CONCEPTOS HISTÓRICOS DE LA IMAGEN DE DIOS EN EL HOMBRE
Según la Escritura el hombre fue creado a la imagen de Dios, y
por tanto está en relación con Dios. Vestigios de esta verdad se encuentran
hasta en la literatura gentilicia. Pablo señaló ante los atenienses que algunos
de sus poetas habían hablado del hombre como linaje de Dios, Hech. 17: 28. Los
Padres de la Iglesia primitiva estuvieron en completo acuerdo en que la imagen
de Dios en el hombre consiste principalmente en las características racionales
y morales del hombre, y en su capacidad para la santidad; pero algunos estuvieron
inclinados a incluir también las características físicas.
Ireneo y Tertuliano trazaron una distinción entre la
"imagen" y la "semejanza" de Dios, encontrando la primera
en las características físicas y la segunda en la naturaleza espiritual del hombre.
Sin embargo, Clemente de Alejandría y Orígenes rechazaron la
idea de cualquier analogía corporal y sostuvieron que la palabra
"imagen" denota las características del hombre como hombre, y la
palabra "semejanza", las cualidades que no son esenciales al hombre y
que se pueden cultivar o perder. Este concepto también se encuentra en
Atanasio, Hilario, Ambrosio, Agustín y Juan de Damasco.
Según Pelagio y sus seguidores la imagen consiste únicamente en
esto, en que el hombre fue dotado de razón, para que pudiera conocer a Dios;
con voluntad libre para que pudiera ser capaz de elegir y hacer el bien; y con
el poder necesario para gobernar la baja creación. La distinción ya hecha por
algunos de los Padres de la Iglesia primitiva entre la imagen y la semejanza de
Dios fue seguida por los escolásticos, aunque no siempre la expresaron en la
misma forma. Concibieron la primera como que incluía los poderes intelectuales
de la razón y la libertad, y a la segunda como que consistía en la justicia
original.
A esto se añadió otro punto de diferencia, es decir, la que hay
entre la imagen de Dios como un don natural para el hombre, algo que pertenece
a la verdadera naturaleza del hombre como hombre, y la semejanza de Dios, o la
justicia original como un don sobrenatural que sirve como freno a la baja
naturaleza del hombre.
Hubo diferencia de opinión en cuanto a que si el hombre había
sido dotado con esta justicia original al momento de ser creado, o si la
recibió posteriormente como una recompensa por la obediencia temporal. Esta
justicia original capa-citaba al hombre para merecer la vida eterna. Los
reformadores rechazaron la diferencia entre la imagen y la semejanza, y consideraron
que la justicia original estaba incluida en la imagen de Dios y que pertenecía
a la verdadera naturaleza del hombre en su condición original.
Sin embargo, hubo diferencia de opinión entre Lutero y Calvino.
El primero no reconoció la imagen de Dios en ninguno de los dones naturales del
hombre, tales como sus potencias racionales y morales, sino exclusivamente en
la justicia original, y por tanto la consideró enteramente perdida por causa
del pecado. Por otra parte, Calvino, después de afirmar que la imagen de Dios
se extiende a todo aquello en lo que la naturaleza del hombre sobrepasa a la de
todas las otras especies de animales, se expresó como sigue:
"Consecuentemente, por este término (imagen de Dios) se denota la
integridad con la que Adán fue dotado cuando su intelecto era lúcido, cuando
sus afectos estaban subordinados a la razón, cuando todos sus sentidos estaban
debidamente regulados, y cuando verdaderamente Adán adscribía toda su excelencia
a los admirables dones de su Creador.
Y aunque el principal asiento de la imagen divina estaba en la
mente y en el corazón, o en el alma y sus potencias, no había parte, ni
siquiera del cuerpo, en la que no brillaran algunos rayos de gloria". El
término, imagen de Dios, incluye tanto los dones naturales como aquellas
cualidades espirituales designadas como justicia original, es decir el verdadero
conocimiento, la justicia y la santidad. Toda la imagen quedó viciada por el
pecado, pero solamente aquellas cualidades espirituales quedaron completamente
perdidas.
Los socinianos y algunos de los primitivos arminianos enseñaron
que la imagen de Dios consistía únicamente en el dominio del hombre sobre la
baja creación. Schleiermacher rechazó la idea de que un estado original de integridad,
y de justicia original, tuviera que ser una doctrina necesaria. Puesto que,
siendo como él lo ve, que la perfección moral o la justicia y la santidad
pueden ser únicamente el resultado del desarrollo, considera que es una
contradicción de términos hablar del hombre como creado en un estado de
justicia y santidad.
De aquí que la imagen de Dios en el hombre puede consistir en
una cierta receptividad de lo divino, una capacidad para responder al ideal
divino y para crecer a la semejanza de Dios. Los teólogos modernos del tipo de
Martensen y Kaftan están perfectamente de acuerdo con esta idea.
LOS DATOS DE LA
ESCRITURA RESPECTO A LA IMAGEN DE DIOS EN EL HOMBRE
Las enseñanzas de la Biblia respecto a la imagen de Dios en el
hombre fundamentan las siguientes afirmaciones.
1. Las palabras "imagen" y "semejanza" se usan
como sinónimos e indistintamente, y por tanto no se refieren a dos cosas
diferentes. En Gen 1:26 se usaron ambas palabras pero en el versículo 27 se usa
solamente la primera. Se consideró evidentemente que esto era suficiente para
expresar la idea completa. En Gen 5: 1 ocurre nada más la palabra "semejan
usan ambos términos otra vez. Gen 9: 6 contiene solamente la palabra
"imagen" como una expresión completa de la idea. Llegando al Nuevo
Testamento encontramos que se usan "imagen" y "gloria" de
la manera siguiente: en I Cor. 11:7 "imagen" y "gloria", en
Col. 3: 10 nada más "imagen", y en Santiago 3: 9 nada más "semejanza".
Esto da la evidencia de que ambos términos se usan
indistintamente en la Santa Escritura. La implicación natural de esto es que el
hombre fue creado también a la semejanza de Dios y que dicha semejanza no fue
algo con lo que se le dotara posteriormente. La opinión corriente es que la
palabra "semejanza" fue añadida a "imagen" para expresar la
idea de que la imagen fue extraordinariamente parecida, una imagen perfecta. La
idea es que mediante la creación lo que era arquetípico en Dios se convirtió en
copia en el hombre. Dios fue el original de donde se sacó la copia que es el
hombre. Por consiguiente, esto significa que el hombre no solamente lleva la
imagen de Dios, sino que es su verdadera imagen.
Esto se afirma con toda claridad en I Cor. 11:7 pero también se
puede decir que lleva la imagen de Dios, compárese I Cor. 15: 49. Algunos han
considerado que tiene mucha importancia el cambio de las preposiciones en Gen
1: 27, que según el sentido original del hebreo se entienden "a nuestra
imagen" y "según nuestra semejanza". Bohl hasta basa en ello la
idea de que somos creados a la imagen, como la indicación de un medio ambiente;
pero esto es enteramente infundado. Mientras el significado principal de la
preposición hebrea be (traducida aquí "a") es indudablemente
"a" también puede significar lo mismo que la preposición le (que se traduce
aquí "según"), y evidentemente aquí tiene ese significado.
Nótese que se nos dice que somos renovados "conforme a la
imagen" de Dios que es lo mismo que según la imagen, Col. 3: 10; y también
que las preposiciones usadas en Gen 1: 26 están colocadas a la inversa en Gen
5: 3.
2. La imagen de Dios según la cual fue creado el hombre incluye en
verdad lo que, generalmente, ha dado en llamarse "justicia original",
o más definidamente conocimiento verdadero, justicia y santidad. Se nos dice
que Dios hizo al hombre junto indica de manera muy precisa la naturaleza de la
condición original del hombre en donde habla del hombre que ha sido renovado en
Cristo, es decir, que se le ha hecho volver a su condición original.
La condición a la que el hombre queda restaurado en Cristo claramente
se ve que no es una de neutralidad, ni buena ni mala, en la que la voluntad
guarda un estado de perfecto equilibrio; sino uno de verdadero conocimiento,
Col. 3: 10, justicia y santidad, Ef. 4: 24. Estos tres elementos constituyen la
justicia original, la que fue perdida por el pecado; pero que se reconquista en
Cristo. Puede llamarse la imagen moral de Dios, o simplemente la imagen de Dios
en el más restringido sentido de la palabra. La creación del hombre según esta
imagen moral implica que la condición original del hombre era una de efectiva
santidad, y no un estado de inocencia o de neutralidad moral.
3. Pero la imagen de Dios no debe limitarse al conocimiento,
justicia y santidad originales que se perdieron por causa del pecado, sino que
también incluye elementos que pertenecieron a la esencia natural del hombre.
Son elementos que pertenecen al hombre como hombre, tales como el poder
intelectual, los afectos naturales y la libertad moral.
El hombre creado a la imagen de Dios tiene una naturaleza
racional y moral que no se perdió con el pecado y de la cual no puede desprenderse
a menos que deje de ser hombre. Esta parte de la imagen de Dios indudablemente
ha sido viciada por el pecado, pero todavía permanece en el hombre aun después
de su caída en el pecado. Nótese que al hombre aun después de la caída, a
despecho de su condición espiritual, todavía se le considera como la imagen de
Dios, Gen 9: 6; I Cor. 11: 7; Sant. 3: 9. El crimen de asesinato debe su
enormidad al hecho de que es un ataque contra la imagen de Dios. En vista de
estos pasajes de la Biblia es infundado decir que el hombre ha perdido
completamente la imagen de Dios.
4. Otro elemento que se acostumbra incluir en lo que llamamos
imagen de Dios es la espiritualidad. Dios es espíritu, y no es sino natural
esperar que el elemento de la espiritualidad también tenga expresión en el
hombre como imagen de Dios. Y que esto es así, ya queda indicado en el relato
de la creación del hombre. Dios "sopló en la nariz del hombre el aliento
de vida; y el hombre fue un ser viviente". Gen 2: 7. El "aliento de
vida" es el principio de la vida del hombre y "el alma viviente"
es el mero ser del hombre.
El alma está unida con el cuerpo y adaptada a éste; pero puede,
si es necesario, existir también sin el cuerpo. En vista de esto podemos hablar
del hombre como de un ser espiritual, y también en ese sentido, imagen de Dios.
En relación con esto puede surgir la pregunta respecto a que si el cuerpo del hombre
constituye también una parte de la imagen. Y no parece sino que la pregunta
tiene que contestarse en sentido afirmativo. La Biblia dice que el hombre no
solamente el alma del hombre fue creado a la imagen de Dios, y el hombre
"alma viviente", no está completo sin el cuerpo.
Además, la Biblia dice que un asesinato es la destrucción del
cuerpo, Mat. 10: 28, y también la destrucción de la imagen de Dios en el
hombre, Gen 9: 6. No necesariamente ve la imagen en la sustancia material del
cuerpo; más bien se encuentra en el cuerpo como el instrumento adecuado para la
expresión propia del alma. Hasta el cuerpo está destinado a convertirse
finalmente en un cuerpo espiritual, es decir un cuerpo que estará completamente
controlado por el espíritu, un instrumento perfecto del alma.
5. Un elemento más de la imagen de Dios es la inmortalidad. La
Biblia dice que sólo Dios tiene inmortalidad, I Tim. 6: 16, y esto parece
excluir la idea de la inmortalidad humana. Pero es del todo evidente, según se
desprende de la Escritura, que también el hombre es inmortal en algún sentido
de la palabra. El significado del pasaje es que Dios solamente es el que tiene
inmortalidad como cualidad esencial, la tiene en El y por El mismo, en tanto
que la inmortalidad del hombre es un don que recibe de Dios.
El hombre fue creado inmortal, no meramente en el sentido de que
su alma estaba dotada con una existencia interminable, sino también en el
sentido de que no llevaba en sí mismo la semilla de la muerte física, y en su
condición original como sujeto a la ley de la muerte. La muerte se pronunció como un
castigo por causa del pecado, Gén. 2: 17; y que esto incluyó la muerte física
del cuerpo se hace manifiesto en Gén. 3: 19. Pablo nos dice que por el pecado
entró la muerte en el mundo, Rom. 5: 12; I Cor. 15: 20, 21; y que la muerte
debe considerarse como la paga del pecado, Rom. 6: 23.
6. Hay considerable diferencia de opinión en cuanto a que la
imagen de Dios incluya también el dominio del hombre sobre la baja creación.
Esto no debe sorprendernos si atendemos al hecho de que la Escritura no se
expresa con claridad sobre este punto. Algunos consideran el dominio de que
tratamos simplemente como un oficio conferido al hombre, y no como una parte de
la imagen. Pero nótese que Dios menciona la creación del hombre a la imagen
divina y su dominio sobre la baja creación en un mismo momento, Gén. 1: 26.
Este dominio es serial de la gloria y el honor con que el hombre está coronado,
Sal. 8: 5, 6.
EL HOMBRE COMO LA
IMAGEN DE DIOS
Según la Biblia la esencia del hombre consiste en esto, en que
es la imagen de Dios. Por ser eso se le distingue de todas las otras criaturas
y conserva supremacía como cabeza y corona de toda la creación. La Biblia
afirma que el hombre fue creado a la imagen y conforme a la semejanza de Dios,
Gén. 1: 26, 27; 9: 6; Sant. 3: 9; y habla del hombre como que es y como que
lleva la imagen de Dios, I Cor. 11: 7; 15: 49. Los términos "imagen"
y "semejanza" se han considerado diferentes en varios sentidos.
Algunos eran de opinión que "imagen" tenía referencia al cuerpo, y
"semejanza", al alma. Agustín sostuvo que la primera se refería al intelecto,
y la última, a las facultades morales del alma.
Bellarmino consideró que "imagen" era la designación
de los dones naturales del hombre, y "semejanza" era una descripción
de todo lo que sobrenaturalmente se añadió al hombre. Todavía hubo otros que
afirmaban que la "imagen" denotaba lo innato, y
"semejanza", la conformidad a Dios, adquirida. Sin embargo, parece
mucho más probable, como ya lo dejamos dicho arriba, que ambas palabras
expresan la misma idea, y que "semejanza" es únicamente una adición
aclaratoria para designar la imagen como muy parecida o muy semejante.
La idea expresada por las dos palabras es que se trata de la
verdadera imagen de Dios. La doctrina de la imagen de Dios en el hombre es de
la mayor importancia en teología, porque esa imagen es la expresión de lo que
es más distintivo en el hombre y en su relación con Dios. El hecho de que el
hombre es la imagen de Dios lo distingue del animal y de cualquiera otra
criatura.
Hasta donde podemos saber por medio de la Escritura, ni siquiera
los ángeles alcanzan el honor que alcanzó el hombre, aunque a veces se les
representa como si lo tuvieran. Calvino va bastante lejos al decir que "no
se puede negar que los ángeles también fueron creados a la semejanza de Dios,
puesto que, como Cristo lo declara (Mat. 22: 30), nuestra más alta perfección consistirá
en ser como ellos". Pero al hacer esta afirmación el gran reformador no
consideró debidamente el punto de comparación con la declaración de Jesús. En
muchos casos la suposición de que los ángeles fueron creados también a la
imagen de Dios resulta de un concepto de la imagen que la limita a nuestras
cualidades morales e intelectuales.
Pero la imagen también incluye el cuerpo del hombre y su dominio
sobre la baja creación.
Los ángeles nunca están representados como amos de la creación,
sino como espíritus ministradores enviados para servicio de aquellos que son
herederos de la salvación. Los siguientes son los más importantes conceptos de
la imagen de Dios en el hombre.
LA IDEA REFORMADA
Las Iglesias Reformadas siguiendo los pasos de Calvino, tuvieron
un concepto mucho más comprensivo de la imagen de Dios que los luteranos o los
católicos romanos. Pero tampoco los Reformados están de acuerdo en cuanto a su
contenido exacto. Dabney, por ejemplo, sostiene que la imagen de Dios no
consiste en algo absolutamente esencial a la naturaleza del hombre, sino únicamente
en algunos accidentes, porque de no ser así, la pérdida de ella habría
producido la destrucción de la naturaleza humana.
McPherson, por otra parte, afirma que pertenece a la naturaleza
esencial del hombre, y dice que "la teología protestante se habría evitado
mucha confusión y muchas sutilezas doctrinales, innecesarias e inconvenientes,
si no se hubiera sobrecargado con la idea de que estaba obligada a definir el pecado
como la pérdida de la imagen, o de algo que le pertenecía a la imagen. Si la
imagen se hubiera perdido, el hombre habría dejado de ser hombre". Luego,
pues, los dos anteriores autores parecen quedar en desesperante contradicción.
Hay otras diferencias que también se han hecho evidentes en la
teología Reformada. Algunos quisieran limitar la imagen a las cualidades
morales de justicia y santidad con las que el hombre fue creado, en tanto que
otros quisieran incluir toda la naturaleza moral y racional del hombre, y
todavía otros quisieran añadir el cuerpo. Calvino encuentra que la imagen
consiste especialmente en aquella integridad original de la naturaleza del
hombre perdida por causa del pecado, la cual se revela en el verdadero
conocimiento, justicia y santidad.
Al mismo tiempo añade, además, "que la imagen de Dios se
extiende a todo aquello en lo que la naturaleza del hombre sobrepasa a la de
todas las otras especies de animales". Este amplio concepto de la imagen
de Dios se hizo dominante en la teología Reformada. Witsius dice así: "La imagen
de Dios consistió untecendenter, en la naturaleza espiritual e inmortal del
hombre; formaliter, en su santidad; consequenter, en su dominio". Una
opinión parecida está expresada por Turretin. En resumen, puede decirse que la
imagen consiste:
1. En el alma o espíritu del hombre, es decir, en las cualidades
de simplicidad, espiritualidad, invisibilidad e inmortalidad.
2. En las potencias o facultades físicas del hombre como un ser
racional y moral, es decir, el intelecto y la voluntad con todas sus funciones.
3. En la integridad intelectual y moral de la naturaleza del
hombre, la que se revela en el verdadero conocimiento, justicia y santidad, Ef.
4: 24; Col. 3: 10.
4. En el cuerpo, no como sustancia material, sino como el órgano
adecuado del alma, y que participa de su inmortalidad, y como el instrumento
por medio del cual el hombre ejerce dominio sobre la baja creación.
5. En el dominio del hombre sobre la tierra. Contradiciendo a los
socinianos, algunos eruditos Reformados fueron demasiado lejos en la dirección
opuesta cuando consideraron este dominio como algo que no pertenecía para nada
a la imagen, sino que era el resultado de una disposición especial de Dios. En
relación con la pregunta de si la imagen de Dios pertenece a la verdadera
esencia humana la teología Reformada no vacila en decir que ella constituye la
esencia del hombre.
Sin embargo, esta misma teología distingue entre aquellos
elementos de la imagen de Dios que el hombre no puede perder sin dejar de ser
hombre, y que consisten en las cualidades y potencias esenciales del alma
humana; y aquellos elementos que el hombre puede perder y seguir siendo hombre
todavía, es decir, las buenas cualidades éticas del alma y sus facultades. La
imagen de Dios en este sentido limitado es idéntica con la que se llama
justicia original. Es la perfección moral de la imagen que podía perderse y que
se perdió por causa del pecado.
LA IDEA LUTERANA
El concepto luterano dominante de la imagen de Dios difiere
naturalmente del Reformado. Lutero mismo algunas veces habló como si tuviera de
la imagen un amplio concepto, pero en realidad tenía de ella una idea
limitada.112 Aunque durante el Siglo XVII hubo algunos teólogos luteranos, y
los hay todavía, que tienen un amplio concepto de la imagen de Dios, la gran
mayoría de ellos la limitan a las cualidades espirituales con que el hombre fue
dotado originalmente, es decir, lo que se llama la justicia original.
Al hacerlo así no reconocen suficientemente la naturaleza
esencial del hombre como distinta de la de los ángeles por una parte, y de la
de los animales por otra. En la posesión de esta imagen los hombres son como
los ángeles, que todavía la poseen y en comparación con lo que los dos tienen
en común, su diferencia es de poca importancia. El hombre perdió la imagen de
Dios completamente por causa del pecado, y lo que ahora lo distingue de los
animales tiene muy poca significación religiosa o teológica. La gran diferencia
entre los hombres y los ángeles está en la imagen de Dios, y ésta, el hombre la
ha perdido por completo.
En vista de esto también parece completamente natural que los
luteranos adoptaran el traducianismo y que por eso enseñen que el alma del
hombre se origina como la de los animales, es decir, mediante la procreación.
Esto también explica el hecho de que con dificultad reconozcan la unidad moral
de la raza humana, pero que sí insistan, tenazmente, en que tiene unidad física,
y en la propagación sólo en forma física del pecado. Barth se acerca más a la posición
luterana que a la Reformada cuando busca la imagen de Dios en "un punto de
contacto" entre Dios y el hombre, una determinada conformidad con Dios, y
luego dice que ésta no solamente quedó arruinada sino también aniquilada por
causa del pecado.113
LA IDEA CATOLICORROMANA
Los católicos romanos no están de acuerdo en su idea de la
imagen de Dios. Aquí nos limitamos a consignar la idea que más prevalece entre
ellos. Sostienen que Dios, en la creación, dotó al hombre con ciertos dones
naturales, tales como la espiritualidad del alma, la libertad de la voluntad y
la inmortalidad del cuerpo. La espiritualidad, la libertad y la inmortalidad
son dones naturales, y como tales constituyen la imagen natural de Dios.
Además, Dios "adaptó" (ajustó) los poderes naturales
del hombre entre sí, colocando al Más bajo en la debida subordinación al más
alto. La armonía establecida de este modo se llama justicia natural. Pero aún
así permanece en el hombre una tendencia natural de los bajos apetitos y
pasiones que se revelan en contra de la autoridad de los más altos poderes de
la razón y de la conciencia.
Esta tendencia, llamada concupiscencia, en sí misma no es
pecado, pero se convierte en pecado cuando se le consiente con la voluntad, y
se convierte en acción voluntaria. Para que el hombre pudiera frenar su baja
naturaleza, Dios añadió a los dona naturalia determinados dona supernaturalia.
Estos incluyen el donum superadditum de la justicia original (la sobrenatural
semejanza a Dios), la cual le fue añadida como regalo extraño a la esencia del
hombre, sea que haya sido inmediatamente al tiempo de la creación, o en algún
momento posterior, como recompensa del uso adecuado de los poderes naturales.
Estos dones sobrenaturales incluyendo el donum superadditum de la justicia original
se perdieron por causa del pecado; pero su pérdida no desbarató la naturaleza
esencial del hombre.
OTRAS IDEAS DE LA
IMAGEN DE DIOS
Según los sociníanos y algunos de los primitivos armíñanos la
imagen de Dios consiste en el dominio del hombre sobre la baja creación y en
esto solamente. Los rebautizadores (anabaptistas) sostuvieron que el primer
hombre, como una criatura finita y terrenal, todavía no era la imagen de Dios;
pero que podía llegar a serlo únicamente por medio de la regeneración. Los pelagianos,
la mayor parte de los arminianos y los racionalistas, todos con poca
diferencia, encuentran la imagen de Dios únicamente en la libre personalidad
del hombre, en su carácter racional, en su disposición ética religiosa; y su
destino, en vivir en comunión con Dios.
LA CONDICIÓN ORIGINAL DEL HOMBRE COMO LA IMAGEN DE
DIOS.
Hay una relación muy estrecha entre la imagen de Dios y el
estado original del hombre, y por tanto, los dos, generalmente, se consideran
juntos. Una vez más tendremos que distinguir entre los diferentes conceptos
históricos respecto a la condición original del hombre.
EL CONCEPTO PROTESTANTE
Los protestantes enseñan que el hombre fue creado en un estado
de relativa perfección, un estado de justicia y santidad. Esto no quiere decir
que ya hubiera alcanzado el más alto estado de excelencia de que era
susceptible. Generalmente se considera que estaba destinado a llegar a un alto
grado de perfección en el camino de la obediencia. Era como un niño perfecto en
sus miembros; pero no en su desarrollo. Su condición preliminar y temporal
podría conducirlo a mayor perfección y gloria, o terminar en caída.
Estaba, por naturaleza, dotado con aquella justicia original que
es la gloria culminante de la imagen de Dios, y vivía consecuentemente en un estado
de positiva santidad. La pérdida de esa justicia significó la pérdida de algo
que correspondía a la verdadera naturaleza del hombre en su estado ideal. El
hombre podría perderla y seguir siendo hombre pero no podría perderla y seguir
siendo hombre en el sentido ideal. En otras palabras, su pérdida realmente
significaría la deteriorización y ruina de la naturaleza humana.
Además, el hombre fue creado inmortal. Esto no solamente se
aplica al alma, sino a la persona humana completa; y, por tanto, no significa
únicamente que el alma estuviera destinada a tener una existencia continua.
Tampoco significa que el hombre fuera levantado sobre la posibilidad de convertirse
en presa de la muerte; esto solamente puede afirmarse respecto de los ángeles y
los santos en el cielo. Sin embargo, lo que significa es que el hombre, tal
como fue creado por Dios, no llevaba en él las semillas de la muerte y no
hubiera tenido necesariamente que morir en virtud de la constitución original
de su naturaleza.
Aunque la posibilidad de convertirse en víctima de la muerte no
estaba excluida, no quedaba sujeto a la muerte en tanto que no pecara. Debe
conservarse en mente que la inmortalidad original del hombre no era algo
puramente negativo y físico, sino también positivo y espiritual. Significa vida
en comunión con Dios con el goce del favor del Altísimo. Esta es la idea
fundamental de la vida en la Escritura, precisamente como en la de la muerte es
fundamental la separación de Dios y la condenación bajo su ira. La pérdida
espiritual equivale a muerte que también se convierte en muerte física.114
EL CONCEPTO CATOLICORROMANO
Naturalmente, los católicos romanos tienen un concepto algo
diferente respecto a la condición original del hombre. Según ellos la justicia
original no perteneció a la naturaleza humana en su integridad, sino que fue
algo que se le añadió de manera sobrenatural. En virtud de su creación el
hombre fue dotado sencillamente con todos los poderes y facultades propias de
la naturaleza humana como tal, y por medio de la justicia naturales estos
poderes se adaptaron perfectamente el uno al otro.
El hombre estaba sin pecado y vivía en un estado de perfecta
inocencia. Sin embargo, la mera naturaleza de las cosas manifestaba una tendencia
natural de los bajos apetitos y pasiones a rebelarse en contra de los poderes superiores
de la razón y de la conciencia. Esta tendencia llamada concupiscencia, no era
en sí mismo pecado, pero podía fácilmente convertirse en la ocasión y el
combustible para el pecado. (Compárense Rom. 7:8; Col. 3: 5; I Tes. 4: 5).
Así pues, el hombre tal como fue originalmente constituido
estaba desposeído, por naturaleza, de verdadera santidad. Pero también estaba
sin pecado, aunque cargado con una tendencia que fácilmente podía resultar en
pecado. Pero ahora Dios añadió a la esencia natural del hombre el don
sobrenatural de la justicia original, por medio de la cual quedó capacitado
para dominar debidamente sus bajas tendencias y deseos.
Cuando el hombre cayó perdió aquella justicia original; pero permaneció
intacta en él la esencia original de la naturaleza humana. El hombre material
es ahora exactamente lo que Adán fue antes de que recibiera el don de la
justicia original, aunque tiene ahora una tendencia mucho más fuerte hacia el
mal.
IDEAS RACIONALES
Los pelagianos, los socinianos, los arminianos, los
racionalistas y los evolucionistas, todos descartan por completo la idea de un
estado primitivo de santidad. Los primeros cuatro están de acuerdo en que el
hombre fue creado en un estado de inocencia, de neutralidad moral y religiosa;
pero que fue capacitado con una voluntad libre, de manera que pudiera volverse
en una u otra dirección.
Los evolucionistas afirman que el hombre comenzó su carrera en
un estado de barbarie, en la que apenas se diferenciaba del bruto. Los racionalistas
de todas clases creen que una justicia y una santidad inherentemente creadas son
una contradicción de términos. El hombre determina su carácter por medio de su
propia y libre elección, y la santidad únicamente puede resultar de una lucha
victoriosa en contra del mal. Por lo tanto, se desprende de la naturaleza del
caso que Adán no habría podido ser creado en un estado de santidad.
Además, los pelagianos, los socinianos y los racionalistas sostienen
que el hombre fue creado mortal. La muerte no fue el resultado de la entrada
del pecado en el mundo, sino que fue simplemente el fin natural del hombre tal
como estaba constituida su naturaleza. Adán habría muerto de cualquiera manera
en virtud de la esencia original de su naturaleza.
PREGUNTAS PARA AMPLIAR EL ESTUDIO
1. ¿Cuál es la distinción precisa que hace Delitzsch entre el alma
y el espíritu del hombre?
2. ¿Cómo hace uso Heard del concepto tripartita del hombre en la
interpretación del pecado original, de la conversión y de la santificación?
3. ¿Cómo se explica el hecho de que los luteranos sigan siendo
traducianistas y los Reformados creacionistas?
4. ¿Cómo se contesta la objeción de que el creacionismo
prácticamente destruye la unidad de la raza humana?
5. ¿Qué objeciones hay en contra del realismo con su hipótesis de
la unidad numérica de la naturaleza humana?
6. ¿Qué crítica opondría usted a la idea de Dorner, de que las
teorías del preexistencianismo, traducianismo y creacionismo son simplemente
tres aspectos diferentes de la verdad completa respecto al origen del alma?
7. ¿Cómo distinguen los católico romanos, generalmente, entre la
"imagen" y la "semejanza" de Dios?
8. ¿Creen los católico romanos que el hombre perdió su justicia o
justicia natural por causa de la caída, o no?
9. ¿Cómo explican los luteranos que restringen la imagen de Dios a
la justicia original del hombre los pasajes de Gén. 9: 6 y Santiago 3: 9?