EL HOMBRE EN EL ESTADO PECAMINOSO

EL ORIGEN DEL PECADO

El problema del origen del mal que está en el mundo se ha considerado siempre como uno de los más profundos problemas de la filosofía y de la teología. Es un problema que, naturalmente, se impone a la atención del hombre, puesto que el poder del mal, es, a la vez, grande y universal; es una mancha indeleble que cayó sobre la vida en todas sus manifestaciones, y es asunto de la experiencia diaria en la vida de cada individuo. Los filósofos se vieron constreñidos a encarar el problema y a buscar una respuesta a la pregunta respecto al origen de todo el mal y, particularmente, del mal moral que hay en el mundo.
A algunos les parecía que el mal era una parte tan grande de la vida misma que procuraron hallar la solución en la constitución natural de las cosas. Otros, sin embargo, se convencieron de que había tenido un origen voluntario, es decir, que tuvo su causa en la libre elección del hombre, bien haya sido en la presente o en alguna previa existencia. Estos están mucho más cerca de la verdad según se nos revela en la Palabra de Dios.

CONCEPTOS HISTÓRICOS RESPECTO AL ORIGEN DEL PECADO

Los Padres de la Iglesia primitiva no hablaron muy claramente acerca del origen del pecado, aunque la idea de que se originó en la transgresión voluntaria y caída de Adán en el paraíso, se encuentra ya en los escritos de Ireneo. Este concepto pronto prevaleció en la Iglesia, especialmente en contra del gnosticismo, que consideró que el mal es inherente a la materia, y como tal, el producto del Demiurgo.
El contacto del alma humana con la materia vuelve a aquella, de inmediato, pecadora. Esta teoría, naturalmente, despojó al pecado de su carácter voluntario y ético. Orígenes procuró sostener esto mismo por medio de su teoría del pre-existencialismo. Según él las almas de los hombres pecaron voluntariamente en una existencia previa, y por lo tanto, todas entran al mundo en una condición pecaminosa. Este concepto platónico estaba cargado con demasiadas dificultades para que pudiera ser ampliamente aceptado. Sin embargo, durante los Siglos XVIII y XIX, esta doctrina fue invocada por Mueller y Rueckert, y por filósofos como Lessing, Schelling y J. H. Fichte.
En general, los Padres de la Iglesia griega de los Siglos III y IV se mostraron inclinados a negar la relación directa entre el pecado de Adán y sus descendientes, en tanto que los Padres de la Iglesia latina enseñaron, con mayor claridad cada vez, que la presente condición pecaminosa del hombre encuentra su explicación en la primera transgresión de Adán en el paraíso. Las enseñanzas de la Iglesia de Oriente culminaron finalmente en el pelagianismo, que negó que hubiera alguna relación vital entre los dos, en tanto que los de la Iglesia de Occidente alcanzaron su punto más alto con Agustín que insistió en el hecho de que en Adán nos encontramos a la vez culpables y manchados.
Los semipelagianos admitieron la relación adámica; pero sostuvieron que esto únicamente tenía que ver con la mancha del pecado. Durante la Edad Media, generalmente, se reconoció la relación. A veces se le interpretó al modo agustiniano, y con más frecuencia, al modo semi-pelagiano.
Los Reformadores participaron de las ideas de Agustín, y los socinianos de las de Pelagio, en tanto que los arminianos se movieron en dirección del semipelagianismo. Bajo la influencia del racionalismo y de la filosofía evolucionista, la doctrina de la caída del hombre y de sus efectos fatales sobre la raza humana fue descartándose gradualmente.
La idea del pecado fue reemplazada con la del mal, y este mal se explicó de varias maneras. Kant lo consideró como algo que correspondía a la esfera supersensible, la que él no pudo explicar. Para Leibnitz se debió a las limitaciones necesarias del universo. Schleiermacher fundó su origen en la naturaleza sensible del hombre, y Ritschl, en la ignorancia humana, en tanto que los evolucionistas lo atribuyeron a la oposición de las bajas inclinaciones al desenvolvimiento gradual de la conciencia moral.
Barth habla del origen del pecado como el misterio de la predestinación. El pecado se originó en la caída, pero la caída no fue evento histórico; pertenece a la supe historia (Urgeschichte). Adán fue en verdad el primer pecador; pero su desobediencia no puede considerarse como la causa del pecado en el mundo. El pecado del hombre está relacionado en alguna forma con su condición de criatura. La historia del paraíso nada más le proporciona al hombre la alegre información de que él no necesariamente necesita ser pecador.

DATOS ESCRITURALES RESPECTO AL ORIGEN DEL PECADO

En la Biblia el mal moral que hay en el mundo se define claramente como pecado, es decir, como la transgresión de la ley de Dios. El hombre siempre aparece en la Biblia como un transgresor por naturaleza, y la pregunta surge, naturalmente, ¿Cómo adquirió el hombre esa naturaleza? ¿Cuál es la revelación de la Biblia acerca de ese punto?

DIOS NO PUEDE SER CONSIDERADO COMO EL AUTOR DEL PECADO.

Es verdad que el decreto eterno de Dios hizo segura la entrada del pecado en el mundo, pero esto no debe interpretarse de manera que Dios resulte la causa del pecado en el sentido de ser su autor responsable. Esta idea está excluida de la Biblia con toda claridad. "Lejos esté de Dios la impiedad, y del Omnipotente la iniquidad", Job 34: 10.
El es el Dios Santo, Isa. 6: 3, y no hay en El absolutamente ninguna injusticia, Deut. 32: 4; Sal 92: 16. Dios no puede ser tentado por el mal, ni El tienta al hombre, Sant. 1: 13. Cuando El creó al hombre lo creó bueno y a su imagen. Verdaderamente Dios odia al pecado, Deut. 25: 16; Sal 5: 4; 11: 5; Zac. 8: 17; Luc. 16: 15, y proveyó en Cristo la libertad del hombre de debajo del pecado. A la luz de todo esto seríamos blasfemos si dijéramos que Dios es el autor del pecado. Y por esa misma razón tienen que ser rechazadas todas aquellas ideas deterministas que presentan al pecado como una necesidad inherente en la naturaleza íntima de las cosas.
Tales ideas, por implicación, hacen a Dios el autor del pecado, y son contrarias, no solamente a la Escritura, sino también a la voz de la conciencia que da testimonio de la responsabilidad del hombre.

EL PECADO TUVO SU ORIGEN EN EL MUNDO ANGELICAL

La Biblia nos enseña que en el intento de hallar el origen del pecado debemos ir más allá de la caída del hombre descrita en Gen 3, y poner atención a algo que aconteció en el mundo angelical. Dios creó un ejército de ángeles, y todos eran buenos al salir de la mano de su Hacedor, Gen 1: 31. Pero ocurrió una caída en el mundo angelical en la que legiones de ángeles se separaron de Dios. El tiempo exacto de esta caída no se conoce, pero en Juan 8: 44 Jesús habla del diablo declarándolo homicida desde el principio (Kat' arches), y Juan dice en I Juan 3: 8 que el diablo peca desde el principio. La opinión predominante es que este Kat' arches significa, desde el principio de la historia del hombre.
Muy poco se dice acerca del pecado que ocasionó la caída de los ángeles. De las advertencias de Pablo a Timoteo para que ningún neófito sea colocado como obispo, "para que no se hinche y caiga en la condenación del diablo", I Tim. 3: 6, tenemos que concluir que, con toda probabilidad, el pecado que hizo caer al diablo fue el del orgullo, el de aspirar a ser igual a Dios en poder y autoridad. Y esta idea parece encontrar corroboración en Judas 6; en donde se dice que los ángeles caídos "no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada".
No estuvieron satisfechos con su porción, con el gobierno y el poder que se les confió. Si el deseo de ser iguales a Dios fue su tentación peculiar, esto podría explicar también por qué tentaron al hombre sobre ese punto particular.

EL ORIGEN DEL PECADO EN LA RAZA HUMANA

Con respecto al origen del pecado en la historia de la humanidad la Biblia enseña que comenzó con la transgresión de Adán en el paraíso y que fue, por lo tanto, un acto perfectamente voluntario de parte del hombre. El tentador vino del mundo espiritual con la sugestión de que el hombre, colocándose en oposición a Dios, se convertiría en igual a Dios.
Adán sucumbió a la tentación y cometió el primer pecado, comiendo del fruto prohibido. Pero no paró ahí el asunto, puesto que por aquel primer pecado, Adán se convirtió en siervo del pecado. Aquel pecado trajo con él una mancha permanente, mancha que debido a la solidaridad de la raza humana tenía que afectar no solamente a Adán sino a toda su descendencia también. Como un resultado de la caída, el padre de la raza únicamente podría transmitir a su descendencia una naturaleza humana depravada.
De aquella fuente sucia fluye el pecado como una corriente impura que alcanza a todas las generaciones de los hombres, manchando a cada uno y a todo lo que cae en contacto con ella. Este estado de cosas es el que precisamente hace que la pregunta de Job siempre sea pertinente, "¿Quién hará limpio a lo inmundo? Nadie", Job 14: 4. Pero esto no es todo.
Adán pecó no solamente como padre de la raza humana sino también como la cabeza representativa de todos sus descendientes; y por tanto, la culpa de su pecado también los alcanza, de manera que todos se merecen el castigo de la muerte. Este es el sentido fundamental en que el pecado de Adán es el pecado de todos. Eso es lo que Pablo nos enseña en Rom. 5: 12; "Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron".
Las últimas palabras pueden significar únicamente que todos pecaron en Adán y que pecaron en tal forma que se convirtieron todos en merecedores del castigo de la muerte.
Aquí no se considera al pecado únicamente como mancha, sino también como culpa que trae consigo el castigo. Dios considera que todos los hombres son pecadores culpables en Adán, precisamente del mismo modo que juzga que todos los creyentes son justos en Jesucristo. Esto mismo significan las palabras de Pablo en donde dice:
"Así que como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera, por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos serán constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos", Rom. 5: 18, 19.

LA NATURALEZA DEL PRIMER PECADO O LA CAÍDA DEL HOMBRE SU CARÁCTER FORMAL

Desde un punto de vista puramente formal, puede decirse que el primer pecado del hombre consistió en haber comido del árbol del conocimiento del bien y del mal. No sabemos qué clase de árbol era este. Pudo haber sido una datilera o una higuera o cualquier otro árbol frutal.
No había nada que fuera pernicioso en el fruto del árbol como tal. Comer de él no hubiera sido per se pecaminoso, porque no habría sido una transgresión a la ley moral. Esto significa que no habría sido pecaminoso, si Dios no le hubiera dicho, "del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás". No es unánime la opinión respecto a la razón por la que el árbol se llamaba, "del conocimiento del bien y del mal".
Una idea no muy común es que se llamaba así en atención a que comiendo de él se recibiría un conocimiento práctico del bien y del mal; pero esta idea difícilmente puede armonizar con la representación escritural de que el hombre al comerlo sería como Dios conociendo lo bueno y lo malo, puesto que Dios no comete el mal y por lo tanto no tiene conocimiento práctico de él. Parece mucho más probable que el árbol se llamara así en atención a que estaba destinado para revelar.
1. Si el estado futuro del hombre sería bueno o malo
2. Si el hombre le permitiría a Dios determinar en lugar del mismo hombre lo que era bueno y malo o si el hombre emprendería determinarlo por sí mismo.
Pero cualquiera que sea la explicación que se dé del nombre, el mandato dado por Dios de no comer del fruto del árbol sirvió sencillamente para el propósito de probar la obediencia del hombre. Fue una prueba de obediencia pura puesto que Dios en ninguna manera trató de justificar o de explicar la prohibición. Adán tenía que demostrar su complacencia en someter su voluntad a la voluntad de su Dios con obediencia implícita.

SU CARÁCTER ESENCIAL Y MATERIAL

El primer pecado del hombre fue típico, es decir, un pecado en el que la esencia real del pecado se manifiesta claramente tal como es. La esencia de aquel pecado consiste en el hecho de que Adán se colocó en oposición a Dios, en que rehusó someter su voluntad a la de Dios, en impedir que Dios determinara el curso de su vida; y en que activamente intentó quitar el asunto de las manos de Dios y determinar el futuro por sí mismo.
El hombre, que no tenía absolutamente ningún derecho sobre Dios, y que podría haber tenido alguno únicamente cumpliendo la condición del pacto de obras, se separó de Dios y actuó como si poseyera determinados derechos en contra de Dios. La idea de que el mandato de Dios estaba invadiendo realmente los derechos del hombre parece haber estado ya en la mente de Eva cuando contestando la pregunta de Satanás añadió las palabras, "ni lo tocaréis", Gen 3: 3. Eva evidentemente quiso acentuar el hecho de que el mandato había sido poco razonable. Partiendo de la hipótesis de que el hombre tenía determinados derechos hasta sobre el mismo Dios, el hombre permitió que el nuevo centro, encontrado en él mismo, operara en contra de su Hacedor.
Esto explica su deseo de ser como Dios y su duda de la buena intención de Dios al darle aquel mandato. Naturalmente, se pueden distinguir diferentes elementos en el primer pecado del hombre. En el intelecto se reveló como incredulidad y orgullo; en la voluntad, mediante el deseo de ser como Dios, y en los afectos, como una profana satisfacción en comer del fruto prohibido.

EL PRIMER PECADO O LA CAÍDA, TAL COMO FUE OCASIONADA POR LA TENTACIÓN

EL PROCEDIMIENTO DEL TENTADOR

La caída del hombre fue ocasionada por la tentación de la serpiente que sembró en la mente del hombre las semillas de la desconfianza y de la incredulidad. Aunque fue, indudablemente, la intención del tentador hacer caer a Adán como cabeza del pacto, sin embargo, se dirigió a Eva, probablemente porque
1. Ella no era la cabeza del pacto y por tanto no tendría el mismo sentido de responsabilidad
2. Ella no había recibido el mandato de Dios directamente sino en forma indirecta, y consecuentemente sería más susceptible al argumento y a la duda
3. Con seguridad demostraría ser el agente más efectivo para llegar hasta el corazón de Adán. El procedimiento seguido por el tentador es perfectamente claro.
En primer lugar siembra la semilla de la duda poniendo a discusión la buena intención de Dios y sugiriendo que su mandato había sido, efectivamente, un atropello a la libertad y a los derechos del hombre.
Cuando se da cuenta, mediante la disposición de Eva, de que la semilla ya tenía raíz, añade las semillas de la incredulidad y del orgullo negando que la transgresión tuviera que resultar en muerte e intimando claramente que el mandato había sido inspirado con el propósito egoísta de conservar al hombre en sujeción. Y afirma el tentador que comiendo del árbol el hombre se volverá como Dios. Las grandes esperanzas engendradas así, indujeron a Eva a mirar ansiosamente al árbol, y mientras más lo veía, mejor le parecía el fruto. Por último el deseo le alzó la mano, y comió y le dio a su marido, y también él comió.

INTERPRETACIÓN DE LA TENTACIÓN

Se han hecho frecuentemente intentos y todavía se hacen para explicar el carácter histórico de la caída. Algunos consideran toda la narración de Génesis 3 como una alegoría que representa, por medio de una figura, la depravación propia del hombre y su cambio gradual. Barth y Brunner consideran que es un mito el relato del estado original del hombre y de su caída. La creación y la caída pertenecen no a la historia sino a la supe historia (Urgeschichte), y por tanto las dos son igualmente incomprensibles.
La historia de Génesis únicamente nos enseña que, aunque el hombre actualmente es incapaz de hacer ningún bien y está sujeto a la ley de la muerte, esto no necesariamente es así. Es posible para el hombre libertarse del pecado y la muerte mediante una vida de comunión con Dios. Tal es la vida de la que se nos da un cuadro en la historia del paraíso, y ella prefigura la vida que nos será concedida en Cristo, del cual Adán fue solamente un tipo. Pero esa no es la clase de vida que el hombre vive ahora, ni la que ha vivido desde el principio de la historia.
El paraíso no es una determinada localidad que se pueda señalar, sino el lugar en donde Dios es Señor, y donde el hombre y todas las otras criaturas son súbditos voluntarios de Él. El paraíso del pasado se encuentra más allá del ambiente de la historia humana. Barth dice: "Cuando la historia del hombre comenzó; cuando el tiempo tuvo su principio; cuando el tiempo y la historia comenzaron en donde el hombre tiene la primera y la última palabra, el paraíso ya había desaparecido". Brunner habla en un estilo semejante, cuando dice: "Precisamente con respecto a la creación preguntamos en vano: ¿Cómo, dónde y cuándo tuvo lugar eso? Y precisamente lo mismo nos pasa con la caída. La creación y la caída caen más allá de la realidad histórica visible".
Otros que no niegan el carácter histórico del relato de Génesis sostienen que la serpiente, cuando menos, no debe considerarse al pie de la letra como animal, sino únicamente como el nombre o el símbolo de la codicia, del deseo sexual, de la razón equivocada o de Satanás.
Todavía otros afirman que, lo menos que se puede decir, es que al hablar de la serpiente estamos hablando figuradamente. Pero todas estas y otras interpretaciones semejantes son insostenibles a la luz de la Escritura. Los pasajes precedentes y siguientes a Gen 3: 1-7 tienen, evidentemente, la intención de una sencilla narración histórica. Que así lo intentaron los autores bíblicos puede probarse por medio de muchas referencias importantes como Job 31: 33; Ecl. 7: 29; Isa. 43: 27; Oseas 6: 7; Rom. 5: 12, 18, y 19; I Cor. 5: 21; II Cor. Cor. 11: 3; I Tim. 2: 14, y por tanto, no tenemos derecho para afirmar que estos versículos que son parte íntegra de la narración tengan que ser interpretados figuradamente.
Además, la serpiente, en verdad, se cuenta entre los animales en Gen 3: 1; y no se demostraría buen sentido al sustituir "serpiente" por la palabra "Satanás". El castigo en Gen 3: 14 y 15 presupone una serpiente verdadera, y Pablo no imagina la serpiente de otra manera, II Cor. 11: 3.
Y aunque fuera probable imaginar a la serpiente diciendo algo en un sentido figurado por medio de sutilezas, no parece posible pensar en ella, de esa manera, conduciendo una conversación como la que tenemos en Gen 3. Todo el asunto, incluyendo las palabras de la serpiente, encuentra, indudablemente, su explicación en la operación de algún poder sobrehumano, que no se menciona en Gen 3.
La Escritura deja entender con claridad que la serpiente era, únicamente, el instrumento de Satanás, que Satanás fue el verdadero tentador que estaba operando en y por medio de la serpiente, precisamente del mismo modo como en tiempos posteriores operó en los hombres y en los puercos, Juan 8: 44; Rom. 16: 20; II Cor. 11: 3; Apoc. 12: 9. La serpiente fue el instrumento adecuado de Satanás porque él es la personificación del pecado y la serpiente simboliza al pecado en su naturaleza sutil y engañosa, y en su ponzoñoso aguijón que mata al hombre.

LA CAÍDA POR MEDIO DE LA TENTACIÓN Y LA POSIBILIDAD DE SALVACIÓN DEL HOMBRE

Se ha sugerido que el hecho de que la caída del hombre se produjera por una tentación venida de fuera puede ser una de las razones por las que el hombre puede salvarse, a diferencia de los ángeles caídos, que no estuvieron sujetos a una tentación externa, sino que cayeron por medio de los impulsos de su propia naturaleza interna. Sin embargo, nada seguro puede decirse sobre este punto.
Porque cualquiera que sea en ese sentido el significado de la tentación, en verdad no basta para explicar cómo un ser santo como Adán pudo caer en el pecado. Es imposible para nosotros decir cómo pudo encontrar la tentación su punto de contacto en una persona santa. Y todavía es más difícil explicar el origen del pecado en el mundo angelical.

LA EXPLICACIÓN EVOLUCIONISTA DEL ORIGEN DEL PECADO

Naturalmente, una teoría consistente acerca de la evolución no puede admitir la doctrina de la caída, y muchos teólogos anchos la han rechazado como compatible con la teoría de la evolución. Es cierto, que hay teólogos que son algo conservativos, por ejemplo, Denney, Gore y Orr que aceptan, aunque con reservas, la explicación evolucionista del origen del hombre, y sienten que deja lugar para la doctrina de la caída en algún sentido de la palabra.
Pero es significativo que todos ellos conciben la historia de la caída como una representación mítica o alegórica de una experiencia ética o de alguna verdadera catástrofe moral acontecida al principio de la historia con los resultados de sufrimiento y muerte. Esto significa que no aceptan la narración de la caída como una explicación verdaderamente histórica de lo que ocurrió en el jardín del Edén.
Tennant en sus conferencias hulseanas sobre The Origin and Propagation of sin da una bien detallada e interesante explicación del origen del pecado desde el punto de vista evolucionista. Comprende que el hombre no podía heredar el pecado desde sus antecesores animales, puesto que éstos no tienen pecado.
Esto significa que los impulsos, propensiones, deseos y cualidades que el hombre heredó del bruto no pueden considerarse en sí mismos como pecado. En su concepto tales tendencias constituyen únicamente el material del pecado y no se convierten en verdaderos pecados sino hasta que la conciencia moral despierta en el hombre, y se deja a dichas tendencias con el dominio necesario para determinar las acciones del hombre, contrariando la voz de la conciencia y de las sanciones éticas.
Tennant sostiene que en el curso de su desarrollo el hombre se convierte gradualmente en un ser ético con una voluntad indeterminada, y no explica cómo semejante voluntad es posible en donde la ley de la evolución prevalece, y considera que esta voluntad es la única causa del pecado. Define al pecado "como una actividad de la voluntad expresada en pensamiento, palabra o hecho contrarios a la conciencia del individuo, a su noción de lo que es bueno y justo, a su conocimiento de la ley moral y de la voluntad de Dios".
A medida que se desenvuelve la raza humana, las reglas éticas se hacen más estrictas y la ponzoña del pecado aumenta. Un ambiente pecaminoso aumenta la dificultad para abstenerse del pecado. Esta idea de Tennant no deja lugar para la caída del hombre en el sentido en que por lo general se acepta esta palabra.
De hecho, Tennant repudia explícitamente la doctrina de la caída que se reconoce en todas las grandes confesiones históricas de la Iglesia. W. H. Johnson dice: "Los críticos de Tennant convienen en que su teoría no deja lugar para el grito del corazón contrito que no solamente confiese actos definidos de pecado, sino que también declare: 'He aquí en iniquidad fui formado; hay una ley de muerte en mis miembros' ".126

RESULTADOS DEL PRIMER PECADO.

La primera transgresión del hombre tuvo los siguientes resultados:
1. La concomitancia inmediata del primer pecado, y por lo tanto, difícilmente un resultado del pecado en el estricto sentido de la palabra, fue la depravación total de la naturaleza humana. El contagio de su pecado alcanzó inmediatamente a todo el hombre sin dejar libre ninguna parte de su naturaleza, sino más bien viciando todo poder y facultad del cuerpo y del alma del hombre. Esta manifiesta corrupción del hombre se enseña claramente en la Escritura, Gen 6: 5; Sal 14: 3; Rom. 7: 18. La depravación total no significa aquí que la naturaleza humana, al momento, se haya depravado tan completamente como posiblemente lo pueda hacer. En la voluntad, esta depravación se manifestó como incapacidad espiritual.
2. Relacionada inmediatamente con lo precedente, estuvo la pérdida de la comunión con Dios por medio del Espíritu Santo. Esto es únicamente el reverso de la manifiesta corrupción mencionada en el párrafo que antecede. Los dos pueden combinarse en la afirmación sencilla de que el hombre perdió la imagen de Dios en el sentido de la justicia original. Se separó de la fuente de la vida y de la bendición, y el resultado fue una condición de muerte espiritual, Ef. 2: 1, 5, 12; 4: 18.
3. Este cambio en la nueva condición del hombre se reflejó también en su conocimiento. Tuvo primero que todo un conocimiento de depravación, que se manifestó en el sentimiento de vergüenza, y en el esfuerzo de nuestros Primeros padres para cubrir su desnudez. Y en segundo lugar, con un conocimiento de culpa que encontró expresión en una conciencia acusadora y en el temor que ella les inspiró hacia Dios.
4. No solamente la muerte espiritual sino también la física fueron resultado del primer pecado del hombre. De un estado de posse non mori descendió el estado de non posse non mori. Habiendo pecado, quedó condenado a volver al polvo de donde había sido tomado, Gen 3: 19. Pablo nos dice que por un hombre entró la muerte al mundo y alcanzó a todos los hombres, Rom. 5: 12, y que la paga del pecado es la muerte, Rom. 6: 23.
5. Este cambio también trajo un necesario cambio de residencia. El hombre fue expulsado del paraíso, porque ese jardín representaba el lugar de comunión con Dios y era símbolo de la vida más plena y de las más grandes bendiciones reservadas para el hombre si hubiera permanecido sin caer. Se le impidió acercarse al árbol de la vida, porque ese árbol era el símbolo de la vida prometida en el pacto de obras.
PREGUNTAS PARA AMPLIAR EL ESTUDIO
1. ¿Qué teorías diferentes hay acerca del origen del pecado?
2. ¿Qué prueba bíblica hay de que el pecado tuvo su origen en el mundo angelical?
3. ¿Puede sostenerse a la luz de la Biblia la interpretación alegórica del relato de la caída?
4. ¿Hay algún lugar para acomodar la caída en la teoría de la evolución?
5. ¿Quiso Dios la caída del hombre, o simplemente la permitió?
6. ¿Qué objeciones hay a la idea de que las almas de los hombres pecaron en una existencia previa?
7. ¿Estuvo Dios en lo justo al hacer que el estado espiritual de la humanidad, en general, fuera contingente con la obediencia o la desobediencia del primer hombre?
8. ¿Qué es lo que quieren decir Barth y Brunner cuando hablan de la caída del hombre considerándola súper histórica?
9. ¿Por qué es que la doctrina del pacto de obras encuentra tan poca aceptación fuera de los círculos Reformados?
10. ¿Cómo se explica el extendido descuido en que se tiene actualmente a esta doctrina?

11. ¿Por qué es importante mantener esta doctrina?