EL HOMBRE EN EL PACTO DE OBRAS

INTRODUCCIÓN

La discusión del estado original del hombre, el status integritatis, no quedaría completo sin considerar la relación mutua entre Dios y el hombre y especialmente el origen y naturaleza de la vida religiosa del hombre. Aquella vida estuvo enraizada en un pacto, precisamente como está la vida cristiana de hoy, y aquel pacto se conoce con varios nombres, como el pacto de la naturaleza, el pacto de vida, el pacto edénico y el pacto de obras.
El primer nombre que fue muy común en su principio, fue abandonado gradualmente porque se prestaba a dar la impresión de que este pacto era sencillamente una parte de la relación natural en la que el hombre estuvo con Dios. Los nombres segundo y tercero no son lo suficientemente claros, puesto que ambos podrían aplicarse al pacto de gracia que ciertamente es un pacto de vida, y que también tuvo su origen en el Edén, Gen 3: 15. En consecuencia el nombre "pacto de obras" merece la preferencia.

LA DOCTRINA DEL PACTO DE OBRAS EN LA HISTORIA

La historia de la doctrina del pacto de obras es comparativamente breve. Entre los Padres de la Iglesia primitiva la idea del pacto raramente se encuentra, aunque los elementos que ella incluye, es decir, el mandato probatorio, la libertad de elección y la posibilidad del pecado y la muerte, todos se mencionan. Agustín en su obra La Ciudad de Dios habla de la relación en la que Adán estuvo originalmente con Dios, llamándola un pacto (testamentum,  pactum), en tanto que algunos otros infirieron la relación del pacto original de pasajes bien conocidos como el de Oseas 6: 7.
En la literatura escolástica y también en los escritos de los Reformadores, todos los elementos que posteriormente entraron en la construcción de la doctrina del pacto de obras estuvieron presentes, pero la doctrina misma todavía no estaba desarrollada. Aunque contenían algunas expresiones que señalaban hacia la imputación del pecado de Adán a todos sus descendientes, es claro que la transmisión del pecado como un todo se concebía de una manera directa por generación, más bien que indirecta por representación, (federal).
Thornwell dice en su análisis de los Institutos de Calvino: "No se apoderaron de la idea de la representación del pacto, como debían haberlo hecho; sino que en lugar de eso se posesionaron de un realismo místico".115 El desarrollo de la doctrina del pacto de gracia precedió al de la doctrina del pacto de obras y pavimentó el camino para éste. Cuando se vio claramente que la Escritura representaba el camino de salvación en la forma de un pacto, el paralelo que Pablo delinea en Rom. 5 entre Adán y Cristo pronto dio ocasión para imaginar también el estado de integridad como un pacto.
Según Heppe la primera obra en la que se expuso la representación en el sistema del pacto con el camino de salvación, fue el Compendium of the Christian Religion, de Bullinger; y Olevianus fue el verdadero fundador de la teología del pacto bien desarrollada, en la cual el concepto del pacto se convierte por vez primera en el principio constitutivo y determinativo de todo el sistema.116 La teología del pacto pasó de las Iglesias Reformadas de Suiza y Alemania a los Países Bajos y a las Islas Británicas, especialmente a Escocia.
En los Países Bajos sus primitivos representantes fueron Gomarus, Trelcatius, Rayensperger y especialmente Cloppenburg. Este último se considera como el precursor de Coccejus a quien con frecuencia se le llama indebidamente "el padre de la teología del pacto". Lo que en verdad distingue a Coccejus es el hecho, de que al menos en parte, procuró sustituir el antiguo método del estudio de la teología, el escolástico, muy común en su día, por lo que él consideró que era un método más bíblico. Lo siguieron en este camino Burmannus y Witsius. Coccejus y sus seguidores no fueron los únicos que sostuvieron la doctrina del pacto de obras. Lo mismo hizo los otros como Voetius, Mastricht, á Marck, y De Moor.
Ypeij y Dermout hacen notar que en aquellos días se consideraba como herejía negar el pacto de obras.117 Los socinianos rechazaron por completo esta doctrina, puesto que no creían en la imputación del pecado de Adán a sus descendientes; y lo mismo hicieron algunos de los arminianos, como Episcopius, Limborgh, Venema y J. Alting, que la llamaron una doctrina humana. A mediados del Siglo XVIII, cuando la doctrina del pacto en los Países Bajos casi había pasado al olvido, Comrie y Holtius en su Examen van het Ontwerp van Tolerantie una vez más la trajeron a la atención de la Iglesia.
En Escocia se escribieron varias obras importantes sobre los pactos, incluyendo el pacto de obras, como fueron las de Fisher (Marrow of Modern Divinity), Ball, Blake, Gib y Boston. Walker dice:
"La antigua teología de Escocia debe describirse enfáticamente como teología del pacto.”
La doctrina encontró reconocimiento oficial en la Confesión de Westminster, y en la Formula Consensus Helvética. Es significativo que la doctrina de obras encontrara escasísima respuesta en la teología católico romana y en la luterana. Esto se explica por su actitud hacia la doctrina de la imputación inmediata del pecado de Adán a sus descendientes. Bajo la influencia del racionalismo y de la teoría de Placaeus, de la imputación mediata, que también encontró aceptación en la teología de Nueva Inglaterra, la doctrina del pacto fue eclipsándose gradualmente.
Hasta eruditos conservadores como Doedes y Van Oosterzee en los Países Bajos le rechazaron y tuvo muy poca vida en la teología de Nueva Inglaterra. En Escocia la situación no fue mucho mejor. Hugh Martin ya había escrito en su libro sobre La Expiación (publicado en 1887): "Tememos que ya sea un hecho actual que la teología del pacto está sufriendo un gran descuido, lo que nada bueno nos promete para el futuro inmediato de la Iglesia entre nosotros".
Y en tanto que, en nuestra propia tierra (EE. UU. A.), los eruditos presbiterianos como los Hodges, Thorwell, Breckenridge y Dabney tomaron cuenta debida de la doctrina en sus obras teológicas, en las Iglesias que ellos representaron casi ha perdido toda su vitalidad. En los Países Bajos ha habido un resurgimiento de la teología del pacto bajo la influencia de Kuyper y Bavinck, y por la gracia de Dios todavía sigue siendo una realidad viva en el corazón y la mente del pueblo.

EL FUNDAMENTO ESCRITURAL DE LA DOCTRINA DEL PACTO DE OBRAS.

La extendida negación que se hace del pacto de obras nos obliga a examinar con cuidado su fundamento escritural.

LOS ELEMENTOS DE UN PACTO ESTÁN PRESENTES EN EL RELATO PRIMITIVO

Debe admitirse que el término "pacto" no se encuentra en los primeros tres capítulos del Génesis; pero esto no quiere decir que no contengan los datos necesarios para la construcción de una doctrina del pacto. Difícilmente podría uno inferir que la doctrina de la Trinidad no tiene fundamento en la Biblia partiendo de la ausencia en ella del término "trinidad".
Todos los elementos de un pacto están indicados en la Escritura, y si los elementos están presentes, no solamente tenemos derecho sino que, en un estudio sistemático de la doctrina, también estamos en el deber de relacionar esos elementos entre sí y de darle un nombre adecuado a la doctrina de ese modo construida. En el caso que tenemos a nuestra consideración se nombran dos partes, se pone una condición, se implica claramente una promesa de recompensa a la obediencia, y se advierte una pena por la transgresión.
Todavía se objetará que nada leemos acerca de que las dos partes hayan llegado a un acuerdo, ni de que Adán haya aceptado los términos propuestos; pero esto no es una objeción insuperable. En los casos de Noé y de Abraham tampoco leemos de un explícito acuerdo y aceptación de parte del hombre. Dios y el hombre no aparecen como iguales en ninguno de estos pactos. Todos los pactos de Dios son de la naturaleza de las disposiciones soberanas impuestas al hombre.
Dios es absolutamente soberano en sus tratos con el hombre, y tiene perfecto derecho de imponerle las condiciones con que tendrá que encontrarse para disfrutar del favor divino. Además Adán estaba, en virtud de su relación natural, obligado a obedecer a Dios; y cuando se estableció con él la, relación del pacto, esta obediencia se convirtió para él en asunto de interés propio.
Cuando Dios entra en relaciones de pacto con los hombres, El es el que pone las condiciones que son siempre muy bondadosas, de tal manera que desde este punto de vista, El tiene perfecto derecho a esperar que el hombre convenga en ellas. En el caso que estamos considerando, Dios ni siquiera tuvo que anunciar el pacto, ya que el estado perfecto en el que Adán vivía era garantía suficiente para su aceptación.

HUBO UNA PROMESA DE VIDA ETERNA

Algunos niegan que haya evidencia escritural de una promesa semejante. Para nosotros es perfectamente cierto que no se asienta explícitamente esa promesa; pero está implicada con toda claridad en la alternativa de muerte como el resultado de desobediencia. La implicación clara de la advertencia del castigo es que en el caso de obediencia la muerte no entraría, y esto puede significar únicamente la continuación de la vida natural de Adán, y no lo que la Biblia llama vida eterna.
Pero la idea bíblica de la vida, es vida en comunión con Dios; y esta es la vida que Adán poseía aun cuando en su caso estaba en posibilidad de perderla. Si Adán hubiera triunfado en la prueba, esta vida no solamente habría seguido siendo suya, sino que también habría dejado de ser perdible y por lo tanto se levantaría a un plano más elevado. Pablo nos dice explícitamente en Rom. 7: 10 que el mandamiento de la ley era para vida. Al comentar este versículo Hodge dice: "La ley estuvo designada y adaptada para asegurar la vida; pero se convirtió de hecho en causa de muerte". Esto también está claramente indicado en pasajes como Rom. 10: 5; Gál. 3: 13. Se admite, generalmente, que esta promesa gloriosa de una vida sin fin no estaba en manera alguna implicada en la relación natural que Adán guardaba con Dios, sino que tenía una base diferente.
Pero admitir que aquí hay algo positivo, una condescendencia especial de Dios, ya es una aceptación del principio de pacto. Todavía debe quedar alguna duda respecto a lo adecuado del nombre "Pacto de Obras"; pero no queda ninguna objeción válida en contra de la idea de pacto.

EL PACTO DE GRACIA ES FUNDAMENTALMENTE, NADA MAS, LA EJECUCIÓN DEL ACUERDO HECHO CON CRISTO COMO NUESTRO FIADOR

Cristo emprendió libremente el cumplimiento de la voluntad de Dios. Se colocó bajo la ley, para que pudiera redimir a los que estaban bajo la ley, y que ya no tenían recursos para alcanzar la vida mediante su propia obediencia a la ley. Vino para hacer lo que Adán no pudo hacer, y lo hizo en virtud de un convenio pactado. Si esto es así y el pacto de gracia, en todo lo que a Cristo corresponde, es simplemente la ejecución del convenio original, se deduce que este último también debe haber sido de la naturaleza de un pacto. Y puesto que Cristo cumplió la condición del pacto de obras, el hombre puede ahora reconocer el fruto del convenio original por medio de la fe en Jesucristo.
Hay dos caminos de la vida que son en sí mismos caminos de vida, el uno es el camino de la ley: "El hombre que hiciere la justicia que es por la ley vivirá por ella", pero este es el camino por el cual el hombre ya no puede encontrar la vida; y el otro es el camino de la fe en Jesucristo, quien habiendo cumplido las demandas de la ley puede dispensar la bendición de la vida eterna.

PARALELO ENTRE ADAN Y CRISTO

El paralelo que Pablo traza entre Adán y Cristo en Rom. 5: 12-21, en relación con la doctrina de la justificación, puede explicarse únicamente sobre la suposición de que Adán como Cristo, fue la cabeza de un pacto. Según Pablo el elemento esencial en la justificación consiste en esto, en que la justicia de Cristo se nos imputa sin ninguna obra perfecta o mérito de nuestra parte, y considera que esto constituye un paralelo perfecto en cuanto a la manera en que la culpa de Adán se nos imputa. Esto conduce, naturalmente, a la conclusión de que Adán también permaneció en la relación del pacto en cuanto a sus descendientes.
EL PASAJE DE OSEAS 6: 7
En Oseas 6: 7 leemos: "Pero ellos como Adán quebrantaron el pacto". Se han hecho intentos para desacreditar esta traducción. Algunos han sugerido que se lea "en Adán", (como lugar geográfico), lo que implicaría que habían cometido la transgresión en algún lugar llamado Adán. Pero la preposición (hebrea) impide esta traducción.
Además, la Biblia no hace mención para nada de alguna bien conocida e histórica transgresión acontecida en Adán. La versión autorizada traduce "como hombres", que entonces tendría el significado de, al modo de los hombres. A esto se debe objetar que en el original no hay plural, y que semejante declaración no tendría sentido, puesto que los hombres difícilmente podrían transgredir en otra forma que no fuera humana. La traducción "como Adán", es, después de todo, la mejor.
Tiene el apoyo del pasaje paralelo de Job 31: 33; ha sido adoptada por la Versión Americana Revisada (American Revised Version). Consúltese para los textos de Oseas 6:1 y Job 31: 33 la Versión Moderna, que en los pasajes de que se trata, es consistente en la traducción, según el sentido que aquí sostiene el autor. (N. del T.)

LOS ELEMENTOS DEL PACTO DE OBRAS

Deben distinguirse los siguientes elementos:

LAS PARTES CONTRATANTES

De una parte está el Dios trino, Creador y Señor, y de la otra, Adán como su criatura dependiente. Debemos distinguir entre los dos una doble relación:
1. LA RELACIÓN NATURAL. Cuando Dios creó al hombre, estableció por ese mismo hecho, una relación natural entre Él y el hombre. Era una relación parecida a la que hay entre el alfarero y el barro, entre un soberano absoluto y un vasallo desprovisto de todo merecimiento. De hecho, la distancia entre los dos era tan grande que la figura del alfarero y el barro ni siquiera da una expresión adecuada al respecto. Era tan grande que una vida en comunión entre tino y otro estaba fuera de toda discusión.
Como criatura de Dios el hombre estaba, naturalmente, bajo la ley, y en el deber de guardarla. Y en tanto que la transgresión de la ley lo hacía susceptible del castigo, la obediencia a ella no constituía la base para crear derecho a recompensa. Aun cuando él hubiera cumplido con todo lo que de él se requería, habría tenido que decir, soy únicamente un siervo inútil, porque nada he hecho sino nada más lo que estaba en mí deber hacer.
Bajo esta relación puramente natural el hombre nada podía haber merecido. Pero aunque la distancia infinita entre Dios y el hombre excluye en apariencia una vida de comunión entre uno y otro, el hombre fue creado precisamente para esa comunión, y la posibilidad de ella ya estaba lograda al ser creado a la imagen de Dios. En esta relación, natural Adán fue el padre de la raza humana.
2. LA RELACIÓN DE PACTO. Sin embargo, desde el mero principio, Dios se reveló no solamente como un soberano y legislador absoluto, sino también como un padre amante que buscaba el bienestar y la felicidad de su criatura dependiente.
Condescendió en acercarse al nivel del hombre para revelársele como un amigo, y para hacer al hombre capaz de mejorar su condición en el camino de la obediencia.
Además de la relación natural Dios por medio de un decreto positivo estableció bondadosamente una relación de pacto. Entró con el hombre en un convenio legal en el cual incluyó todos los requerimientos y obligaciones implicados por la naturaleza del hombre como criatura, pero al mismo tiempo añadió otros nuevos elementos.
A. Adán fue constituido como cabeza representativa de la raza humana, de manera que podía actuar a nombre de todos sus descendientes.
B. Quedó sujeto por un tiempo a prueba, para determinar si voluntariamente había de sujetarse o no a la voluntad de Dios.
C. Se le dio la promesa de la vida eterna en el camino de la obediencia, y fue así como por medio de la bondadosa disposición de Dios adquirió ciertos derechos condicionales, Este pacto capacitó a Adán para que en el camino de la obediencia obtuviera vida eterna para él y para sus descendientes.

LA PROMESA DEL PACTO

La gran promesa del pacto de obras fue la promesa de la vida eterna. Los que niegan el pacto de obras, generalmente, basan su negación, en parte, sobre el hecho de que no hay constancia de tal promesa en la Biblia. Es perfectamente cierto que la Escritura no contiene una promesa explícita de vida eterna para Adán. Pero la amenaza del castigo implica, en verdad, tal promesa. Cuando el Señor dice, "porque en el día que de él comieres morirás", su declaración encierra claramente que si Adán se abstiene de comer, no morirá, sino que se levantará más arriba de la posibilidad de la muerte.
La promesa envuelta, ciertamente, no puede significar la de que, en caso de obediencia, Adán podría seguir viviendo en la forma en que ya vivía, es decir, continuar simplemente la vida natural ordinaria, porque esa vida ya era suya en virtud de su creación, y por tanto, no puede considerarse como recompensa de la obediencia. La promesa implicada, evidentemente, era la de una vida elevada hasta su más alto desarrollo en bendición y gloria perennales.
Adán ciertamente fue creado en un estado de verdadera santidad, y también era inmortal en el sentido de que no estaba sujeto a la ley de la muerte. Pero estaba apenas al principio de su carrera y todavía no poseía los más altos privilegios reservados para el hombre. Todavía no se había levantado más arriba de la posibilidad de error, pecado y muerte. Todavía no estaba en posesión del más alto grado de santidad, ni gozaba de la vida en toda su plenitud.
La imagen de Dios en el hombre todavía estaba limitada por la posibilidad de que el hombre pecara contra Dios, tomándose del bien al mal y convirtiéndose en súbdito del poder de la muerte. La promesa de la vida en el pacto de obras era una promesa de eliminar todas las limitaciones de la vida a las que Adán aún estaba sujeto, y de levantarla al más alto grado de perfección. Cuando Pablo dice en Rom. 7: 10 que el mandamiento era para vida, se refiere a la vida en el más completo sentido de la palabra. El principio del pacto de obras era: que el hombre que hace estas cosas vivirá por ellas; y este principio se repite una y otra vez en la Escritura, Lev. 18: 5; Ezeq. 20: 11, 13, 20; Luc. 10:28; Rom. 10: 5; Gál. 3: 12.

LA CONDICIÓN DEL PACTO

La promesa en el pacto de obras no fue incondicional. La condición era 'una implícita y perfecta obediencia. La ley divina no puede demandar menos que eso, y el mandato positivo de no comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal relacionado como estaba con una cosa indiferente en sí misma, era manifiestamente una prueba de obediencia pura en el sentido absoluto de la palabra.
El hombre estaba, por consiguiente, sujeto también a la ley moral de Dios, la cual tenía escrita en las tablas de su corazón. Sabía esto por naturaleza, de manera que no era necesario revelárselo sobrenaturalmente corno lo fue la prueba especial. Esencialmente, la ley moral, como Adán la conoció, era, a no dudarlo, parecida a los Diez Mandamientos; pero su forma era diferente.
Tal como actualmente la tenemos, la ley moral presupone un conocimiento del pecado y, por tanto, es completamente negativa; sin embargo, en el corazón de Adán debe haber tenido un carácter positivo. Pero precisamente por ser positivo no le traía a su conocimiento la posibilidad de pecar. En consecuencia, tuvo que añadírsele un mandato negativo. Además, para que la prueba de Adán fuera pruebe de obediencia pura, Dios consideró necesario añadir a los mandamientos percibidos por Adán como naturales y racionales, un mandamiento que, en cierto sentido, era arbitrario e indiferente.
De esta manera las demandas de la ley quedaron, por decirlo así, concentradas en un solo punto. El gran problema que tenía que determinarse era si el hombre obedecería a Dios implícitamente, o seguiría la dirección de su propio juicio. El Doctor Bavinck dice: "El mandamiento probatorio colocó a Adán delante de la alternativa: Dios o el hombre, la palabra divina o el discernimiento humano, la obediencia implícita o la investigación propia, la fe o la duda".

EL CASTIGO DEL PACTO

El castigo que se anunció fue la muerte, y el significado de esto puede captarse mejor tomando en cuenta lo que significa, generalmente, este término cuando se usa en la Escritura, y también considerando los males que vinieron sobre el culpable al ser ejecutado el castigo. Evidentemente se trata de la muerte en el sentido más inclusivo de la palabra, que abarca la muerte física, la espiritual y la eterna. La idea fundamental de la muerte en la Escritura no es la extinción del ser, sino el quedar separado de la fuente de la vida, con la resultante disolución, o miseria y dolor.
Fundamentalmente, la muerte consiste en que el alma sea separada de Dios, lo que se manifiesta en la miseria espiritual, y termina por fin en la muerte eterna. Pero también incluye la separación del cuerpo y del alma con la consiguiente disolución del cuerpo. Indudablemente la ejecución del castigo comenzó al instante siguiente a la primera transgresión.
La muerte espiritual entró instantáneamente, y las semillas de la muerte comenzaron también en ese instante a operar en el cuerpo. La ejecución plena de la sentencia, sin embargo, no siguió al instante, sino que se demoró debido a que Dios inmediatamente introdujo la economía de la gracia y de la restauración.

LOS SACRAMENTOS, O EL SACRAMENTO DEL PACTO

No tenemos en la Escritura una información definida respecto a los sacramentos o sellos de este pacto. Por lo mismo hay una gran diversidad de opiniones sobre el asunto. Algunos hablan de cuatro: El árbol de la vida, el árbol del conocimiento del bien y del mal, el paraíso y el sábado; otros hablan de tres: los dos árboles y el paraíso; otros hablan de dos: el árbol de la vida y el paraíso y todavía otros de uno solo; el árbol de la vida. La última opinión es la más aceptada, y parece ser la única que encuentra algún apoyo en la Escritura.
No debemos pensar que el fruto de este árbol haya tenido propiedades mágicas o medicinales para operar la inmortalidad en la estructura de Adán. Sin embargo, estaba de algún modo relacionado con el don de la vida. Con toda probabilidad el árbol y su fruto deben concebirse como un símbolo apropiado de la vida, o como el sello de ésta.
Consecuentemente, cuando Adán perdió la promesa se vio privado del serial. Considerando así las palabras de Gen 3: 22. Tienen que entenderse sacramentales.

EL ESTADO PRESENTE DEL PACTO DE OBRAS

Con respecto a la pregunta de que si el pacto de obras todavía está en vigencia o quedó abrogado al tiempo de la caída de Adán, hay una considerable diferencia de opinión entre arminianos y teólogos Reformados.
EL CONCEPTO ARMINIANO
Los arminianos sostienen que este pacto legal quedó completamente abrogado con la caída de Adán y lo arguyen de la manera siguiente:
1. La promesa quedó entonces revocada y por esto quedó anulado el pacto, y donde no hay pacto no puede haber obligación.
2. Dios no podría continuar exigiendo obediencia del hombre cuando éste era ya por naturaleza incapaz, y la gracia de Dios no lo capacitaba para rendir el servicio requerido.
3. Sería derogatorio de la sabiduría de Dios, de su santidad y de su majestad invitar a una criatura depravada al servicio de un amor santo e íntegro.
Sostienen los arminianos que Dios estableció un nuevo pacto y decretó una nueva ley, la ley de la fe y de la obediencia evangélica, la cual el hombre a pesar de sus potencias ya dañadas puede guardar cuando tiene la capacitante ayuda de la gracia común, o de la gracia en la medida necesaria. Sin embargo, las consideraciones siguientes militan en contra de este concepto
4. Las obligaciones que para con Dios tiene el hombre nunca estuvieron fundadas únicamente en los requerimientos del pacto sino más que todo en la relación natural que tenía con Dios. Esta relación natural quedó incorporada en la relación de pacto.
5. La incapacidad del hombre es culpa del hombre mismo, y por tanto no puede librarlo de su justa obligación. Las limitaciones que él mismo se impone, su criminal y voluntaria enemistad en contra de Dios no impiden al Soberano Gobernante del universo el derecho de demandar de su criatura el servicio sincero y amante que su Creador merece.
6. La reductio ad absurdum del concepto arminiano es que el pecador puede alcanzar completa emancipación de sus justas obligaciones, por medio del pecado. Mientras más peca un hombre, más será esclavo del pecado y más incapaz será de hacer el bien; y mientras más se hunda en esta esclavitud que lo despoja de su capacidad para el bien, menos responsable será. Si el hombre continúa pecando cuanto sea necesario, se encontrará al fin absuelto de toda responsabilidad moral.
EL CONCEPTO REFORMADO
Aun algunos teólogos Reformados hablan de la abrogación del pacto legal y procuran probarlo con pasajes como Heb. 8: 13. Esto levanta naturalmente la pregunta de si es así o no, y hasta qué punto el pacto de obras puede considerarse todavía en vigor. Generalmente se conviene en que ningún cambio en el estado legal del hombre puede jamás abrogar la autoridad de la ley; que los derechos de Dios a la obediencia de sus criaturas no caducan porque éstas caigan en pecado y porque los efectos del pecado las incapaciten; que la paga del pecado sigue siendo la muerte; y que sigue requiriéndose una perfecta obediencia para alcanzar la vida eterna. Esto significa, con respecto a la pregunta de que estamos tratando, lo siguiente:
1. Que el pacto de obras no está abrogado:
A. Hasta donde la relación natural del hombre con Dios estuvo incorporada en el pacto de obras, puesto que el hombre siempre le debe a Dios obediencia perfecta;
B. Hasta donde tiene que ver con la maldición y el castigo para aquellos que continúan en pecado; y:
C. Hasta donde la promesa condicional sigue vigente. Dios podría haber retirado esta promesa; pero no lo hizo, Lev. 18: 5; Rom. 10: 5; Gál. 3: 12. Sin embargo, es evidente que después de la caída ninguno ha podido cumplir con esta condición.
2. Que el pacto de obras está abrogado:
A. Hasta donde, actualmente, contiene nuevos y positivos elementos, para aquellos que están bajo el pacto de la gracia; esto no quiere decir que sencillamente se le haya puesto a un lado y se le haya olvidado sino que las obligaciones que impone fueron cumplidas por el Mediador de su pueblo; y:

b. Como el medio indicado para alcanzar la vida eterna, porque para eso ya no tiene poder una vez que el hombre cayó.