El pecado es uno de los más tristes fenómenos de la vida humana; pero también uno de los más comunes.
Es una parte de la experiencia común de la
humanidad, y por tanto, se impone a la atención de todos aquellos que no
cierren deliberadamente sus ojos ante las realidades de la vida humana.
Algunos podrán por un tiempo soñar en la bondad esencial del
hombre y hablar indulgentemente respecto a aquellas palabras y acciones sueltas
que no dan la medida de las reglas éticas de la buena sociedad, considerándolas
como leves defectos y debilidades de las que el hombre no es responsable y que
fácilmente se pueden extirpar con medidas correctivas ; pero a medida que
transcurra el tiempo y todas las medidas de reforma externa fallen, y la lucha
represiva contra un mal sirva solamente para que otro tome su lugar, tales
personas inevitablemente se desilusionarán.
Se darán cuenta del hecho de que han estado luchando únicamente
contra los síntomas de alguna enfermedad hondamente arraigada, y de que se
encuentran frente a frente no solamente con el problema de los pecados, como si
dijéramos de hechos pecaminosos sueltos, sino con el más grande y más profundo
problema del pecado, de un mal que es inherente a la naturaleza humana.
Esto es exactamente lo que estamos comenzando a presenciar en el
tiempo actual. Muchos modernistas, el día de hoy, no dudan de decir que la
doctrina de Rousseau respecto a la bondad inherente del hombre ha dado muestras
de ser una de las enseñanzas más perniciosas de la Iluminación y ahora demandan
una medida mayor de realismo para el reconocimiento del pecado.
De esta manera Walter Horton, que aboga por una teología
realista y cree que ésta a su vez aboga en favor de la aceptación de algunos principios
marxistas, dice: "Creo que el cristianismo ortodoxo representa un
pro-tundo discernimiento de todo el problema humano. Creo que la dificultad
humana básica es esa perversión de la voluntad, ese abuso cometido a la
confianza divina, y que se llama pecado; y creo que el pecado es en un sentido
una enfermedad racial, transmisible de generación a generación.
Al afirmar estas cosas los padres cristianos y los Reformadores
protestantes hablaron como realistas y hubieran podido acumular masas de
evidencia empírica en defensa de sus ideas". En vista del hecho de que el
pecado es real y de que ningún hombre lo puede expulsar de esta vida presente,
no es de asombrar que los filósofos tanto como los teólogos hayan emprendido la
lucha contra el problema del pecado, aunque en la filosofía se conoce como el
problema del mal, más bien que como el problema del pecado.
Consideraremos brevemente algunas de las más importantes teorías
filosóficas del mal antes de presentar la doctrina bíblica del pecado.
TEORÍAS
FILOSÓFICAS RESPECTO A LA NATURALEZA DEL MAL
LA TEORÍA DUALISTA
Esta es una de las ideas que corrieron en la filosofía griega.
En la forma de gnosticismo encontró entrada a la Iglesia primitiva. Presupone
la existencia del principio eterno del mal, y sostiene que en el hombre el
espíritu representa el principio del bien y el cuerpo el del mal. Es objetable
por varias razones:
1. Es filosóficamente insostenible la posición de que haya algo
fuera de Dios que sea eterno e independiente de su voluntad
2. Esta teoría despoja al pecado de su carácter ético haciéndolo
algo nada más físico e independiente de la voluntad humana, y por lo mismo
destruye verdaderamente la idea del pecado
3. También desecha la responsabilidad del hombre representando al
pecado como una necesidad física. El único escape para salir del pecado se
encuentra en quedar libres del cuerpo.
LA TEORÍA DE QUE EL PECADO ES ÚNICAMENTE PRIVACIÓN
Según Leibnitz el mundo actual es el mejor de los mundos
posibles, La existencia del pecado en él debe considerarse como inevitable. No
se puede atribuir a la agencia de Dios, y por tanto debe ser considerado como
una simple negación o privación para lo cual no se necesita una causa
eficiente.
Las limitaciones de las criaturas lo hacen inevitable. Esta teoría
convierte al pecado en un mal necesario puesto que las criaturas son
necesariamente limitadas y el pecado es una consecuencia inevitable de esa
limitación. Su intento de evitar hacer a Dios el autor del pecado no tiene
resultado, puesto que aun en el caso de que el pecado sea una mera negación que
no necesita una causa eficiente, Dios es, sin embargo, el autor de la
limitación de donde resulta el pecado.
Además esta teoría tiende a torcer la distinción entre el mal
moral y el físico, puesto que representa al pecado como un poquito más que una
desgracia que le tocó al hombre. En consecuencia, esta teoría tiene la tendencia
de entorpecer el sentido del hombre referente al mal o a la depravación del pecado,
de destruir el sentido de culpa, y de abrogar la responsabilidad moral del
hombre.
LA TEORÍA DE QUE EL PECADO ES UNA ILUSIÓN
Para Spinoza Como para Leibnitz el pecado es simplemente un
defecto, una limitación de la que el hombre es consciente; pero en tanto que
Leibnitz considera como necesaria la noción del mal que surge de esta
limitación, Spinoza sostiene que el conocimiento resultante del pecado se debe
simplemente al inadecuado conocimiento del hombre que falla en ver las cosas
sub specie aeternitatis, es decir, en unidad con la esencia eterna e infinita
de Dios.
Si el conocimiento del hombre fuera adecuado, de manera que
pudiera ver todas las cosas en Dios, no tendría idea del pecado; simplemente no
existiría para él. Pero esta teoría que representa al pecado como algo
puramente negativo, no explica sus resultados terriblemente positivos, de los
que da testimonio, en la forma más convincente, la experiencia universal de la
humanidad. Llevada consistentemente esta teoría abroga todas las distinciones
éticas, y reduce los conceptos de "carácter moral" y "conducta
moral" a frases sin sentido.
De hecho reduce la vida entera del hombre a una ilusión: su conocimiento,
su experiencia, el testimonio de la conciencia, etc., porque todo su conocimiento
es inadecuado. Además, va en sentido contrario a la experiencia de la humanidad
de que los más grandes intelectos son frecuentemente los más grandes pecadores,
siendo Satanás el más grande de todos.
LA TEORÍA DE QUE EL PECADO ES UNA FALTA DE
CONOCIMIENTO DE DIOS DEBIDA A LA NATURALEZA SENSIBLE DEL HOMBRE
Esta es la idea de Schleiermacher. Según él el conocimiento del
hombre acerca del pecado depende de su conocimiento de Dios. Cuando el sentido
de Dios despierta en el hombre, inmediatamente se da cuenta de que su baja
naturaleza se opone a ese conocimiento. Esta oposición nace de la íntima
constitución de su ser, de su naturaleza sensible, de la relación que hay entre
su alma y el organismo físico.
Es por tanto una imperfección inherente al hombre, pero es tal
que el hombre la siente como pecado y culpa. Sin embargo, esto no hace que Dios
sea el autor del pecado, puesto que el hombre erróneamente concibe esta imperfección
como pecado. El pecado no tiene existencia objetiva, sino que existe solamente
en el conocimiento del hombre. Pero esta teoría hace constitucionalmente malo al
hombre.
El mal estaba presente en el hombre aun en su estado original,
cuando el conocimiento de Dios no era bastante fuerte para controlar la
naturaleza sensible del hombre. Está en flagrante oposición a la Escritura
cuando sostiene que el hombre erróneamente juzga que este mal es pecado, y así
hace al pecado y a la culpa del todo subjetiva. Y aunque Schleiermacher desea
evitar esta conclusión lo cierto es que de ella resulta Dios el autor
responsable del pecado, porque Él es el Creador de la naturaleza sensible del
hombre.
Descansa también sobre una inducción incompleta de hechos,
puesto que no toma en consideración que muchos de los más odiosos pecados del
hombre no pertenecen a su naturaleza física sino a la espiritual, por ejemplo,
la avaricia, la envidia, el orgullo, la malicia y otros. Además conduce a las
más absurdas conclusiones como, por ejemplo, la de que el ascetismo al
debilitar la naturaleza sensible, debilita necesariamente el poder del pecado:
que el hombre se hace menos pecador a medida que sus sentidos se deterioran con
la edad; que la muerte es la única cosa que redime al hombre; y que los espíritus
sin cuerpo, incluyendo al diablo mismo, no tienen pecado.
LA TEORÍA DEL PECADO CONSIDERADO COMO FALTA DE
CONFIANZA EN DIOS Y OPOSICIÓN A SU REINO, DEBIDO A LA IGNORANCIA.
Como Schleiermacher, también Ritschl insiste en el hecho de que
el pecado debe entenderse únicamente desde el punto de vista del conocimiento
cristiano. Aquellos que están fuera del ambiente de la religión cristiana y los
que son todavía extraños a la experiencia de la redención no tienen
conocimiento del pecado. Bajo la influencia de la obra redentora de Dios el
hombre se hace consciente de su falta de confianza en Dios y de su oposición al
Reino de Dios como el supremo bien.
El pecado no se determina por la actitud del hombre hacia la ley
de Dios, sino por su relación hacia el propósito de Dios de establecer el
Reino. El hombre se atribuye como culpa su fracaso en hacer suyo el propósito de
Dios; pero Dios considera ese fracaso únicamente como ignorancia, y porque eso
se debe a ignorancia, es perdonable. Este concepto de Ritschl nos trae a la
mente por vía de contraste el dicho griego de que el conocimiento es virtud.
Falla completamente en hacer justicia a la oposición
escrituraria de que el pecado es, ante todo, transgresión de la ley de Dios, y
que por tanto, convierte al pecador en culpable a la vista de Dios, y digno de condenación.
Además, la idea de que el pecado es ignorancia es contraria a la voz de la experiencia
cristiana, El hombre que está cargado con el sentido del pecado, en verdad, no lo
siente de ese modo. Se siente también agradecido de que no solamente los pecados
que pudiera haber cometido en ignorancia son perdonables, sino también los
otros, con la única excepción de la blasfemia en contra del Espíritu Santo.
LA TEORÍA DE QUE EL PECADO ES EGOÍSMO
Esta posición la toman entre otros Mueller y A. H. Strong.
Algunos de los que la toman consideran al egoísmo únicamente como lo opuesto al
altruismo o a la benevolencia; otros lo entienden por la elección que hacemos
de nuestro yo más bien que de Dios como el supremo objeto del amor.
Ahora bien, esta teoría, especialmente cuando concibe al egoísmo
colocándose en el lugar de Dios, es con mucho la mejor de las teorías
mencionadas. Pero difícilmente puede considerarse satisfactoria. Aunque todo
egoísmo es pecado y hay un elemento de egoísmo en todo pecado, no se puede decir
que el egoísmo sea la esencia del pecado.
El pecado puede definirse propiamente sólo con referencia a la
ley de Dios, referencia que falta por completo en la definición que estamos
considerando. Además, hay una gran cantidad de pecado en la que el egoísmo para
nada es el principio gobernante.
Cuando un padre empobrecido ve a su esposa e hijos
desfallecientes por falta de alimento, y en su desesperado deseo de ayudarlos
recurre por último al robo, esto con dificultad puede considerarse egoísmo
puro. Puede ser que el pensamiento egoísta haya estado del todo ausente.
La enemistad con Dios, la dureza de corazón, la impenitencia y
la incredulidad, todos son pecados venenosos; pero no pueden sencillamente
calificarse como egoísmo. Y, en verdad, lo que parece ser un corolario
necesario de la teoría que estamos considerando, es decir, el concepto de que
toda virtud es desinterés o benevolencia, cuando menos en una de sus formas, no
resulta consistente. Un acto no deja de ser vicioso cuando su ejecución se conforma
a ciertas demandas de nuestra naturaleza y las satisface.
Además, la justicia, la fidelidad, la humildad, la clemencia, la
paciencia y otras virtudes pueden cultivarse o practicarse no como formas de
benevolencia, sino como virtudes inherentemente excelentes, no sólo porque
promueven la felicidad de otros, sino por lo que son ellas en sí mismas.
LA TEORÍA DE QUE EL PECADO CONSISTE EN LA OPOSICIÓN
DE LAS BAJAS TENDENCIAS DE LA NATURALEZA HUMANA A UN DESARROLLO GRADUAL DEL
CONOCIMIENTO MORAL
Esta idea fue desarrollada, como ya lo hemos dicho en lo que
antecede, por Tennant en sus conferencias hulseanas. Consiste en la doctrina
del pecado construida según la teoría de la evolución. Los impulsos naturales y
las cualidades heredadas derivadas del bruto forman la materia del pecado; pero
no se convierten en pecado real hasta que se les admite en contra del
despertamiento gradual del sentido moral de la humanidad.
Las teorías de McDowell y Fiske demuestran las mismas
tendencias. La teoría tal como fue presentada por Tennan t titubea un tanto
entre la idea bíblica del hombre y la que presenta la teoría de la evolución, y
se inclina a una y luego a la otra. Acepta que el hombre tuvo una voluntad
libre aun antes del despertamiento de su conocimiento moral. De manera tal que
fue capaz de elegir cuando se le colocó delante de un ideal moral; pero no
explica cómo podemos imaginar una voluntad libre e indeterminada dentro de un
proceso de evolución.
Limita el pecado a aquellas transgresiones de la ley moral, cometidas
con un claro conocimiento del ideal moral y por tanto la conciencia las
considera como mal y las condena. De hecho son únicamente las viejas ideas
pelagianas del pecado incorporadas en la teoría de la evolución, y por tanto
quedan expuestas a todas las objeciones con que está cargado el pelagianismo.
El defecto radical de todas estas teorías es que procuran
definir al pecado sin tomar en cuenta que el pecado es esencialmente la
separación de Dios, la oposición a Dios y la transgresión de la ley de Dios. El
pecado siempre tiene que definirse en términos de la relación del hombre con
Dios y con su voluntad tal como está expresada en la ley moral.
LA IDEA BÍBLICA
DEL PECADO
Es necesario llamar la atención a diversas particularidades,
para dar la idea bíblica del pecado.
EL PECADO ES UNA CLASE ESPECIFICA DE MAL
En la actualidad oímos mucho acerca del mal, y comparativamente
poco acerca del pecado; y esto no deja de ser engañoso. No todo mal es pecado.
El pecado no debe confundirse con el mal físico que produce perjuicios o
calamidades. Es posible hablar no sólo del pecado sino también de las
enfermedades englobándolos en el mal, pero entonces la palabra "mal" se
usa en dos sentidos del todo diferentes. Por arriba de la esfera física se
encuentra la ética en la cual tiene aplicación el contraste entre el bien y el
mal moral, y en esta esfera, únicamente, es donde podemos hablar del pecado.
Y aun en esta esfera no es deseable sustituir la palabra
"mal" por "pecado" sin hacer una modificación adicional,
porque este último es más específico que el primero. El pecado es un mal moral.
La mayor parte de los nombres que se usan en la Escritura para designar al
pecado señalan su carácter moral. Chatta'th dirige la atención al pecado como
una acción que equivoca el blanco y consiste en una desviación del camino
recto. 'Avel y' avon indican que es una falta de integridad y rectitud; un
desvío del sendero señalado.
Pesha' se refiere al pecado como una rebelión o negación a sujetarse
a la legítima autoridad, una transgresión positiva de la ley, y una violación
del pacto. Resha' señala al pecado como una malvada y culpable transgresión de
la ley.
Además 'asham lo designa como culpa; como deslealtad y traición,
ma'al; lo señala como vanidad, 'aven; y como una perversión o distorsión de la
naturaleza 'avah. Las palabras correspondientes del Nuevo Testamento, por
ejemplo, hamartía, adikía, parabasis, paráptoma, anomía, paranomía y otras,
apuntan a las mismas ideas.
En atención al uso de estas palabras, y a la manera en que la
Biblia acostumbra hablar del pecado, no puede quedarnos duda acerca de su
carácter ético. No es una calamidad que cogió al hombre desprevenido, que
emponzoñó su vida y arruinó su felicidad; sino una carrera malvada que el
hombre deliberadamente ha determinado seguir y la cual trae consigo indecible
miseria.
En el fondo el pecado no es algo que sea pasivo, por ejemplo una
enfermedad, una falla o una imperfección de las que no podemos considerarnos
responsables sino una oposición activa contra Dios, y una transgresión positiva
de su ley, que constituyen culpabilidad. El pecado es el resultado de una
elección libre, pero pecaminosa, del hombre. Esta es la enseñanza clara de la
Palabra de Dios, Gén. 3: 1-6; Isa. 48: 8; Rom. 1: 18-32; I Juan 3: 4.
La aplicación de la filosofía de la evolución al estudio del
Antiguo Testamento condujo a algunos eruditos a la convicción de que la idea
ética del pecado no se desarrolló sino hasta el tiempo de los profetas; pero
esta idea no se origina por la manera en la que los primeros libros de la
Biblia hablan del pecado.
EL PECADO TIENE UN CARÁCTER ABSOLUTO
En la esfera ética el contraste entre lo bueno y lo malo es
absoluto. No hay una condición neutral entre los dos. Aunque indudablemente hay
grados en ambos no hay graduación entre lo bueno y lo malo. La transición del
uno al otro no es de carácter cuantitativo sino cualitativo. Un ser moral que
es bueno no se convierte en malo por disminuir tan sólo de su bondad, sino
únicamente por un cambio radical cualitativo como es el de volverse al pecado.
El pecado no es un grado menor de la bondad sino un positivo
mal. Esto se enseña con toda claridad en la Biblia. Aquel que no ama a Dios
está, por lo mismo, caracterizado como malo. La Escritura no conoce una
posición de neutralidad. Invita urgente-mente al malvado a que se vuelva a la
justicia, y algunas veces habla del justo que cae en lo malo; pero no contiene
una sola indicación de que el uno o el otro se queden alguna vez en posición
neutral. El hombre tiene que estar en el lado justo o en el malo, Mat. 10: 32,
33; 12: 30; Luc. 11: 23; Sant. 2: 10.
EL PECADO TIENE SIEMPRE RELACIÓN CON DIOS Y CON SU
VOLUNTAD
Los antiguos dogmáticos comprendían que era imposible tener un
concepto correcto del pecado sin verlo en relación con Dios y con su voluntad,
y por tanto, acentuaron este aspecto y acostumbraban hablar del pecado como
"falta de conformidad con la ley de Dios". Esto es indudablemente una
definición formal correcta del pecado. Pero surge la pregunta, ¿Cuál es el
contenido material preciso de la ley? ¿Qué es lo que la ley demanda?
Si se contesta esta pregunta, será posible determinar qué es el
pecado en un sentido material. Ahora bien, no hay duda acerca de que la gran
demanda central de la ley es amar a Dios. Y si desde el punto de vista material
la bondad moral consiste en amar a Dios, entonces el mal moral tiene que
consistir en lo opuesto.
El mal moral es separación de Dios, oposición a Dios, odio a
Dios, y esto se manifiesta en constantes transgresiones de la ley de Dios en
pensamiento, palabra y obra. Los pasajes siguientes demuestran claramente que
la Escritura ve al pecado en relación con Dios y con su ley, ya sea como está
escrita en las tablas del corazón o como fue dada por Moisés, Rom. 1: 32; 2:
12-14; 4: 15; Sant. 2: 9; I Juan 3: 4.
EL PECADO INCLUYE TANTO LA CULPA COMO LA CORRUPCIÓN
La culpa es el estado en que se merece la condenación o en el
que se siente merecer el castigo por la violación de la ley o de un
requerimiento moral. La culpa expresa la relación que el pecado tiene con la
justicia o con el castigo de la ley. Pero aun esa palabra tiene doble
significado. Puede denotar una cualidad inherente del pecador, es decir, su
demérito, su maldad, o su culpabilidad que lo hacen digno del castigo.
Dabney habla de esto como de "culpa potencial". La
culpa es inseparable del pecado, nunca se le encuentra en alguien que no sea
personalmente pecador, y es permanente en una forma tal que una vez que se la
tiene no puede quitarse por medio del perdón. Pero también la culpa puede
denotar la obligación de satisfacer la justicia, de pagar el castigo impuesto
al pecado, "culpa actual", según Dabney la llama.128 Ese castigo o
pena actual no está inherente en el hombre, pero el edicto penal del
legislador, es el que fija el castigo de la culpa.
La culpa actual puede ser removida personalmente o por medio de
un sustituto, mediante el satis-facción de las justas demandas de la ley. En
tanto que muchos niegan que el pecado incluya la culpa esto no concuerda con el
hecho de que el pecado fue amenazado y que en verdad tiene que ser visitado con
castigo, y además, esa negación claramente contradice las afirmaciones
evidentes de la Escritura, Mat. 6 : 12 ; Rom. 3 : 19 ; 5 : 18 ; Ef. 2 : 3.
Por corrupción entendemos la contaminación inherente a la cual
está sujeto cada pecador. Esto es una realidad en la vida de todo individuo. No
se concibe sin la culpa aunque como incluida en una relación penal puede
concebirse sin una inmediata corrupción. Pero siempre le sigue la corrupción.
Todo el que es culpable en Adán tiene que ser, como resultado, nacido también
con una naturaleza contaminada. La corrupción del pecado se enseña claramente
en pasajes como Job 14: 4; Jer. 17: 9; Mat. 7: 15-20; Rom. 8: 5-8; Ef. 4:
17-19.
EL PECADO TIENE SU ASIENTO EN EL CORAZÓN
El pecado no reside en ninguna facultad del alma sino en el
corazón, el que en la psicología bíblica se considera el órgano central del
alma, y del cual fluye la vida. Y de este centro se esparcen sus influencias y
operaciones al intelecto, la voluntad y los afectos; en suma, a todo el hombre,
incluyendo su cuerpo. En su estado pecaminoso todo el hombre es objeto del
desagrado de Dios.
Hay un sentido en el que se puede decir que el pecado se originó
en la voluntad del hombre, pero al decir voluntad no designamos un acto
volitivo sino más bien la naturaleza volitiva del hombre. Había una tendencia
del corazón por debajo del acto volitivo cuando el pecado entró en el mundo.
Esta idea está en perfecta armonía con lo que dice la Escritura en pasajes como
los siguientes: Prov. 4: 23; Jer. 17: 9; Mat. 15: 19, 20; Luc. 6: 45; Heb. 3:
12.
EL PECADO NO CONSISTE EXCLUSIVAMENTE EN ACTOS
EXTERIORES
El pecado no consiste únicamente en actos externos, sino también
en hábitos pecaminosos y en una condición pecaminosa del alma. Estos tres se
relacionan uno con otro de la manera siguiente: El estado pecaminoso es la base
de los hábitos pecaminosos, y estos se manifiestan en hechos pecaminosos. Sin
embargo, también hay verdad en el argumento de que los repetidos hechos
pecaminosos conducen al establecimiento de hábitos pecaminosos.
Los hechos pecaminosos y las disposiciones del hombre deben
relacionarse con una naturaleza putrefacta y encontrar en ella su explicación.
Los pasajes a que nos referimos en el párrafo precedente comprueban este punto
de vista porque con toda claridad demuestran que el estado o condición del
hombre es absolutamente pecaminoso.
Y si surge todavía la pregunta, ¿Deben considerarse como pecados
los pensamientos y los afectos del hombre natural que en la Escritura se llaman
"carne"? Tendremos que responder señalando pasajes como los
siguientes: Mat. 5: 22, 28; Rom. 7: 7; Gál. 5: 17, 24; y otros. En conclusión
puede decirse que el pecado debe definirse como la falta de conformidad con la
ley moral de Dios, sea en acto, disposición o estado.
LA IDEA PELAGIANA
DEL PECADO
La idea pelagiana del pecado es muy diferente de la que acabamos
de presentar. El único punto de parecido se encuentra en esto, que el pelagiano
también considera al pecado en relación con la ley de Dios, y lo juzga como una
transgresión de la ley. Pero en todas las demás circunstancias su concepto
difiere ampliamente del de la Biblia y del de Agustín.
PRESENTACIÓN DE LA IDEA PELAGIANA
Pelagio partió de la habilidad natural del hombre. Su
proposición fundamental es: Dios ha mandado al hombre que haga lo que es bueno;
de aquí que el hombre debe tener la capacidad para hacerlo. Esto quiere decir
que el hombre tiene una voluntad libre en el sentido absoluto de la palabra, de
tal manera que es posible para él decidir en favor o en contra de lo que es
bueno y también de hacer lo bueno tanto como lo malo.
La decisión no depende de ningún carácter moral del hombre,
puesto que la voluntad está enteramente indeterminada. Sea que el hombre haga
lo bueno o lo malo dependerá nada más de su voluntad libre e independiente. De
esto se sigue naturalmente, que no hay tal cosa como un desarrollo moral del
individuo. Lo bueno y lo malo se localizan en acciones sueltas del hombre. De
esta posición fundamental respecto al pecado se desarrolló, como es natural, la
enseñanza doctrinal de Pelagio.
El pecado consiste nada más en actos sueltos de la voluntad. No
hay tal cosa como una naturaleza pecaminosa, ni hay tampoco disposiciones pecaminosas.
El pecado siempre es una elección deliberada del mal por medio de una voluntad
perfectamente libre, y puede escoger y seguir lo bueno, con precisión, del
mismo modo. Pero si esto es así, entonces sigue inevitablemente la conclusión
de que Adán no fue creado en un estado de verdadera santidad sino en uno de
equilibrio moral. Su condición era de neutralidad moral. Ni era bueno ni malo,
y por tanto no tenía carácter moral; pero eligió la carrera del mal y por esto
se hizo pecaminoso. Hasta donde el pecado consiste únicamente en actos sueltos
de la voluntad, la idea de su propagación por medio de la procreación es
absurda.
Una naturaleza pecaminosa, si existiera tal cosa, tendría que
heredarse de padres a hijos; pero los actos pecaminosos no pueden propagarse
por herencia. Esto, según la naturaleza del caso, es una imposibilidad. Adán
fue el primer pecador, pero su pecado en ningún sentido pasó a sus
descendientes. No hay tal cosa como el pecado original. Los niños nacen en un
estado de neutralidad, comenzando exactamente en donde Adán comenzó salvo que se
encuentran en una situación desventajosa por causa de los malos ejemplos que contemplan
por todas partes.
Su carrera futura tendrá que determinarse por medio de su propia
y libre elección. Se admite la universalidad del pecado, puesto que toda
experiencia da testimonio de ella. Se debe a la imitación y al hábito de pecar
que por grado se va formando. Hablando estrictamente, desde el punto de vista
pelagiano no hay pecadores, sino nada más actos pecaminosos sueltos. Esto hace
manifiestamente imposible un concepto religioso de la historia de la raza.
OBJECIONES AL CONCEPTO PELAGIANO
Hay varias objeciones de mucho peso en contra del concepto
pelagiano del pecado, de las cuales las siguientes son las de mayor
importancia:
1. La posición fundamental de que el hombre es responsable ante
Dios únicamente por lo que es capaz de hacer, es contraria en absoluto al
testimonio de la conciencia y de la Palabra de Dios. Es un hecho innegable que
a medida que el hombre se hace más pecador, su capacidad para hacer el bien
disminuye. Se convierte, en medida cada vez más grande, en esclavo del pecado.
Según la teoría que estamos considerando esto envolvería también una
disminución de su responsabilidad.
Tal cosa sería equivalente a decir que el pecado por sí mismo
redime gradualmente a sus víctimas librándolas de su responsabilidad. Mientras
más pecador se hace el hombre, menos responsable es. En contra de esta posición
la conciencia registra su sonora protesta.
Pablo no dice que los pecadores endurecidos, descritos por él en
Rom. 1: 18-32, estaban prácticamente sin responsabilidad, sino que los
considera dignos de muerte. Jesús dijo acerca de los malvados judíos que se
gloriaban en su libertad pero que manifestaban su extrema maldad procurando
matarlo, que eran siervos del pecado; que no entendían sus palabras porque no
las querían oír, y que morirían en sus pecados, Juan 8: 21, 22, 34, 43. Aunque
eran esclavos del pecado todavía eran responsables.
2. Negar que el hombre tenga por naturaleza un carácter moral, es
simplemente regresarlo al nivel de los animales, Según este concepto todo lo
que hay en la vida del hombre que no sea una consciente elección de su
voluntad, está desprovisto de toda cualidad moral. Pero el conocimiento de los
hombres, en general, da testimonio del hecho de que el contraste entre el bien
y el mal también se aplica a las tendencias del hombre, a sus deseos, a sus
caprichos ya sus afectos, y todo esto es de carácter moral. En el pelagianismo
el pecado y la virtud quedan reducidos al tamaño de apéndices superficiales del
hombre sin ninguna conexión en su vida íntima. Que lo que la Escritura enseña
es completamente diferente se descubre en los pasajes siguientes: Jer. 17: 9;
Sal 51: 6, 10; Mat. 15: 19; Sant. 4: 1, 2.
3. Una elección de la voluntad no determinada en manera alguna por
el carácter del hombre, no sólo es inconcebible psicológicamente, sino que
también carece de todo valor ético. Si una buena acción del hombre acontece
nada más porque sí, y no es posible dar razón alguna por qué no aconteció lo
contrario, en otras palabras si el hecho no expresa el carácter del hombre,
carece de todo valor moral. Sólo cuando un hecho manifiesta el carácter, tiene
en sí valor moral.
4. La teoría pelagiana no puede dar una explicación satisfactoria
respecto a la universalidad del pecado. El mal ejemplo de los padres y de los
abuelos no ofrece verdadera explicación. La mera posibilidad abstracta de que
el hombre peque aun cuando esté animado por el mal ejemplo, tampoco explica
cómo aconteció que todos los hombres sean verdaderos pecadores.
¿Cómo puede explicarse que la voluntad invariablemente se vuelva
en dirección del pecado y nunca en la dirección opuesta? Es mucho más natural
pensar que existe una disposición general hacia el pecado.
EL CONCEPTO CATOLICORROMANO DEL PECADO
Aunque los cánones y decretos del Concilio de Trento son un
tanto ambiguos en lo referente a la doctrina del pecado, el concepto dominante
católico romano del pecado puede expresarse de la siguiente manera: El pecado
verdadero consiste siempre en un acto consciente de la voluntad. Es cierto que
las disposiciones y los hábitos que no están de acuerdo con la voluntad de Dios
son de carácter pecaminoso; sin embargo, no pueden llamarse pecados en el sentido
estricto de la palabra.
La concupiscencia interna que no puede ser considerada como
pecado sino solamente como el forres o combustible del pecado y que yace en el
trasfondo del pecado, ganó la victoria en el hombre en el paraíso, y de esta
manera precipitó la pérdida del donum superaddictum de la justicia o original.
La pecaminosidad de los descendientes de Adán es fundamental y
únicamente una condición negativa que consiste en la ausencia de algo que debía
estar presente, es decir, la justicia original, la cual no es esencial a la
naturaleza humana. Algo que es esencial falta, únicamente si, como algunos
sostienen, también se perdió la justitia naturalis.
Las objeciones a este concepto se dejan ver perfectamente de lo
que ya dijimos en relación con la teoría pelagiana. Una mera revista de ellas
será más que suficiente. Hasta donde sostiene que el pecado verdadero consiste
únicamente en una deliberada elección de la voluntad y en actos exteriores, son
pertinentes las objeciones que se levantan en contra del pelagianismo.
La idea de que la justicia original fue añadida
sobrenaturalmente a la esencia natural del hombre, y de que su pérdida no
afectó para nada a la naturaleza humana es una idea sin base bíblica, según ya
lo indicamos en nuestra discusión de la imagen de Dios en el hombre- Según la
Biblia la concupiscencia es pecado, verdadero pecado, y la raíz de muchas
acciones pecaminosas. Esto ya lo descubrimos al discutir el concepto bíblico
del pecado.
PREGUNTAS PARA AMPLIAR EL ESTUDIO
1. ¿Ha podido explicar la filosofía el origen del pecado?
2. ¿Es bíblico el concepto de que el pecado originalmente no tuvo
cualidad ética?
3. ¿Qué objeción hay al concepto de que el pecado es una mera
privación?
4. ¿Debe concebirse al pecado como una sustancia?
5. ¿Con el nombre de quién está asociado este concepto?
6. ¿Existe este pecado aparte del pecador?
7. ¿Cómo podemos probar que el pecado siempre tiene que ser
juzgado por la ley de Dios?
8. ¿Favoreció San Pablo el antiguo dualismo griego cuando habló
del "cuerpo del pecado" y cuando usó el término "carne"
para denotar la naturaleza pecaminosa del hombre?
9. ¿Es recomendable la tendencia actual de hablar del 'mal"
más bien que del 'pecado?
10. ¿Qué se quiere dar a entender cuando se habla de la
interpretación social del pecado?
11. ¿La interpretación social del pecado reconoce a éste por lo
que fundamentalmente es?