INTRODUCCIÓN
La discusión del estado original del hombre, el status
integritatis, no quedaría completo sin considerar la relación mutua entre Dios
y el hombre y especialmente el origen y naturaleza de la vida religiosa del
hombre. Aquella vida estuvo enraizada en un pacto, precisamente como está la
vida cristiana de hoy, y aquel pacto se conoce con varios nombres, como el pacto
de la naturaleza, el pacto de vida, el pacto edénico y el pacto de obras.
El primer nombre que fue muy común en su principio, fue
abandonado gradualmente porque se prestaba a dar la impresión de que este pacto
era sencillamente una parte de la relación natural en la que el hombre estuvo
con Dios. Los nombres segundo y tercero no son lo suficientemente claros,
puesto que ambos podrían aplicarse al pacto de gracia que ciertamente es un
pacto de vida, y que también tuvo su origen en el Edén, Gen 3: 15. En consecuencia
el nombre "pacto de obras" merece la preferencia.
LA DOCTRINA DEL
PACTO DE OBRAS EN LA HISTORIA
La historia de la doctrina del pacto de obras es
comparativamente breve. Entre los Padres de la Iglesia primitiva la idea del
pacto raramente se encuentra, aunque los elementos que ella incluye, es decir,
el mandato probatorio, la libertad de elección y la posibilidad del pecado y la
muerte, todos se mencionan. Agustín en su obra La Ciudad de Dios habla de la relación
en la que Adán estuvo originalmente con Dios, llamándola un pacto (testamentum, pactum), en tanto que algunos otros
infirieron la relación del pacto original de pasajes bien conocidos como el de
Oseas 6: 7.
En la literatura escolástica y también en los escritos de los
Reformadores, todos los elementos que posteriormente entraron en la
construcción de la doctrina del pacto de obras estuvieron presentes, pero la
doctrina misma todavía no estaba desarrollada. Aunque contenían algunas
expresiones que señalaban hacia la imputación del pecado de Adán a todos sus
descendientes, es claro que la transmisión del pecado como un todo se concebía
de una manera directa por generación, más bien que indirecta por representación,
(federal).
Thornwell dice en su análisis de los Institutos de Calvino:
"No se apoderaron de la idea de la representación del pacto, como debían
haberlo hecho; sino que en lugar de eso se posesionaron de un realismo
místico".115 El desarrollo de la doctrina del pacto de gracia precedió al
de la doctrina del pacto de obras y pavimentó el camino para éste. Cuando se
vio claramente que la Escritura representaba el camino de salvación en la forma
de un pacto, el paralelo que Pablo delinea en Rom. 5 entre Adán y Cristo pronto
dio ocasión para imaginar también el estado de integridad como un pacto.
Según Heppe la primera obra en la que se expuso la
representación en el sistema del pacto con el camino de salvación, fue el
Compendium of the Christian Religion, de Bullinger; y Olevianus fue el verdadero
fundador de la teología del pacto bien desarrollada, en la cual el concepto del
pacto se convierte por vez primera en el principio constitutivo y determinativo
de todo el sistema.116 La teología del pacto pasó de las Iglesias Reformadas de
Suiza y Alemania a los Países Bajos y a las Islas Británicas, especialmente a
Escocia.
En los Países Bajos sus primitivos representantes fueron
Gomarus, Trelcatius, Rayensperger y especialmente Cloppenburg. Este último se
considera como el precursor de Coccejus a quien con frecuencia se le llama
indebidamente "el padre de la teología del pacto". Lo que en verdad distingue
a Coccejus es el hecho, de que al menos en parte, procuró sustituir el antiguo método
del estudio de la teología, el escolástico, muy común en su día, por lo que él consideró
que era un método más bíblico. Lo siguieron en este camino Burmannus y Witsius.
Coccejus y sus seguidores no fueron los únicos que sostuvieron la doctrina del pacto
de obras. Lo mismo hizo los otros como Voetius, Mastricht, á Marck, y De Moor.
Ypeij y Dermout hacen notar que en aquellos días se consideraba
como herejía negar el pacto de obras.117 Los socinianos rechazaron por completo
esta doctrina, puesto que no creían en la imputación del pecado de Adán a sus descendientes;
y lo mismo hicieron algunos de los arminianos, como Episcopius, Limborgh,
Venema y J. Alting, que la llamaron una doctrina humana. A mediados del Siglo
XVIII, cuando la doctrina del pacto en los Países Bajos casi había pasado al
olvido, Comrie y Holtius en su Examen van het Ontwerp van Tolerantie una vez
más la trajeron a la atención de la Iglesia.
En Escocia se escribieron varias obras importantes sobre los
pactos, incluyendo el pacto de obras, como fueron las de Fisher (Marrow of
Modern Divinity), Ball, Blake, Gib y Boston. Walker dice:
"La antigua teología de Escocia debe describirse
enfáticamente como teología del pacto.”
La doctrina encontró reconocimiento oficial en la Confesión de
Westminster, y en la Formula Consensus Helvética. Es significativo que la
doctrina de obras encontrara escasísima respuesta en la teología católico
romana y en la luterana. Esto se explica por su actitud hacia la doctrina de la
imputación inmediata del pecado de Adán a sus descendientes. Bajo la influencia
del racionalismo y de la teoría de Placaeus, de la imputación mediata, que
también encontró aceptación en la teología de Nueva Inglaterra, la doctrina del
pacto fue eclipsándose gradualmente.
Hasta eruditos conservadores como Doedes y Van Oosterzee en los
Países Bajos le rechazaron y tuvo muy poca vida en la teología de Nueva
Inglaterra. En Escocia la situación no fue mucho mejor. Hugh Martin ya había
escrito en su libro sobre La Expiación (publicado en 1887): "Tememos que
ya sea un hecho actual que la teología del pacto está sufriendo un gran
descuido, lo que nada bueno nos promete para el futuro inmediato de la Iglesia
entre nosotros".
Y en tanto que, en nuestra propia tierra (EE. UU. A.), los
eruditos presbiterianos como los Hodges, Thorwell, Breckenridge y Dabney
tomaron cuenta debida de la doctrina en sus obras teológicas, en las Iglesias
que ellos representaron casi ha perdido toda su vitalidad. En los Países Bajos
ha habido un resurgimiento de la teología del pacto bajo la influencia de
Kuyper y Bavinck, y por la gracia de Dios todavía sigue siendo una realidad
viva en el corazón y la mente del pueblo.
EL FUNDAMENTO
ESCRITURAL DE LA DOCTRINA DEL PACTO DE OBRAS.
La extendida negación que se hace del pacto de obras nos obliga
a examinar con cuidado su fundamento
escritural.
LOS ELEMENTOS DE
UN PACTO ESTÁN PRESENTES EN EL RELATO PRIMITIVO
Debe admitirse que el término "pacto" no se encuentra
en los primeros tres capítulos del Génesis; pero esto no quiere decir que no
contengan los datos necesarios para la construcción de una doctrina del pacto.
Difícilmente podría uno inferir que la doctrina de la Trinidad no tiene
fundamento en la Biblia partiendo de la ausencia en ella del término "trinidad".
Todos los elementos de un pacto están indicados en la Escritura,
y si los elementos están presentes, no solamente tenemos derecho sino que, en
un estudio sistemático de la doctrina, también estamos en el deber de
relacionar esos elementos entre sí y de darle un nombre adecuado a la doctrina
de ese modo construida. En el caso que tenemos a nuestra consideración se
nombran dos partes, se pone una condición, se implica claramente una promesa de
recompensa a la obediencia, y se advierte una pena por la transgresión.
Todavía se objetará que nada leemos acerca de que las dos partes
hayan llegado a un acuerdo, ni de que Adán haya aceptado los términos
propuestos; pero esto no es una objeción insuperable. En los casos de Noé y de
Abraham tampoco leemos de un explícito acuerdo y aceptación de parte del
hombre. Dios y el hombre no aparecen como iguales en ninguno de estos pactos.
Todos los pactos de Dios son de la naturaleza de las disposiciones soberanas
impuestas al hombre.
Dios es absolutamente soberano en sus tratos con el hombre, y
tiene perfecto derecho de imponerle las condiciones con que tendrá que encontrarse
para disfrutar del favor divino. Además Adán estaba, en virtud de su relación natural,
obligado a obedecer a Dios; y cuando se estableció con él la, relación del
pacto, esta obediencia se convirtió para él en asunto de interés propio.
Cuando Dios entra en relaciones de pacto con los hombres, El es
el que pone las condiciones que son siempre muy bondadosas, de tal manera que
desde este punto de vista, El tiene perfecto derecho a esperar que el hombre
convenga en ellas. En el caso que estamos considerando, Dios ni siquiera tuvo
que anunciar el pacto, ya que el estado perfecto en el que Adán vivía era garantía
suficiente para su aceptación.
HUBO UNA PROMESA DE VIDA ETERNA
Algunos niegan que haya evidencia escritural de una promesa
semejante. Para nosotros es perfectamente cierto que no se asienta
explícitamente esa promesa; pero está implicada con toda claridad en la
alternativa de muerte como el resultado de desobediencia. La implicación clara
de la advertencia del castigo es que en el caso de obediencia la muerte no entraría,
y esto puede significar únicamente la continuación de la vida natural de Adán,
y no lo que la Biblia llama vida eterna.
Pero la idea bíblica de la vida, es vida en comunión con Dios; y
esta es la vida que Adán poseía aun cuando en su caso estaba en posibilidad de perderla.
Si Adán hubiera triunfado en la prueba, esta vida no solamente habría seguido siendo
suya, sino que también habría dejado de ser perdible y por lo tanto se
levantaría a un plano más elevado. Pablo nos dice explícitamente en Rom. 7: 10
que el mandamiento de la ley era para vida. Al comentar este versículo Hodge
dice: "La ley estuvo designada y adaptada para asegurar la vida; pero se
convirtió de hecho en causa de muerte". Esto también está claramente
indicado en pasajes como Rom. 10: 5; Gál. 3: 13. Se admite, generalmente, que
esta promesa gloriosa de una vida sin fin no estaba en manera alguna implicada
en la relación natural que Adán guardaba con Dios, sino que tenía una base diferente.
Pero admitir que aquí hay algo positivo, una condescendencia
especial de Dios, ya es una aceptación del principio de pacto. Todavía debe
quedar alguna duda respecto a lo adecuado del nombre "Pacto de
Obras"; pero no queda ninguna objeción válida en contra de la idea de
pacto.
EL PACTO DE GRACIA ES FUNDAMENTALMENTE, NADA MAS,
LA EJECUCIÓN DEL ACUERDO HECHO CON CRISTO COMO NUESTRO FIADOR
Cristo emprendió libremente el cumplimiento de la voluntad de
Dios. Se colocó bajo la ley, para que pudiera redimir a los que estaban bajo la
ley, y que ya no tenían recursos para alcanzar la vida mediante su propia
obediencia a la ley. Vino para hacer lo que Adán no pudo hacer, y lo hizo en
virtud de un convenio pactado. Si esto es así y el pacto de gracia, en todo lo
que a Cristo corresponde, es simplemente la ejecución del convenio original, se
deduce que este último también debe haber sido de la naturaleza de un pacto. Y
puesto que Cristo cumplió la condición del pacto de obras, el hombre puede
ahora reconocer el fruto del convenio original por medio de la fe en
Jesucristo.
Hay dos caminos de la vida que son en sí mismos caminos de vida,
el uno es el camino de la ley: "El hombre que hiciere la justicia que es
por la ley vivirá por ella", pero este es el camino por el cual el hombre
ya no puede encontrar la vida; y el otro es el camino de la fe en Jesucristo,
quien habiendo cumplido las demandas de la ley puede dispensar la bendición de
la vida eterna.
PARALELO ENTRE ADAN Y CRISTO
El paralelo que Pablo traza entre Adán y Cristo en Rom. 5:
12-21, en relación con la doctrina de la justificación, puede explicarse
únicamente sobre la suposición de que Adán como Cristo, fue la cabeza de un
pacto. Según Pablo el elemento esencial en la justificación consiste en esto,
en que la justicia de Cristo se nos imputa sin ninguna obra perfecta o mérito
de nuestra parte, y considera que esto constituye un paralelo perfecto en
cuanto a la manera en que la culpa de Adán se nos imputa. Esto conduce,
naturalmente, a la conclusión de que Adán también permaneció en la relación del
pacto en cuanto a sus descendientes.
EL PASAJE DE OSEAS 6: 7
En Oseas 6: 7 leemos: "Pero ellos como Adán quebrantaron el
pacto". Se han hecho intentos para desacreditar esta traducción. Algunos
han sugerido que se lea "en Adán", (como lugar geográfico), lo que
implicaría que habían cometido la transgresión en algún lugar llamado Adán.
Pero la preposición (hebrea) impide esta traducción.
Además, la Biblia no hace mención para nada de alguna bien
conocida e histórica transgresión acontecida en Adán. La versión autorizada
traduce "como hombres", que entonces tendría el significado de, al
modo de los hombres. A esto se debe objetar que en el original no hay plural, y
que semejante declaración no tendría sentido, puesto que los hombres
difícilmente podrían transgredir en otra forma que no fuera humana. La
traducción "como Adán", es, después de todo, la mejor.
Tiene el apoyo del pasaje paralelo de Job 31: 33; ha sido
adoptada por la Versión Americana Revisada (American Revised Version). Consúltese para los textos de Oseas 6:1 y Job 31: 33 la Versión
Moderna, que en los pasajes de que se trata, es consistente en la traducción, según el sentido que aquí
sostiene el autor. (N. del T.)
LOS ELEMENTOS DEL
PACTO DE OBRAS
Deben distinguirse los siguientes elementos:
LAS PARTES CONTRATANTES
De una parte está el Dios trino, Creador y Señor, y de la otra,
Adán como su criatura dependiente. Debemos distinguir entre los dos una doble
relación:
1. LA RELACIÓN NATURAL. Cuando Dios creó al hombre, estableció por ese mismo hecho, una
relación natural entre Él y el hombre. Era una relación parecida a la que hay entre
el alfarero y el barro, entre un soberano absoluto y un vasallo desprovisto de todo
merecimiento. De hecho, la distancia entre los dos era tan grande que la figura
del alfarero y el barro ni siquiera da una expresión adecuada al respecto. Era
tan grande que una vida en comunión entre tino y otro estaba fuera de toda
discusión.
Como criatura de Dios el hombre estaba, naturalmente, bajo la
ley, y en el deber de guardarla. Y en tanto que la transgresión de la ley lo
hacía susceptible del castigo, la obediencia a ella no constituía la base para
crear derecho a recompensa. Aun cuando él hubiera cumplido con todo lo que de él
se requería, habría tenido que decir, soy únicamente un siervo inútil, porque
nada he hecho sino nada más lo que estaba en mí deber hacer.
Bajo esta relación puramente natural el hombre nada podía haber merecido.
Pero aunque la distancia infinita entre Dios y el hombre excluye en apariencia
una vida de comunión entre uno y otro, el hombre fue creado precisamente para
esa comunión, y la posibilidad de ella ya estaba lograda al ser creado a la
imagen de Dios. En esta relación, natural Adán fue el padre de la raza humana.
2. LA RELACIÓN DE PACTO. Sin embargo, desde el
mero principio, Dios se reveló no solamente como un soberano y legislador
absoluto, sino también como un padre amante que buscaba el bienestar y la
felicidad de su criatura dependiente.
Condescendió en acercarse al nivel del hombre para revelársele
como un amigo, y para hacer al hombre capaz de mejorar su condición en el
camino de la obediencia.
Además de la relación natural Dios por medio de un decreto
positivo estableció bondadosamente una relación de pacto. Entró con el hombre
en un convenio legal en el cual incluyó todos los requerimientos y obligaciones
implicados por la naturaleza del hombre como criatura, pero al mismo tiempo
añadió otros nuevos elementos.
A. Adán fue constituido como cabeza representativa de la raza
humana, de manera que podía actuar a nombre de todos sus descendientes.
B. Quedó sujeto por un tiempo a prueba, para determinar si
voluntariamente había de sujetarse o no a la voluntad de Dios.
C. Se le dio la promesa de la vida eterna en el camino de la
obediencia, y fue así como por medio de la bondadosa disposición de Dios
adquirió ciertos derechos condicionales, Este pacto capacitó a Adán para que en
el camino de la obediencia obtuviera vida eterna para él y para sus descendientes.
LA PROMESA DEL PACTO
La gran promesa del pacto de obras fue la promesa de la vida
eterna. Los que niegan el pacto de obras, generalmente, basan su negación, en
parte, sobre el hecho de que no hay constancia de tal promesa en la Biblia. Es perfectamente
cierto que la Escritura no contiene una promesa explícita de vida eterna para
Adán. Pero la amenaza del castigo implica, en verdad, tal promesa. Cuando el
Señor dice, "porque en el día que de él comieres morirás", su
declaración encierra claramente que si Adán se abstiene de comer, no morirá,
sino que se levantará más arriba de la posibilidad de la muerte.
La promesa envuelta, ciertamente, no puede significar la de que,
en caso de obediencia, Adán podría seguir viviendo en la forma en que ya vivía,
es decir, continuar simplemente la vida natural ordinaria, porque esa vida ya
era suya en virtud de su creación, y por tanto, no puede considerarse como
recompensa de la obediencia. La promesa implicada, evidentemente, era la de una
vida elevada hasta su más alto desarrollo en bendición y gloria perennales.
Adán ciertamente fue creado en un estado de verdadera santidad,
y también era inmortal en el sentido de que no estaba sujeto a la ley de la
muerte. Pero estaba apenas al principio de su carrera y todavía no poseía los más
altos privilegios reservados para el hombre. Todavía no se había levantado más
arriba de la posibilidad de error, pecado y muerte. Todavía no estaba en
posesión del más alto grado de santidad, ni gozaba de la vida en toda su plenitud.
La imagen de Dios en el hombre todavía estaba limitada por la
posibilidad de que el hombre pecara contra Dios, tomándose del bien al mal y
convirtiéndose en súbdito del poder de la muerte. La promesa de la vida en el
pacto de obras era una promesa de eliminar todas las limitaciones de la vida a
las que Adán aún estaba sujeto, y de levantarla al más alto grado de
perfección. Cuando Pablo dice en Rom. 7: 10 que el mandamiento era para vida,
se refiere a la vida en el más completo sentido de la palabra. El principio del
pacto de obras era: que el hombre que hace estas cosas vivirá por ellas; y este principio se repite
una y otra vez en la Escritura, Lev. 18: 5; Ezeq. 20: 11, 13, 20; Luc. 10:28;
Rom. 10: 5; Gál. 3: 12.
LA CONDICIÓN DEL PACTO
La promesa en el pacto de obras no fue incondicional. La
condición era 'una implícita y perfecta obediencia. La ley divina no puede
demandar menos que eso, y el mandato positivo de no comer del fruto del árbol
del conocimiento del bien y del mal relacionado como estaba con una cosa
indiferente en sí misma, era manifiestamente una prueba de obediencia pura en
el sentido absoluto de la palabra.
El hombre estaba, por consiguiente, sujeto también a la ley
moral de Dios, la cual tenía escrita en las tablas de su corazón. Sabía esto
por naturaleza, de manera que no era necesario revelárselo sobrenaturalmente
corno lo fue la prueba especial. Esencialmente, la ley moral, como Adán la
conoció, era, a no dudarlo, parecida a los Diez Mandamientos; pero su forma era
diferente.
Tal como actualmente la tenemos, la ley moral presupone un
conocimiento del pecado y, por tanto, es completamente negativa; sin embargo,
en el corazón de Adán debe haber tenido un carácter positivo. Pero precisamente
por ser positivo no le traía a su conocimiento la posibilidad de pecar. En
consecuencia, tuvo que añadírsele un mandato negativo. Además, para que la prueba
de Adán fuera pruebe de obediencia pura, Dios consideró necesario añadir a los mandamientos
percibidos por Adán como naturales y racionales, un mandamiento que, en cierto
sentido, era arbitrario e indiferente.
De esta manera las demandas de la ley quedaron, por decirlo así,
concentradas en un solo punto. El gran problema que tenía que determinarse era
si el hombre obedecería a Dios implícitamente, o seguiría la dirección de su
propio juicio. El Doctor Bavinck dice: "El mandamiento probatorio colocó a
Adán delante de la alternativa: Dios o el hombre, la palabra divina o el
discernimiento humano, la obediencia implícita o la investigación propia, la fe
o la duda".
EL CASTIGO DEL PACTO
El castigo que se anunció fue la muerte, y el significado de
esto puede captarse mejor tomando en cuenta lo que significa, generalmente,
este término cuando se usa en la Escritura, y también considerando los males que
vinieron sobre el culpable al ser ejecutado el castigo. Evidentemente se trata
de la muerte en el sentido más inclusivo de la palabra, que abarca la muerte
física, la espiritual y la eterna. La idea fundamental de la muerte en la Escritura
no es la extinción del ser, sino el quedar separado de la fuente de la vida,
con la resultante disolución, o miseria y dolor.
Fundamentalmente, la muerte consiste en que el alma sea separada
de Dios, lo que se manifiesta en la miseria espiritual, y termina por fin en la
muerte eterna. Pero también incluye la separación del cuerpo y del alma con la consiguiente
disolución del cuerpo. Indudablemente la ejecución del castigo comenzó al instante
siguiente a la primera transgresión.
La muerte espiritual entró instantáneamente, y las semillas de
la muerte comenzaron también en ese instante a operar en el cuerpo. La ejecución
plena de la sentencia, sin embargo, no siguió al instante, sino que se demoró debido
a que Dios inmediatamente introdujo la economía de la gracia y de la
restauración.
LOS SACRAMENTOS, O EL SACRAMENTO DEL PACTO
No tenemos en la Escritura una información definida respecto a
los sacramentos o sellos de este pacto. Por lo mismo hay una gran diversidad de
opiniones sobre el asunto. Algunos hablan de cuatro: El árbol de la vida, el
árbol del conocimiento del bien y del mal, el paraíso y el sábado; otros hablan
de tres: los dos árboles y el paraíso; otros hablan de dos: el árbol de la vida
y el paraíso y todavía otros de uno solo; el árbol de la vida. La última opinión
es la más aceptada, y parece ser la única que encuentra algún apoyo en la
Escritura.
No debemos pensar que el fruto de este árbol haya tenido
propiedades mágicas o medicinales para operar la inmortalidad en la estructura
de Adán. Sin embargo, estaba de algún modo relacionado con el don de la vida.
Con toda probabilidad el árbol y su fruto deben concebirse como un símbolo
apropiado de la vida, o como el sello de ésta.
Consecuentemente, cuando Adán perdió la promesa se vio privado
del serial. Considerando así las palabras de Gen 3: 22. Tienen que entenderse
sacramentales.
EL ESTADO PRESENTE DEL PACTO DE OBRAS
Con respecto a la pregunta de que si el pacto de obras todavía
está en vigencia o quedó abrogado al tiempo de la caída de Adán, hay una
considerable diferencia de opinión entre arminianos y teólogos Reformados.
EL CONCEPTO ARMINIANO
Los arminianos sostienen que este pacto legal quedó
completamente abrogado con la caída de Adán y lo arguyen de la manera
siguiente:
1. La promesa quedó entonces revocada y por esto quedó anulado el
pacto, y donde no hay pacto no puede haber obligación.
2. Dios no podría continuar exigiendo obediencia del hombre cuando
éste era ya por naturaleza incapaz, y la gracia de Dios no lo capacitaba para
rendir el servicio requerido.
3. Sería derogatorio de la sabiduría de Dios, de su santidad y de
su majestad invitar a una criatura depravada al servicio de un amor santo e
íntegro.
Sostienen los arminianos que Dios estableció un nuevo pacto y
decretó una nueva ley, la ley de la fe y de la obediencia evangélica, la cual
el hombre a pesar de sus potencias ya dañadas puede guardar cuando tiene la
capacitante ayuda de la gracia común, o de la gracia en la medida necesaria.
Sin embargo, las consideraciones siguientes militan en contra de este concepto
4. Las obligaciones que para con Dios tiene el hombre nunca
estuvieron fundadas únicamente en los requerimientos del pacto sino más que
todo en la relación natural que tenía con Dios. Esta relación natural quedó
incorporada en la relación de pacto.
5. La incapacidad del hombre es culpa del hombre mismo, y por
tanto no puede librarlo de su justa obligación. Las limitaciones que él mismo
se impone, su criminal y voluntaria enemistad en contra de Dios no impiden al
Soberano Gobernante del universo el derecho de demandar de su criatura el
servicio sincero y amante que su Creador merece.
6. La reductio ad absurdum del concepto arminiano es que el
pecador puede alcanzar completa emancipación de sus justas obligaciones, por
medio del pecado. Mientras más peca un hombre, más será esclavo del pecado y
más incapaz será de hacer el bien; y mientras más se hunda en esta esclavitud
que lo despoja de su capacidad para el bien, menos responsable será. Si el
hombre continúa pecando cuanto sea necesario, se encontrará al fin absuelto de
toda responsabilidad moral.
EL CONCEPTO REFORMADO
Aun algunos teólogos Reformados hablan de la abrogación del
pacto legal y procuran probarlo con pasajes como Heb. 8: 13. Esto levanta
naturalmente la pregunta de si es así o no, y hasta qué punto el pacto de obras
puede considerarse todavía en vigor. Generalmente se conviene en que ningún
cambio en el estado legal del hombre puede jamás abrogar la autoridad de la
ley; que los derechos de Dios a la obediencia de sus criaturas no caducan porque
éstas caigan en pecado y porque los efectos del pecado las incapaciten; que la
paga del pecado sigue siendo la muerte; y que sigue requiriéndose una perfecta
obediencia para alcanzar la vida eterna. Esto significa, con respecto a la
pregunta de que estamos tratando, lo siguiente:
1. Que el pacto de obras no está abrogado:
A. Hasta donde la relación natural del hombre con Dios estuvo
incorporada en el pacto de obras, puesto que el hombre siempre le debe a Dios
obediencia perfecta;
B. Hasta donde tiene que ver con la maldición y el castigo para
aquellos que continúan en pecado; y:
C. Hasta donde la promesa condicional sigue vigente. Dios podría
haber retirado esta promesa; pero no lo hizo, Lev. 18: 5; Rom. 10: 5; Gál. 3:
12. Sin embargo, es evidente que después de la caída ninguno ha podido cumplir con
esta condición.
2. Que el pacto de obras está abrogado:
A. Hasta donde, actualmente, contiene nuevos y positivos
elementos, para aquellos que están bajo el pacto de la gracia; esto no quiere
decir que sencillamente se le haya puesto a un lado y se le haya olvidado sino
que las obligaciones que impone fueron cumplidas por el Mediador de su pueblo;
y:
b. Como el medio indicado para alcanzar la vida eterna, porque
para eso ya no tiene poder una vez que el hombre cayó.