La transición de la teología a la antropología, es decir, del estudio de Dios al estudio del hombre es perfectamente natural.
El hombre no es
solamente la corona de la creación, sino también el objeto del cuidado especial
de Dios. Y la revelación de Dios en la Escritura no solamente fue dada al hombre,
sino que el hombre encuentra en ella lo que vitalmente le concierne.
No es una revelación abstracta de Dios, sino la revelación de Dios
en relación con sus criaturas, y particularmente en relación con el hombre. Es
la historia de las relaciones de Dios con la raza humana, y especialmente la revelación
de la redención que Dios ha preparado y para la cual busca al hombre para
prepararlo. Esto explica el hecho de que el hombre ocupe un lugar de
importancia central en la Escritura, y de que el conocimiento del hombre acerca
de Dios sea esencial para el adecuado entendimiento de la Escritura.
La doctrina del hombre debe seguir inmediatamente a la doctrina
de Dios, ya que el conocimiento de ella se presupone en todas las divisiones
subsiguientes de la dogmática. No debemos confundir el presente asunto con el
estudio de la antropología general o ciencia de la humanidad que incluye todas
aquellas ciencias que tienen al hombre por objeto de investigación. Estas se
dedican al origen e historia de la humanidad tomando en cuenta la estructura
fisiológica, las características físicas del hombre en general y de las varias
razas humanas en particular, con su desarrollo étnico, lingüístico, cultural y
religioso, etc.
La antropología teológica tiene que ver únicamente con lo que la
Biblia dice respecto al hombre y con la relación que el hombre debe guardar
para con Dios. Reconoce a la Escritura como su única fuente y lee las enseñanzas
de la experiencia humana a la luz de la Palabra de Dios.
LA EXPLICACIÓN
DEL ORIGEN DEL HOMBRE SEGÚN LA ESCRITURA
La Escritura nos ofrece un doble relato de la creación del
hombre, el primero en Gén. 1: 26, 27, y el otro en Gén. 2: 21 -23. La alta
crítica opine que el escritor de Génesis junto dos relatos de la creación, el
primero según se encuentra en Gén. 1: 1-2: 3, y el segundo según se encuentra
en Gén. 2: 4¬25; y que estos dos son independientes y contradictorios.
Laidlaw en su obra The Bible Doctrine of Man está dispuesto a
admitir que el autor del Génesis hizo uso de dos fuentes; pero se rehúsa a
encontrar aquí dos relatos diferentes de la creación. Con toda propiedad niega
que en el capítulo segundo tengamos "un relato diferente de la creación,
por la sencilla razón de que no explica la creación en total". De hecho,
las palabras introductorias de la narración principian con Gén. 2: 4.
"Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando
fueron creados", vistos a la luz de la repetición de las palabras
"estas son las generaciones" en el libro de Génesis, apuntan al hecho
de que aquí tenemos algo completamente diferente. La expresión invariablemente
señala, no al origen o principio de los que ya nombró, sino a su historia
familiar.
El primer relato contiene la explicación de la creación de todas
las cosas en el orden en que ocurrieron, en tanto que el segundo agrupa las
cosas en su relación con el hombre sin implicar nada respecto al orden
cronológico de la aparición del hombre en la obra creativa de Dios, y
claramente indica que todo lo que precede sirve para preparar una habitación
adecuada para el hombre como rey de la creación. Nos muestra de qué manera el
hombre quedó colocado en la creación, rodeado por el mundo vegetal y animal, y
la manera cómo comenzó su historia. Hay ciertos detalles en los que la creación
del hombre surge como diferente de la creación de los otros seres vivientes.
LA CREACIÓN DEL
HOMBRE FUE PRECEDIDA POR UN SOLEMNE CONSEJO DIVINO
Antes de que el inspirado escritor consigne la creación del
hombre, nos hace retroceder, digamos así, hasta el concilio divino dándonos a
conocer el decreto de Dios en las palabras, "Hagamos al hombre a nuestra
propia imagen, según nuestra semejanza", Gén. 1: 26. La iglesia,
generalmente, ha interpretado el plural "hagamos" sobre la base de la
existencia trinitaria de Dios.
Algunos eruditos, sin embargo, consideran que se trata del
plural de majestad; otros lo toman como el plural de comunicación, en el que
Dios incluye a los ángeles en diálogo con El; y todavía otros, como el plural
de auto-exhortación. De estas tres sugerencias la primera es completamente impropia,
puesto que el plural de majestad se originó en fecha muy posterior; el segundo
es imposible, porque implicaría que los ángeles fueron co-creadores con Dios y
que el hombre fue creado también a la imagen de los ángeles, lo que es una idea
anti bíblica; y la tercera es una hipótesis enteramente gratuita de la que
ninguna razón se puede dar. ¿Qué razón habría para una auto-exhortación en
plural sino fuera la de que hay en Dios una pluralidad?
LA CREACIÓN DEL
HOMBRE ES EN EL MAS ESTRICTO SENTIDO DE LA PALABRA UN ACTO INMEDIATO DE DIOS
Algunas de las expresiones que se usan en el relato precedente a
la creación del hombre indican una creación mediata en algún sentido de la
palabra.
Nótense las siguientes expresiones: "Y dijo Dios, Produzca
la tierra hierba verde, hierba que da semilla; árbol de fruto que dé fruto
según su género" con la sencilla declaración, "y creó Dios al
hombre". Cualquier indicio de mediación en la obra de creación que esté
contenido en las primeras declaraciones, falta por completo en la última.
Evidentemente la obra de Dios en la creación del hombre no fue mediata en
ningún sentido de la palabra. Hizo uso de material preexistente al formar el
cuerpo del hombre; pero hasta esto quedó excluido en la creación del alma.
A DIFERENCIA DE
LAS CRIATURAS INFERIORES EL HOMBRE FUE CREADO SEGÚN UN TIPO DIVINO
Con respecto a los peces, las aves, y las bestias leemos que
Dios los creó según su especie, es decir, en una forma típica propia. Sin
embargo, el hombre no fue creado de ese modo y mucho menos conforme al tipo de
una criatura inferior. Con respecto a él dijo Dios, "Hagamos al hombre a
nuestra propia imagen, según nuestra semejanza". Veremos lo que esto
implica cuando discutamos la condición original del hombre, y únicamente llamamos
la atención a ello aquí para destacar el hecho de que en el relato de la
creación, la creación del hombre surge como algo diferente.
LOS DOS ELEMENTOS
DIFERENTES DE LA NATURALEZA HUMANA SE DISTINGUEN CON TODA CLARIDAD
En Gén. 2: 7 se hizo una distinción clara entre el origen del
cuerpo y el del alma. El cuerpo fue formado del polvo de la tierra; al hacerlo,
Dios hizo uso de material preexistente. En la creación del alma, sin embargo,
no hubo adaptación de materiales preexistentes sino la formación de una nueva sustancia.
El alma del hombre fue una nueva obra de Dios en el estricto sentido de la
palabra. Jehová " sopló en la nariz del hombre el aliento de vida; y fue
el hombre un ser viviente".
En estas sencillas palabras se afirma claramente la doble
naturaleza del hombre, y lo que en ella se enseña está corroborado por otros
pasajes de la Escritura, por ejemplo, Ecl. 12: 7; Mat. 10: 28; Luc. 8: 55; II
Cor. 5: 1-8; Fil.1: 22-24; Heb. 12: 9. Los dos elementos son el cuerpo y el
aliento o espíritu de vida que Dios sopló en el hombre y mediante la
combinación de estos dos, el hombre se convirtió en un alma viviente". Lo
que aquí significa sencillamente "un ser viviente.
EL HOMBRE FUE
COLOCADO DESDE EL PRINCIPIO EN UNA POSICIÓN ELEVADA
El hombre está representado como la cúspide de todos los órdenes
de la creación. Está coronado como rey de la creación, y se le ha dado dominio sobre
todas las criaturas inferiores. Como tal fue su deber y su privilegio hacer que
toda la naturaleza y todas las cosas creadas colocadas bajo su gobierno
sirvieran a su voluntad y a su propósito, para que él y todo su glorioso
dominio glorificaran al Todopoderoso Creador y Señor del universo, Gén. 1: 21;
Sal 8: 4-9.
LA TEORÍA
EVOLUCIONISTA DEL ORIGEN DEL HOMBRE
Entre las diversas teorías que se han discurrido para explicar
el origen del hombre, la teoría de la evolución actualmente ocupa el campo y,
por tanto, merece una breve consideración.
PRESENTACIÓN DE LA TEORÍA
La teoría de la evolución no siempre se define en la misma
forma. A veces se le presenta como si el hombre fuera descendiente directo de
alguna de las especies de monos antropoides que todavía existen, y luego como
si tanto el hombre como los monos más perfectos tuvieran un tronco común. Pero cualquiera
que sea la diferencia de opinión que pueda haber sobre este punto, es seguro
que según la evolución materialista el hombre desciende en cuerpo y alma, de
los animales inferiores, mediante un proceso natural de perfección controlado
totalmente por energías inherentes.
Uno de los principios directivos de la teoría es el de estricta
continuidad entre el mundo animal y el hombre. No se puede considerar la
discontinuidad en ninguna parte a lo largo de la línea, porque toda suspensión
sería fatal a la teoría. Nada que sea absolutamente nuevo y desusado puede
aparecer en el proceso. Lo que hoy se encuentra en el hombre ha estado
potencialmente presente en el germen original del que todas las cosas se
desarrollaron. Y todo el proceso debe estar controlado desde el principio hasta
el fin por las energías inherentes.
La evolución teísta, que parece más aceptable para muchos
teólogos, simplemente considera la evolución como el método de trabajo de Dios.
Algunas veces se representa en una forma en la cual Dios es únicamente llamado
para cerrar la brecha entre el mundo inorgánico y el orgánico, y entre la
creación irracional y la racional. Pero hasta donde se considera necesaria una
operación especial de Dios, y se admita que hay brechas que la evolución no
puede cerrar, y que algo nuevo tenga que presentarse, la teoría naturalmente
deja de ser una teoría pura de la evolución. Se sostiene a veces que solamente
el cuerpo del hombre se deriva de un proceso de evolución procedente de los
animales inferiores y que Dios dotó a este cuerpo con un alma racional. Este
concepto encuentra mucha aceptación en los círculos católico romanos.
OBJECIONES A LA TEORÍA
Varias objeciones surgen en contra de la teoría de que el hombre
tenga un origen evolucionista que arranca desde los animales inferiores.
1. Desde el punto de vista del teólogo la más grande objeción a
esta teoría es naturalmente, que resulta contraria a las enseñanzas explícitas
de la Palabra de Dios. La Biblia difícilmente podría enseñar con mayor claridad
de lo que lo hace, que el hombre es el producto de un acto creativo directo y
especial de Dios más que un proceso de desarrollo de algún animal del género
simio.
Afirma que Dios formó al hombre del polvo de la tierra, Gén. 2:
7. Algunos teólogos en su ansiedad por armonizar las enseñanzas de la Escritura
con la teoría de la evolución sugieren que esto debe interpretarse con el
significado de que Dios formó el cuerpo del hombre del cuerpo de los animales,
que después de todo no es sino polvo. Pero esto es enteramente infundado, ya
que no hay razón que pueda presentarse para explicar por qué la expresión
general "del polvo de la tierra" tendría que usarse después de que el
escritor ya había descrito la creación de los animales y por lo mismo estaba en
posibilidad de hacer una declaración mucho más específica. Además, esta interpretación
queda excluida por la declaración de Gén. 3: 19, "con el sudor de tu frente
comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado;
pues polvo eres y al polvo volverás".
Esto con seguridad no significa que el hombre vuelva a su
anterior estado animal. Las bestias al igual que el hombre vuelven al polvo,
Ecl. 3: 19, 20. Por último, se nos dice explícitamente en I Cor. 15. 39 que
" toda carne no es la misma carne: porque una es la carne de los hombres y
otra la carne de las bestias". En cuanto al espíritu del hombre la Biblia
enseña con claridad que procede directamente de Dios, Gén. 2: 7, y que no
puede, por tanto, considerarse como el desarrollo natural de alguna sustancia
previamente existente. En armonía perfecta con esto dice Eliú, "El
espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida", Job 33:
4.
Además, la Escritura enseña también que el hombre estuvo
separado de la creación por un enorme abismo. Desde el principio fue colocado
en un alto nivel intelectual, moral y religioso, como que fue creado a la imagen
de Dios y le fue dado dominio sobre la creación inferior, Gén. 1: 26, 27, 31; 2:
19, 20; Sal 8: 5-8. Sin embargo, a causa de la caída en el pecado perdió su
alto estado y quedó sujeto al proceso degenerativo que en algunos casos llega
hasta la bestialidad. Esto es precisamente lo contrario de lo que nos enseña la
hipótesis evolucionista. Según ella, el hombre al principio de su carrera
estuvo en el más bajo nivel, pero poco a poco fue separándose del bruto, y se ha
elevado desde entonces a niveles superiores.
2. La segunda objeción importante es que la teoría no tiene base adecuada
sobre hechos bien comprobados. Debe conservarse en mente que, como ya se señaló
arriba, la teoría evolucionista en general, aunque con frecuencia se le
representa como una doctrina comprobada, hasta el presente no es sino una
hipótesis sin comprobación, hipótesis que no tiene ninguna perspectiva de éxito
en cuanto a que demuestre lo que se ha propuesto. Muchos de los más prominentes
evolucionistas admiten francamente el carácter hipotético de su teoría. Hasta
se permiten ser creyentes firmes en la doctrina del origen sucesivo; pero no
vacilan en decir que no pueden hablar con alguna seguridad del método con que
opera.
Cuando Darwin publicó sus obras, se pensó que por fin se había
encontrado la llave del proceso, pero en el transcurso del tiempo se descubrió
que la llave no le venía a la cerradura. Darwin dijo, en efecto, que su teoría
dependería enteramente de la posibilidad de transmitir las características
adquiridas, y eso se convirtió de inmediato en una de las piedras fundamentales
de la teoría biológica de Weismann en cuanto a que las características
adquiridas no son hereditarias. Su opinión recibió confirmación abundante por
medio del estudio posterior de la genética.
Sobre la base de la transmisión aceptada de las características
adquiridas, Darwin habló con gran seguridad de las transmutaciones de las especies
y previó una línea continua de desarrollo desde la célula primitiva hasta el
hombre; sin embargo, los experimentos de De Vries, Mendel, y otros sirvieron
para desacreditar su opinión. Los cambios graduales e imperceptibles de que
habló Darwin dejaron lugar para las mutaciones repentinas y los inesperados
cambios de De Vries. En tanto que Darwin aceptó como un hecho las interminables
variaciones en diferentes direcciones,
Mendel indicó que las variaciones/ o mutaciones nunca hacen que
el organismo salga de su especie y están sujetas a una ley definida. Esta idea
quedó confirmada por la citología moderna con su estudio de la célula, con sus
genes y cromosomas considerados como los portadores de las características
heredadas. Quedó probado que las llamadas nuevas especies de los evolucionistas
no son para nada nuevas especies, sino solamente desviaciones de la forma
típica, es decir, variedades de las mismas especies. Nordenskioeld en su History
of Biology cita la siguiente frase tomada de un informe popular que se refiere
a los resultados de una investigación sobre la herencia, en los que se refleja
el verdadero estado de la situación:
"Debido al gran número de hechos que ha sacado a luz la investigación
moderna sobre la herencia, prevalece actualmente el caos entre las opiniones
acerca de la formación de las especies", p. 613. Actualmente los
evolucionistas sobresalientes admiten con franqueza que e l origen de las
especies es para ellos un completo misterio. En tanto que esto sea así, no hay
mucha esperanza de que expliquen el origen del hombre. Darwin en su intento de
probar el origen del hombre de una de las especies de monos antropoides se
apoyó en:
(1) El argumento de la similaridad estructural que hay entre el hombre
y los animales superiores;
(2) En el argumento embriológico y:
(3) En el argumento de los órganos rudimentarios. A estos tres,
posteriormente, se añadieron otros:
(4) El argumento derivado de las pruebas de sangre;
(5) El argumento paleontológico.
Pero ninguno de estos argumentos proporcionó la prueba deseada.
El argumento de la analogía estructural acepta sin fundamento que la similaridad
puede ser explicada de una sola manera. Sin embargo, podría muy bien explicarse
por medio de la suposición de que Dios al crear el mundo animal hizo ciertas
formas típicas básicas y completas, como para tener unidad en la variedad,
precisamente así como el gran músico construye su impresionante composición
sobre un tema sencillo, que se repite una y otra vez, y en cada repetición introduce
nuevas variaciones.
El principio de la preformación da una explicación adecuada a
las semejanzas que estamos considerando. La semejanza embriológica, tal como
es, puede ser explicada por el mismo principio. Además, los recientes estudios
biológicos indican, al parecer, que ninguna similaridad estructural, sino
únicamente una relación genética, puede ser prueba de afinidad o de origen
sucesivo.
Hasta donde tiene que ve r con los órganos rudimentarios, más de
un hombre de ciencia ha expresado duda en cuanto a su carácter atrofiado. En
lugar de ser los restos inservibles de órganos animales, muy bien pudiera ser
que sirvan a un propósito definido en el organismo humano. Las pruebas de
sangre, en su forma original, en tanto que señalan determinada semejanza entre
la sangre de los animales y la del hombre, no prueban alguna relación genética,
ya que en estas pruebas se usó solamente una parte de la sangre, el suero inorgánico
que no contiene materia viva, puesto que es un hecho comprobado que la porción
sólida de la sangre que contienen las células rojas y blancas, es la conductora
de los factores hereditarios.
Pruebas posteriores, en las que se utilizó el espectroscopio y
se examinó toda la sangre, probaron conclusivamente que hay diferencia esencial
entre la sangre de los animales y la del hombre. El argumento paleontológico es
igualmente inconclusivo. Si el hombre desciende realmente de los monos
antropoides, sería de esperarse que las formas intermedias estuvieran en
existencia en alguna parte.
Pero Darwin no fue capaz de encontrar este eslabón perdido, como
no pudo encontrar los millares de eslabones perdidos entre las diferentes especies
de animales. Se nos dice que los progenitores primitivos del hombre hace mucho
que se extinguieron. Siendo esto así podría todavía ser posible que se
encontraran los restos fósiles. Y hombres de ciencia contemporáneos pretenden
haber encontrado ya algunos huesos de hombres muy antiguos. Han reconstruido
estos restos humanos y podemos contemplarlos en las fotos imaginarias reconstruidas
del hombre de Java (pithecantropus erectus), el hombre de Heidelberg (Homo
Heidelbergensis), el hombre de Neanderthal (Homo Neanderthalen-sis), el hombre
de Cro-Magnon, el hombre Piltdown y otros. Estas reconstrucciones parece que
han sido tomadas en serio por algunos; pero realmente tienen muy poco valor.
Atendiendo a que tan sólo se encontraron algunos pocos huesos de
cada uno, y que en algunos casos éstos hasta estaban dispersos, quedando la
duda de que pertenecieron al mismo cuerpo, esas reconstrucciones sirven para
testificar únicamente la ingenuidad de los científicos que las hicieron. En
algunos casos los especialistas no se han puesto de acuerdo si los huesos de
que se trata pertenecen a un hombre o a un animal. El Dr. Wood, profesor de
anatomía en la universidad de Londres, dice en un folleto titulado Ancestry of
Man:
"No encuentro ocupación menos digna de la ciencia de la antropología
que aquella que s e ha hecho popular, de amoldar, pintar, o dibujar esas
figuras horribles de la imaginación y que les da en el proceso un valor de
aparente realidad, pero completamente falsa. Fleming, uno de los más notables hombres
de ciencia de hoy, dice:
"La conclusión de todo eso es que no podemos arreglar todos
los conocidos restos fósiles de un supuesto ' hombre' en una serie lineal que
gradualmente avance en tipo o forma desde cualquier mono antropoide, o algún
otro mamífero, hasta los modernos tipos existentes de verdadero hombre.
Cualquiera suposición de que eso se puede hacer, y de que es cierto, es completamente
errónea.
Ciertamente resulta desorientador e indescriptiblemente
pernicioso propagar en magazines populares o en otras publicaciones leídas por
niños los cuadros de gorilas o de chimpancés con títulos como ' el primo del
hombre' o 'el pariente más cercano del hombre', o publicar cuadros
perfectamente imaginarios y grotescos acerca de un supuesto 'hombre de Java'
con una cara de bruto y considerado como un antepasado del hombre moderno, como
se ha hecho ocasionalmente.
Los que tales cosas hacen son culpables de ignorancia o de
deliberada falsedad. Tampoco resulta justificable que los predicadores en el púlpito
digan a sus congregaciones que entre los científicos hay un acuerdo general con
respecto al origen evolucionista del hombre procedente de un antepasado animar.
Pero el cuerpo del hombre no es el que presenta las mayores dificultades al
evolucionista.
Estas surgen de la consideración del elemento espiritual en el
hombre, lo que se acostumbra llamar "el origen de la mente" . En este
punto es donde su impotencia se hace más dolorosamente manifiesta. A pesar de
todos sus intentos, ha fallado notablemente no dando una explicación
satisfactoria del origen de la mente humana o de la inteligencia (creadora), el
lenguaje, la conciencia y la religión.
Podría esto señalarse con detalles, pero no lo creemos
necesario. Hay muchos que, como Dennert y Batison, todavía profesan creer en la
doctrina del origen sucesivo, o descendencia, pero han rechazado el método
darwiniano de la evolución y consideran a éste casi un completo fracaso. Sin
embargo, no saben de ningún otro método que pudiera ocupar su lugar. Esto
significa que para ellos la evolución ha dejado de ser una ciencia, y se ha
convertido, una vez más, en una mera teoría filosófica. Batison dijo:
"Leemos el esquema de la evolución de Darwin como leeríamos los de
Lucrecio o de Lamarck.
Estamos precisamente en donde Boyle estaba en el Siglo
XVII". El testimonio del Dr. D. H. Scott, es muy parecido. En un discurso
que como presidente pronunció ante la Asociación Británica para el Avance de la
Ciencia, hizo las siguientes afirmaciones: "Todo se encuentra otra vez en
el crisol luego, ¿no es la evolución un hecho científicamente comprobado? No;
no lo es. Es un acto de fe porque no hay otra alternativa".
De consiguiente ya no hay que pensar en la Creación. Además,
dijo que hay en la ciencia natural "un retorno al caos pre darwiniano".
El Dr. Fleischmann de Erlangen escribe: "La teoría darwiniana no tiene ni
un solo hecho en qué sostenerse. Es únicamente producto de la
imaginación". Más fuerte, todavía, es la afirmación hecha por el Dr. B.
Kidd: "El darwinismo es un compuesto de sorprendente presunción y de incomparable
ignorancia". Científicos como Fleming, Dawson, Kelly y Price no vacilan en
rechazar la teoría de la evolución y de aceptar la doctrina de la creación.
Respecto al origen del hombre, Sir William Dawson dice:
"Nada sé acerca del origen del hombre sino solamente lo que se me ha dicho
en la Escritura que Dios lo creó. Nada sé aparte de eso y a nadie conozco que sepa
algo más". Fleming dice: "Todo lo que la ciencia pueda decir hoy a la
luz del limitado conocimiento humano, ya comprobado definitivamente, es que no
sabe y no tiene prueba segura de cómo, dónde y cuándo se originó el hombre. Si
algún conocimiento verdadero acerca de esto nos ha de venir tendrá que venirnos
por algún medio diferente de la actual antropología moderna".
EL ORIGEN DEL
HOMBRE Y LA UNIDAD DE LA RAZA
EL TESTIMONIO DE LA ESCRITURA EN CUANTO A LA UNIDAD
DE LA RAZA.
La Biblia enseña que toda la raza humana desciende de una sola
pareja. Este es el sentido obvio de los primeros capítulos del Génesis. Dios
creó a Adán y a Eva como el principio de la especie humana, y les mandó:
"Fructificad, multiplicaos, y llenad la tierra". Además, la narración
subsiguiente de Génesis muestra claramente que las siguientes generaciones
hasta la época del diluvio permanecieron en continua relación genética con la
primera pareja, de manera que la raza humana constituye no solamente una unidad
específica, una unidad en el sentido en que todos los hombres participan de la
misma naturaleza humana, sino también una unidad genética o genealógica.
Esto es también lo que enseñó Pablo en Hech. 17: 26; "Y de una
sangre ha hecho todo el linaje de los hombres para que habiten sobre toda la
faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de
su habitación". Esta misma verdad es básica para la unidad orgánica de la
raza humana en relación con la primera transgresión, y en relación también con
la provisión hecha para la salvación de la raza en Cristo, Rom. 5: 12, 19; I
Cor. 15: 21, 22. Esta unidad de la raza no debe entenderse realísticamente, como
la presenta Shedd, diciendo:
"La naturaleza humana es una sustancia específica o general
creada en y con los primeros individuos de la especie humana, naturaleza que
aun no está individualizada, sino que mediante la generación ordinaria s e
divide en partes, y esas partes se forman en individuos distintos y separados, conforme
a sus especies. Esa única sustancia específica, mediante la propagación, se
transforma en millones de sustancias individuales, o personas. Un individuo es
una parte fraccional de la naturaleza humana separada de la masa común, ha
constituido una persona particular, teniendo todas las propiedades esenciales
de la naturaleza humana". Las objeciones a este punto de vista se
presentarán en otro lugar.
EL TESTIMONIO DE LA CIENCIA EN FAVOR DE LA UNIDAD
DE LA RAZA
La ciencia ha confirmado de varias maneras el testimonio de la
Escritura con respecto a la unidad de la raza humana. Los hombres de ciencia no
siempre creyeron esto. Los antiguos griegos tenían su teoría del autoctonismo,
de la que resulta que los hombres brotaron de la tierra por medio de una clase
de generación espontánea, teoría que no tiene fundamento sólido alguno, puesto
que la generación espontánea, en lugar de haber sido probada, ha sido
desacreditada. Agassiz propuso la teoría de los coadamitas, la que considera
que hubo diferentes centros de creación.
En el año 1655 Peyrerius desarrolló la teoría de los
preadamitas, que tiene como origen la suposición de que ya había hombres antes
de que Adán fuera creado. Esta teoría fue revivida por Winchell, que no negaba
la unidad de la raza, pero que consideraba a Adán como el primer antepasado de
los judíos más bien que cabeza de la raza humana. Y en años recientes Fleming,
sin ser dogmático sobre el asunto, dice que hay razones para aceptar que hubo razas
inferiores al hombre antes de la aparición de Adán en el escenario, alrededor
del año 5500 A.C.
Aunque eran inferiores a los adamitas ya tenían facultades
distintas de las de los animales. El posterior hombre adamita fue dotado de
facultades más grandes y más nobles y probablemente fue destinado para traer a
todo el resto de la humanidad existente a la lealtad para con su Creador. Falló
Adán en conservar su lealtad a Dios, y por lo mismo, Dios proveyó la venida de
un descendiente del mismo Adán, que siendo hombre era, sin embargo, más que
hombre, para que él cumpliera lo que Adán no pudo cumplir.
El concepto que Fleming se ha visto precisado a sostener es
"que la rama caucásica, incuestionablemente, es la única derivación por
generación normal que procede de la raza adámica, es decir, de los miembros de
la raza adámica que adoraba a Dios y que sobrevivieron al diluvio Noé, sus
hijos y sus hijas". Pero estas teorías, una y todas, no encuentran apoyo
en la Escritura, y contradicen Hech. 17: 26 y todo lo que la Biblia enseña con referencia
a la apostasía y a la salvación del hombre. Además, la ciencia construye
diversos argumentos en favor de la unidad de la raza humana de los cuales
presentamos algunos:
1. El argumento de la historia. Las tradiciones de la raza humana apuntan
decididamente a un origen común con antepasados comunes en el Asia central. La
historia de las migraciones del hombre tiende a demostrar que ha habido una
distribución partiendo desde un solo centro.
2. El argumento de la filosofía. El estudio de las lenguas de la humanidad
indica un origen común. Las lenguas indogermánicas encuentran su origen en una
lengua primitiva común, de la cual existen reliquias en la lengua sánscrita.
Además, hay evidencias que demuestran que el antiguo Egipto es el eslabón que
unió las lenguas indoeuropeas con las semíticas.
3. El argumento de la psicología. El alma es la parte más
importante de la naturaleza constitutiva del hombre, y la psicología revela claramente
el hecho de que las almas de los hombres, sin distinción de tribu o nación a la
que pertenezcan, son esencialmente las mismas.
Tienen en común los mismos apetitos, instintos y pasiones
animales, las mismas tendencias y capacidades, y sobre todo, las más altas cualidades,
las características mentales o morales que corresponden exclusivamente al
hombre.
4. El argumento de la ciencia natural o la fisiología. Los
profesores de la fisiología comparativa formulan juicio común acerca de que la
raza humana constituye una sola especie. Las diferencias que existen entre las
diversas familias de la humanidad se consideran sencillamente como variedades
de una especie original. La ciencia no afirma positivamente que la raza humana
descienda de una sola pareja, y sin embargo, demuestra que éste pudo haber sido
el caso, y que probablemente así es.
PREGUNTAS PARA AMPLIAR EL ESTUDIO
1. ¿Qué se puede decir en contra del concepto de que tenemos en
Gén. 1 y 2 dos diferentes relatos de la creación, más o menos contradictorios
entre sí?
2. ¿Será razonable pensar que el mundo existió millones de años
antes de que el hombre apareciera en el escenario?
3. ¿Está la hipótesis de la evolución teísta en armonía con el
relato escritura! Del origen del hombre?
4. ¿Se puede sostener a la luz de la Escritura el concepto de que
cuando menos el cuerpo del hombre se deriva de los animales?
5. ¿Ha comprobado la evolución su punto de vista sobre lo
anterior?
6. ¿Qué es lo que ha probado en relación con la pregunta más fácil
acerca del origen del alma humana?
7. ¿Qué acontece con la doctrina de la caída, en la teoría de la
evolución?
8. ¿Cuál es el significado teológico de la doctrina de la unidad
de la raza humana?