relato original de la creación señala a una
distinción marcada entre la creación del cuerpo y la del alma.
El cuerpo está tomado de la tierra en tanto que el alma viene
directamente de Dios. En toda la Biblia se conserva esta distinción, en donde
el alma y el cuerpo se presentan no solamente como sustancias diferentes, sino
también con diferentes orígenes. Ecl. 12: 7; Isa. 42: 5; Zac. 12: 1; Heb. 12:
9. Compárese Números 16: 22. Sobre el pasaje de Hebreos el mismo Delitzsch,
aunque era traducianista, dice: "Difícilmente puede encontrarse un texto
que dé prueba más clásica en favor del creacionismo".
B. Claramente es mucho más consistente con la naturaleza del alma
humana que el traducianismo. Lo material y lo espiritual, y por tanto, la
naturaleza indivisible del alma humana, admitida generalmente por todos los
cristianos, está perfectamente reconocida por el creacionismo. La teoría
traduciana, por otra parte, sostiene una derivación de esencia que, como se
admite en general, implica necesariamente separación y división de esencia.
C. Evita los tropiezos del traducianismo en la Cristología y hace
mayor justicia a la presentación Escritural de la persona de Cristo. Cristo fue
verdadero hombre, con una verdadera naturaleza humana, un cuerpo verdadero y un
alma racional; nació de una mujer, fue hecho semejante en todo a nosotros, y no
obstante, sin pecado. A diferencia de los otros hombres no participó en la
culpa y corrupción de la transgresión de Adán. Esto fue posible porque El no
participa de la misma esencia numérica de los que pecaron en Adán.
2. Objeciones al creacionismo. El creacionismo está expuesto a las
siguientes objeciones:
A. La más seria objeción ha sido formulada por Strong en las
siguientes palabras: "Esta teoría, si consiente en que el alma,
originalmente, está poseída por tendencias depravadas, hace a Dios el autor
directo del mal moral; si sostiene que el alma ha sido creada pura, hace a Dios
indirectamente, el autor del mal moral, puesto que enseña que Dios pone esta
alma pura en un cuerpo que inevitablemente la corromperá".
Indudablemente esta es una dificultad seria, y generalmente se
considera como el argumento decisivo en contra del creacionismo. Agustín ya
había llamado la atención al hecho de que el creacionismo debería procurar
evitar este tropiezo. Pero debe tomarse en cuenta que el creacionismo no considera,
como lo hace el traducianismo, que el pecado original sea completamente un
asunto de la herencia.
Los descendientes de Adán son pecadores, no como resultado de
haber sido puestos en contacto con un cuerpo pecador, sino en virtud del hecho
de que Dios les imputa la desobediencia original de Adán. A eso se debe que
Dios les retire la justicia original, y que la corrupción del pecado,
naturalmente, se desarrolle.
B. El creacionismo considera a los padres terrenales como los que
engendran únicamente el cuerpo de su hijo, lo que ciertamente no es la parte
más importante del niño, y por tanto, no explica las reapariciones de las tendencias
mentales y morales de los padres en los hijos. Todavía más, al tomar esta
posición le atribuye a la bestia poderes más nobles de propagación que al
hombre, porque la bestia se multiplica según su especie.
La última consideración no tiene gran importancia. Y hasta donde
tenga que ver con las semejanzas mentales y morales de los padres y los hijos
no necesariamente se necesita aceptar que éstas tan sólo puedan explicarse sobre
la base de la herencia. Nuestro conocimiento del alma todavía es demasiado
imperfecto para hablar con absoluta seguridad sobre este asunto.
Pero esta semejanza hallará su explicación en parte en el
ejemplo de los padres, en parte en la influencia del cuerpo sobre el alma, y en
parte en el hecho de que Dios no crea todas las almas iguales sino que crea en
cada caso particular un alma adaptada al cuerpo con el que se unirá, y adaptada
también a las relaciones complejas en las que tendrá que ser introducida.
C. El creacionismo no está en armonía con la relación actual de
Dios con el mundo y con su manera de trabajar en él, puesto que enseña una
actitud creativa directa de Dios, y de este modo ignora el hecho de que Dios actualmente
obra por medio de causas secundarias y que suspendió su trabajo creativo. Esta
no es una objeción muy seria para los que no tienen un concepto deísta del
mundo. Es una suposición gratuita la de que Dios ha suspendido toda actividad
creadora en el mundo.
CONCLUSIONES FINALES
1. Se necesita prudencia para hablar sobre este punto. Debe admitirse
que los argumentos de ambas partes están perfectamente balanceados. Atendiendo
a esto no es de sorprender que Agustín encontrara difícil escoger entre las
dos. La Biblia no hace una afirmación directa respecto al origen del alma del
hombre, salvo en el caso de Adán. Los pocos pasajes escriturales que se citan
como favorables a una y otra teoría apenas si pueden considerarse definitivos
por cada parte. Y puesto que no tenemos una enseñanza clara de la Escritura
sobre el punto de que tratamos, se necesita prudencia para tratarlo.
No debemos tratar de superar con nuestra sabiduría lo que está
escrito. Algunos teólogos son de opinión de que debe reconocerse que hay un
elemento de verdad en esas dos teorías. Dorner hasta sugiere la idea de que
cada una de las tres teorías discutidas presenta uno de los aspecto de la
verdad completa: "El traducianismo, la conciencia genérica; el
preexistencianismo, la conciencia personal o el interés de la personalidad
individual como un pensamiento divino aparte: el creacionismo, la conciencia
divina".
2. Alguna forma de creacionismo merece la preferencia. Nos parece
que el creacionismo merece la preferencia, porque
A. No encuentra la dificultad filosófica insuperable con la que
está cargado el traducianismo.
B. Evita los errores cristológicos que envuelve el traducianismo;
y
C. Está más en armonía con nuestra idea del pacto. Al mismo tiempo
estamos convencidos de que la actividad creadora de Dios al formar las almas humanas
debe concebirse como muy estrechamente relacionada con el proceso natural en la
generación de nuevos individuos. El creacionismo no pretende ser capaz de
despejar todas las dificultades, pero al mismo tiempo sirve como una garantía
en contra de los errores siguientes.
I. Que el alma es divisible.
II. Que todos los hombres son numéricamente de la misma sustancia.
III. Que Cristo tomó aquella misma naturaleza numérica que en Adán cayó.