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1. EL
CONOCIMIENTO DE UNO MISMO Y EL CONOCIMIENTO DE DIOS
Una
palmada en las nalgas suele acompañar la llegada de un bebé a este mundo. La
respuesta del niño es prorrumpir en una protesta estridente. ¿Por qué llora el
bebé? ¿Es el llanto una respuesta al dolor? ¿O al miedo? ¿O acaso llora de
rabia?
Posiblemente
el llanto sea provocado por todos estos factores. Nuestra entrada a este mundo
está marcada por ruido y furia. Esta protesta inicial es considerada por
algunos como la expresión no solo del significado del nacimiento sino del
significado de la vida en su totalidad. Macbeth murmuraba:
La
vida no es más que una sombra que pasa, un histrión que se ensoberbece y se
impacienta el tiempo que le toca estar en el tablado, y de quien luego nada se
sabe: es un cuento que dice un idiota, lleno de miedo y de arrebato, pero falto
de toda significación.
No
tener ningún significado es ser completamente insignificante. Ser
insignificante es no tener ningún sentido. Y no tener ningún sentido es no
tener ningún valor.
El
sentido de mi vida y el de la de todos está vinculado a las preguntas ¿Quiénes somos? y ¿Qué somos? Es una cuestión de identidad.
Mi identidad está en última instancia vinculada a mi relación con Dios. No
puedo entender quién o qué soy si no entiendo quién o qué es Dios.
Existe
una dependencia mutua entre nuestro conocimiento de nosotros mismos y nuestro
conocimiento de Dios. Tan pronto como adquiero conocimiento de mí con yo, tomo
conciencia de que no soy Dios; soy una criatura. Tengo una fecha de nacimiento,
un instante en que mi vida comenzó sobre esta tierra. Mi punto de partida
tallado en mi lápida no será la eternidad. No puedo saber cuál ha de ser la
fecha final sobre mi lápida, pero la primera fecha fue 1939.
Mi
sentido de criatura hace que mi pensamiento se vuelque hacia el pasado, o
"hacia arriba", a mi Creador. No puedo contemplar a Dios ni a ninguna
otra cosa externa a mí mismo hasta no tomar conciencia de mí. Sin embargo, no
puedo entender todo mi significado hasta que no me entienda en relación con
Dios. En última instancia, entonces, la antropología, el estudio del hombre, es
una subdivisión de la teología, el estudio de Dios.
La
crisis de la humanidad moderna la encontramos en la ruptura entre la
antropología y la teología, entre el estudio de los seres humanos y el estudio
de Dios. Cuando nuestra historia es narrada en forma aislada o divorciada de la
historia de Dios, entonces sí se convierte en falta "de toda
significación". Si nos consideramos sin referencia a Dios, nos convertimos
en "una pasión inútil" como lo afirmó el filósofo Jean-Paul Sartre.
¿En
qué consiste "una pasión inútil"? Una pasión es un sentimiento
intenso. La vida humana está signada por sentimientos intensos. Entre ellos hay
pasiones tales como el amor, el odio, el temor, la culpa, la ambición, la
lujuria, la envidia, los celos, y muchísimos más. Como criaturas tenemos
sentimientos muy profundos sobre nuestras vidas. La pregunta nos angustia:
¿Acaso todos estos sentimientos son inútiles? ¿Acaso todo nuestro esfuerzo y
nuestro amor son un simple ejercicio en la futilidad, una excursión de vanidad?
Está
en juego el significado de nuestras vidas. Nos estamos jugando nuestra
dignidad. Si se considera a los seres humanos aislados, no relacionados con
Dios, entonces permanecen solos e insignificantes. Si no somos criaturas hechas
por Dios y relacionadas con Dios, entonces somos un mero accidente cósmico.
Nuestro
origen es insignificante y nuestro destino es igualmente insignificante. Si
surgimos del barro por accidente y hemos de desintegrarnos en el vacío o en el
abismo de la nada, entonces estamos viviendo nuestras vidas entre los dos polos
del más absoluto sin sentido. Somos ceros a la izquierda, desnudos de dignidad
o de valor.
El
dotar temporalmente de dignidad a un ser humano que se encuentra entre los
polos de un origen sin sentido y un destino sin sentido, es acceder meramente a
los caprichos de un sentimiento. Nos ilusionamos con nuestro propio engaño.
Nuestro
origen y nuestro destino están unidos a Dios. El único significado final que
podemos tener debe ser teológico. Esta misma pregunta que nos hacemos ya fue
formulada por el salmista: El
conocimiento de uno mismo Y el conocimiento de Dios.
Cuando
veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste,
digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el
hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles,
y lo coronaste de gloria y de honra (Salmo 8:3-5).
Haber
sido creados por Dios es estar relacionados con Dios. Esta relación
ineludible nos brinda la seguridad de que no somos ruido o sentimientos
inútiles. En la creación recibimos una corona de gloria. Una corona de gloria
es una tiara de dignidad. Con Dios, tenemos dignidad; sin Dios, no somos nada.
RESUMEN
1.
No podemos conocer a Dios sin antes tomar conciencia de nosotros mismos.
2.
No nos podemos conocer a nosotros mismos con precisión si no conocemos antes a
Dios.
Conocimiento
de DIOS Conocimiento más elevado de uno mismo
Conocimiento
de uno mismo (conciencia de uno mismo) El conocimiento de uno mismo nos conduce
al conocimiento de Dios, el cual a su vez nos brinda un entendimiento más elevado
y más completo de nosotros mismos.
3.
Los seres humanos en relación con Dios: Un origen con un propósito +Un
destino con un propósito = Una
vida con sentido.
4.
Los seres humanos sin relación con Dios: Un origen sin sentido + Un
destino sin sentido Una vida sin sentido.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Génesis
1:27, Hechos 17:22-31, Salmo 51 Romanos 1:18-23, Hechos 14:8-18.
2.
HOMBRE CREADO A IMAGEN DE DIOS
En
el arte, el hacer imágenes es un ejercicio de belleza. La pintura, la
escultura, y otras artes suelen ser imitativas. Mediante nuestra creación
imitamos a los objetos de la vida real.
El
artista principal es Dios. Cuando Dios diseñó el universo, dejó su sello sobre
él de manera tal que los cielos declaran su gloria y el firmamento nos muestra
su obra.
Cuando
Dios hizo a las criaturas que habitan la tierra y el mar, creó una criatura
singular, hecha a su propia imagen. Génesis 1:26-27 nos dice: Entonces dijo
Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y
señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en
toda la tierra, yen todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al
hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
Como
la Biblia dice que fuimos creados a la imagen y semejanza de Dios, algunos (en especial los católicos) han
llegado a la conclusión de que existe una diferencia entre ser a imagen y ser a semejanza de Dios. Pero la
estructura del lenguaje bíblico nos indica que la imagen y la semejanza se
refieren a una misma cosa.
Somos
los iconos de Dios, criaturas hechas con la capacidad única de reflejar el
carácter de Dios, como si fuésemos un espejo.
El
haber sido hechos a imagen de Dios suele entenderse como señalando el sentido
de que somos como Dios. Aunque Él es el Creador y nosotros sus criaturas, y
aunque Dios nos trasciende en esencia, en poder yen gloria, sin embargo en
cierto sentido somos como Él. Hay algún tipo de analogía entre Dios y nosotros.
Dios es un ser moral e inteligente. Nosotros también somos agentes morales
equipados con una mente, un corazón y una voluntad.
Estas
facultades hacen posible que podamos reflejar la santidad de Dios, santidad que
fue nuestra vocación original.
La
palabra hombre, cuando es
utilizada en los pasajes de la Escritura como "creó Dios al hombre a su
imagen" (Génesis 1:27), significa "la humanidad". Tanto el varón
como la hembra de la especie humana han sido creados a imagen de Dios. Parte de
esta imagen comprende el llamado de la humanidad a gobernar la tierra, a tener
dominio sobre ella. Hemos sido llamados a cultivar, a llenar, y a guardar esta
tierra como los regentes de Dios. Hemos sido llamados a reflejar el carácter
del gobierno justo de Dios sobre el universo. Él nunca saquea o explota lo que
domina, sino que reina con justicia y bondad.
En
ocasión de la caída de la humanidad, algo terrible ocurrió. La imagen de Dios
perdió su lustre. Nuestra capacidad para reflejar su santidad se vio tan
afectada que ahora este espejo está opaco.
La
caída, sin embargo, no destruyó nuestra humanidad. Aunque nuestra capacidad
para reflejar la santidad de Dios se perdió en la caída, todavía somos humanos.
Todavía tenemos una mente, un corazón y una voluntad. Todavía llevamos la marca
de nuestro Creador sobre nosotros. Cristo es quien restaura la plenitud de la imagen
de Dios en los seres humanos. Él es, como lo declara el autor de Hebreos,
"el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia"
(Hebreos 1:3).
RESUMEN
1.
Dios creó a los seres humanos -al varón ya la hembra- a su imagen y semejanza.
2.
Existe cierta analogía entre Dios y los seres humanos que hace posible la
comunicación entre ambos.
3.
Los seres humanos, como Dios, son agentes morales con las facultades de
pensamiento y voluntad.
4.
Los seres humanos han sido llamado a ejercer el dominio sobre la tierra.
5.
En la caída, la imagen de Dios en los seres humanos se opacó.
6.
Cristo es la imagen perfecta de Dios. Él nos está restaurando a la plenitud de
la imagen de Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Génesis
9:6, Romanos 8:29, 1 Corintios 15:42-57, Colosenses 1:15.
3. LOS
SERES HUMANOS COMO CUERPO Y ALMA
Tres
veces a la semana me someto a la tortura de mi entrenador en el Gimnasio de
Gold. Él es mi Faraón privado, mi Simón Legree. El ejercicio cardiovascular, la
bomba de hierro, y las rutinas de contorsiones son parte de mi dieta. Todo esto
a pesar del conocimiento de la Escritura que dice que el ejercicio corporal
para poco es provechoso" (l Timoteo
4:8)
Mientras
me preocupo por mi cuerpo, por su peso, su apariencia y su salud, vienen a mi
mente las palabras de Jesús: "Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas
el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el
cuerpo en el infierno" (Mateo 10:28).
Los
seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios, son criaturas hechas de un
cuerpo material y de un alma no material. Esta alma también es llamada
espíritu.
Tanto
el cuerpo como el alma fueron creados por Dios y constituyen
dos aspectos distintos de nuestra personalidad. El punto
de vista bíblico sobre los seres humanos difiere marcadamente del
punto de vista de los antiguos griegos. Nuestro cuerpo y alma
forman una dualidad, no un dualismo. En las teorías dualísticas,
el cuerpo y el alma son vistos como dos sustancias incompatibles
que coexisten en constante tensión. Son fundamentalmente incompatibles.
El
dualismo suele afirmar que hay algo inherentemente
malvado o imperfecto en cualquier cosa física y, por
lo tanto, considera que el cuerpo es un recipiente malvado para contener
al alma pura. Para los griegos, la salvación significaba en
última instancia ser redimidos del cuerpo,
cuando el alma finalmente fuera liberada de la prisión de la carne.
El
punto de vista bíblico es que el cuerpo fue creado bueno y no
hay ningún mal inherente a su sustancia física. Sin embargo, padece
la corrupción moral de la misma manera que el alma. Los seres
humanos son pecaminosos tanto en su cuerpo como en su alma.
El cristianismo no enseña la redención independiente
del cuerpo, sino la redención del cuerpo.
Al
ser una dualidad, los seres humanos son una entidad con dos partes distintas
unidas por el acto creativo de Dios. No ninguna necesidad, ni filosófica ni
exegética, para agregar otra tercer parte o sustancia (como un espíritu) para
sortear la tensión dualística. La teología ortodoxa rechaza la visión
tricotómica de los seres humanos, que concibe a los seres humanos como
integrados por tres partes: el cuerpo, el alma y el espíritu.
Aunque
hay muchos teólogos que han argumentado a favor de la inmortalidad natural o
esencial del alma humana, es importante recordar que el alma humana:
(1) ha
sido creada por Dios y no es inherentemente eterna;
(2)
aunque no está compuesta por materia y como tal sujeta a las fuerzas físicas,
de todos modos es factible de ser destruida por Dios.
El
alma no puede existir en ningún momento separada del poder sustentador de Dios.
"En él vivimos, y nos movemos, y somos" (Hechos 17:28).
En
el momento de la muerte, aunque el cuerpo muere, el alma del creyente y del no
creyente continúan viviendo. Los creyentes aguardan la consumación de su redención con la resurrección y la
glorificación de sus cuerpos, mientras que los impenitentes aguardan el juicio
final de Dios. Como Dios preserva al alma de la muerte, los seres humanos
tienen una continuidad de su existencia personal consciente más allá de la
muerte. Toda la persona ha caído; tanto el cuerpo como el alma son los objetos
de la gracia salvífica de Dios.
RESUMEN
1.
Los seres humanos tienen un cuerpo material y un alma inmaterial.
2.
Los seres humanos son una unidad-en-la-dualidad. El cristianismo rechaza la
noción griega de dualismo.
Los
seres humanos Unidad en la dualidad CUERPO y ALMA
Los seres humanos como cuerpo y alma Concepto griego Dualismo unificado CUERPO-ALMA
Tricotomía
en la tensión entre el cuerpo y el alma aliviada por el espíritu.
3.
El cuerpo humano forma parte de la buena creación de Dios.
Aunque
cayó, junto con el alma, ninguno de los dos son inherentemente malvados.
4.
El alma humana no es naturalmente eterna. Debió ser creada y sustentada por
Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Génesis
1:1-2:25, Eclesiastés
12:7, Mateo 10:28, Romanos 8:18-23, 1 Corintios 15:35-55
4. LOS
SERES HUMANOS COMO CARNE Y ESPÍRITU
En la iglesia moderna hay mucha confusión con
respecto al significado bíblico de la carne y el espíritu. Por un lado, la
iglesia todavía está luchando contra la idea griega de que todo lo que sea
físico debe ser malo en cierto grado. Algunos, por lo tanto, suponen que la
vida cristiana es algo que debe ser completamente espiritual y que no puede
tener nada que ver con nuestra existencia corporal.
Algunos llevan este requisito al extremo de
considerar necesariamente malas todas las funciones corporales, como comer,
beber y la satisfacción sexual. Otros, creyendo que el cuerpo carece de
importancia, se engañan creyendo que no importa como sea utilizado el cuerpo
siempre y cuando su alma esté saludable. Ambas perspectivas reflejan una grave
distorsión de la enseñanza bíblica sobre el cuerpo y el espíritu, según la cual ambos son
importantes y deben ser alimentados cuidados.
Surge un segundo problema cuando se hace una
diferencia demasiado marcada entre los cristianos "carnales" y los
cristianos "espirituales". En este caso debemos considerar tres tipos
de personas:
(1) los que no son cristianos
y son carnales,
(2) los cristianos carnales,
y;
(3) los cristianos llenos del
Espíritu.
Sí pensamos en un cristiano carnal como en
una persona totalmente vacía del Espíritu Santo, entregada a un estilo de vida
completamente carnal, no estamos hablando de un cristiano carnal, estamos
hablando de alguien que ni siquiera es cristiano. Una persona puede profesar
ser cristiano y seguir siendo completamente carnal, haciendo de su profesión
una mentira. Un cristiano completamente carnal es una contradicción.
Todos los cristianos han sido llenos por el
Espíritu. La "plenitud" del Espíritu puede ser de menor a mayor
grado; porque los cristianos varían entre sí, se han entregado al Espíritu en
distinto grado. Pero el Espíritu habita dentro de todos los cristianos.
El apóstol Pablo habla sobre una lucha o
conflicto que el creyente experimenta entre la carne y el espíritu. Al hacerlo,
Pablo no está enseñando un dualismo o una falta de armonía entre el cuerpo y el
alma. El conflicto descrito por Pablo no puede ser reducido a una lucha entre
los deseos o apetitos físicos y las virtudes espirituales. El conflicto es más
profundo que eso.
La palabra carne (sarx) es a veces utilizada en el Nuevo Testamento como un
sinónimo virtual de cuerpo (soma). Sin
embargo, cuando esta palabra es usada en claro contraste con espíritu (pneuma), suele referirse a
algo diferente del cuerpo físico. La carne
en dicho caso suele referirse a la naturaleza corrupta de los seres
humanos caídos. Cuando el Espíritu Santo nos regenera y nos convertimos en nuevas criaturas en
Cristo, el poder de nuestra naturaleza caída (la carne) es conquistado pero no
destruido.
Como la santificación consiste en un proceso que
dura toda la vida, los cristianos están inmersos en una lucha diaria con su
vieja naturaleza mientras buscan crecer en el Espíritu y en la gracia. La vieja
persona muere día a día mientras que la nueva persona en Cristo se fortalece
por el Espíritu Santo que mora en ella. El Espíritu, que nos ha dado su palabra
y nos ha sellado, será quien finalmente prevalezca en esta lucha. Mientras
tanto, sin embargo, la lucha puede ser muy intensa. Los cristianos deben seguir
luchando contra el pecado y la tentación. La conversión nos libera del
control total de la carne, pero no nos perfecciona.
Esta lucha entre la vieja persona (la carne)
y el Espíritu continúa hasta nuestra muerte. Después de la muerte hemos de ser
glorificados: la carne será completamente aniquilada, y la nueva persona será
completamente purificada.
RESUMEN
1. La Biblia rechaza la
noción griega que considera al cuerpo intrínsecamente malo.
2. Los cristianos no deben ni
despreciar ni exaltar al cuerpo. El cuerpo y el alma tienen necesidad de santificación.
3. Ningún cristiano puede ser
completamente carnal ni completamente libre de carnalidad.
4. El Espíritu Santo habita
en todos los cristianos.
5. La lucha entre la carne y
el espíritu no es un conflicto entre el cuerpo y el alma sino un conflicto entre nuestra
naturaleza de pecado caída (la vieja persona) y nuestra naturaleza regenerada
(la nueva persona).
6. La lucha entre la carne y el Espíritu continúa durante toda la vida del
cristiano hasta su glorificación.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Mateo 26:36-41, Juan 3:6, Romanos 7:13-8:17,
Efesios 2:1-3, 1 Pedro 2:11.
5.
SATANÁS
La
figura de Satanás suele ser concebida como un fugitivo de una fiesta de
"Halloween", Se lo retrata vistiendo un ridículo traje rojo. Tiene
espuelas, cuernos, una cola, y lleva consigo un tridente.
Esta
figura es motivo de ridículo entre quienes niegan el cristianismo bíblico. En
determinada ocasión le pregunté a mi clase de unos treinta estudiantes:
"¿Cuántos creen en Dios?" La mayoría de los estudiantes levantó su
mano. Luego pregunté: "¿Cuántos creen en el diablo?" Solamente se
alzaron un de manos.
Un
estudiante espetó, "¿Cómo puede una persona inteligente creer en el diablo
en los días que corren? El diablo pertenece a superstición, junto con los
fantasmas, los duendes y todo
el reste de la parafernalia nocturna".
Yo
le respondí: "Hay un origen muchísimo más fiable para creer en Satanás que
para creer en los duendes. Es posible que no estén convencidos de la veracidad
de la Biblia, pero sin duda que es un origen más fiable que los cuentos de
hadas".
Amontonar
a Satanás junto con las brujas y los duendes implica violar las reglas de un
pensamiento serio y grave. Continué mi discusión con el estudiante realizándole
otra pregunta: "Si creemos que Dios es un ser invisible, y personal, que
tiene la capacidad de influenciar a las personas hacia el bien, ¿por qué
resulta tan increíble y tan difícil imaginar que existe un ser invisible, y
personal, que tiene la capacidad de influenciar a las personas al mal?"
Es
posible que nuestro problema con respecto a Satanás radique en el hecho de que
estamos reaccionando a una caricatura y no al punto de vista bíblico sobre él.
En la Escritura, la palabra Satanás significa
"adversario". Lo conocemos como el diablo. Es una criatura angelical
que, antes de la creación de la raza humana, se rebeló contra Dios y que desde
entonces ha luchado contra la raza humana y contra Dios. Se lo llama el
príncipe de las tinieblas, el padre de la mentira, el acusador, y la
serpiente. Este retrato no tiene nada que ver con el adversario cómico, con
cuernos, y un tridente, al que nos hemos acostumbrado.
Esa
imagen, por lo menos en parte, surgió en la iglesia medioeval. Esta caricatura
de Satanás fue creada intencionalmente en la iglesia para poder burlarse de él.
La iglesia estaba convencida que era una estratagema efectiva contra Satanás el
insultarlo. Se consideraba que su parte más vulnerable era su orgullo. El
atacar su orgullo era visto como una manera efectiva para repeler su ataque.
La
noción bíblica, sin embargo, es mucho más sofisticada. Él se aparece como un
"ángel de luz". Esta imagen subraya la habilidad inteligente de
Satanás para manifestarse bajo la apariencia del bien. Satanás es muy sutil,
seductor y astuto. Sabe hablar con elocuencia; su apariencia es deslumbrante.
El príncipe de las tinieblas se viste con un ropaje de luz. La Escritura
también nos habla de Satanás como un león rugiente, buscando a quien devorar.
Cristo
también es llamado un león, el León de Judá. Él es el redentor, el anti-león y
devorador. Ambas imágenes nos hablan de la fuerza.
¿Cómo
deberá reaccionar, entonces, el creyente frente a Satanás? Por un lado, Satanás
es realmente temible. En 1 Pedro 5:8 se nos dice que "vuestro adversario
el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar".
La respuesta del creyente no debe ser, sin embargo, la del miedo. Satanás puede
ser más fuerte que nosotros, pero Cristo es más fuerte que Satanás.
La
Biblia afirma que "mayor es el que está en vosotros, que el que está en el
mundo" (1 Juan 4:4). Satanás es después de todo una criatura. Es finito y
limitado. Está limitado en el tiempo y el espacio. No puede estar en más de un
lugar al mismo tiempo.
Nunca
debe ser considerado igual a Dios. Satanás es de un orden superior a los humanos,
es un ángel caído. Pero no es divino. Tiene más poder que las criaturas de este
mundo pero su poder es infinitamente menor que el poder del Dios todopoderoso.
RESUMEN
1.
Satanás no debe ser comparado a las criaturas mitológicas.
2.
Satanás es un ángel caído con poderes sofisticados para engañar, tentar y
acusar a las personas.
3.
Satanás es una criatura finita sin los poderes y los atributos divinos.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Job
1:6-12, Mateo 4:1-11, Lucas 22:31, 2 Tesalonicenses 2:5-10, 1 Pedro 5:8-11.
6. LOS
DEMONIOS
Los
demonios son seres sobrenaturales que sirven a Satanás. Como Satanás, también
fueron ángeles. Se unieron con Satanás en su rebelión y fueron echados del
cielo junto con él. Cuando se los menciona en la Escritura, es principalmente
con respecto a la posesión demoníaca de los seres humanos.
El
apóstol Pablo señala que mientras los dioses idolátricos adorados por los
paganos no existen en realidad, los demonios sí existen, instigando y
propagando dicha adoración pagana. Quienes participan de dichos ritos paganos
en realidad están ofreciendo su adoración a los demonios y están operando bajo
las directivas demoníacas.
El
Nuevo Testamento nos revela varias características de los demonios. Suelen
estar asociados con algún tipo de deficiencia física o mental, como la ceguera
o el inf1igirse daño a sí mismos.
Los
demonios con frecuencia reconocieron a Cristo como el Santo de Dios. Le
temieron y se sujetaron a la autoridad de Jesús.
Además,
los demonios tenían un conocimiento superior o sobrenatural, una fuerza
superior, y la capacidad de predecir el futuro.
La
Reforma reaccionó con firmeza contra el exceso de prácticas y supersticiones
que rodeaban a los demonios en la Edad Media. Hacia fines del siglo dieciséis,
la práctica de exorcizar demonios había sido abolida dentro de la Iglesia
Luterana.
Si
bien los demonios todavía continúan actuando, el nivel y la severidad de su
actividad como están expresadas en el Nuevo Testamento son propias de ese
tiempo. Era la "plenitud del tiempo", la última gran defensa de este
mundo contra el Redentor de la humanidad. Satanás, por decirlo de algún modo,
tiró la casa por la ventana. Con la resurrección y la venida del Espíritu Santo
en Pentecostés, el reino de Satanás, y sus camaradas los demonios, se vio
severamente restringido. Sin embargo, tanto Pablo como Juan les advierten a los
creyentes que en los tiempos postreros las actividades de Satanás y sus
demonios se habrían de incrementar.
Si
tomamos lo que nos dice la Biblia en serio, debemos tomar en serio también al
mundo de los demonios. No puede haber una teología bíblica sin su
correspondiente demonología.
Aunque
los demonios son reales y poderosos, no hay ningún motivo para creer que
pudieran llegar a poseer a un cristiano.
Podremos
ser acosados, tentados, o acusados por los demonios, pero nunca nos podrán
controlar. Todos los cristianos tienen al Espíritu Santo morando dentro de sí.
Su presencia les garantiza el estar libre de la posesión de los demonios. El
Espíritu Santo es más poderoso que cualquier demonio que pueda atacarnos.
RESUMEN
1.
Los demonios son ángeles caídos que están bajo el dominio de Satanás.
2.
Los demonios aparecieron con fuerza inusitada cuando Jesús estuvo sobre esta
tierra.
3.
Los cristianos no pueden ser poseídos por los demonios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Marcos
1:21-28, Lucas 10:17-20, Lucas 11:14-26, 1 Corintios 10:14-24, 1 Juan 4:1-6.
7. EL
PECADO
El
pecado puede ser ilustrado como un arquero que dispara una flecha y no da en el
blanco. No se trata, por supuesto, de inferir que es un asunto moral el no dar
en el blanco en las competencias de tiro al blanco. Lo que ocurre es que la
definición bíblica más sencilla para el pecado es "errar el blanco". En
términos bíblicos, el blanco que no se consigue no es un blanco relleno de
paja; es el blanco o la "norma" de la ley de Dios. La ley de Dios
expresa su propia justicia y es el estándar supremo para nuestro
comportamiento. Cuando no damos en el blanco de este estándar, pecamos.
La
Biblia nos habla de la universalidad del pecado en términos de no dar en el blanco
de la gloria de Dios. "Por cuantos todos pecaron, y están destituidos de
la gloria de Dios" (Romanos 3:23).
Decir
que "nadie es perfecto" o que "errar es humano" es
reconocer la universalidad del pecado. Todos somos pecadores y todos tenemos
necesidad de la redención.
El
pecado puede definirse como "el no conformarse o el transgredir cualquier
ley de Dios, otorgada como la norma para las criaturas racionales". Hay
tres dimensiones cruciales en esta definición. En primer lugar, el pecado es la
no conformidad o el no poder cumplir plenamente algo. Constituye el no
cumplimiento de la ley de Dios. Un pecado de omisión es el fracaso de hacer lo que Dios ordena. Si nos ordena
amar al prójimo y no lo amamos, eso es pecado.
En
segundo lugar, el pecado es definido como una transgresión a la ley.
Transgredir una leyes pasar por alto sus barreras, traspasar sus límites. Por
eso es que podemos describir al pecado como "una invasión al derecho de
propiedad". Caminamos por donde no se nos permite caminar. En este caso
hablamos de pecados por comisión, cuando
cometemos acciones prohibidas por Dios. Cuando la ley de Dios se pronuncia en
términos negativos, "No harás tal o cual cosa", y nosotros hacemos lo
que no está permitido, pecamos.
En
tercer lugar, el pecado es una acción realizada por criaturas que tienen uso de
razón. Por ser criaturas creadas a la imagen de Dios, somos agentes morales
libres. Porque tenemos una mente y una voluntad, somos capaces de realizar
acciones morales. Pecamos siempre que hacemos algo que sabemos que está mal, y
elegimos desobedecer la ley de Dios.
El
protestantismo rechaza la diferencia clásica establecida en la teología
católica entre los pecados veniales y los pecados mortales. La teología
católica clásica define un pecado mortal como un pecado que "mata" la
gracia en el alma y requiere renovar la justificación mediante el sacramento de
la penitencia. Un pecado venial es un pecado de menor gravedad. No destruye la
gracia salvífica.
Juan
Calvino declaró que todo pecado contra Dios es un pecado mortal en cuanto merece la muerte, pero ningún pecado
es mortal en el sentido que destruye nuestra justificación por la fe.
El
protestantismo afirma que cualquier pecado es grave. Hasta el pecado más
pequeño es un acto de rebeldía contra Dios. Todos los pecados constituyen un
acto de traición cósmica, un intento fútil por destronar a Dios en su autoridad
soberana.
Sin
embargo, la Biblia considera a algunos pecados más atroces que otros. Hay
grados de maldad del mismo modo que habrá grados de castigo en el tribunal de
la justicia de Dios. Jesús reprendió a los Fariseos por haber omitido cumplir
con las cuestiones más importantes de la ley, y reconvino a las ciudades de
Betsaida y Corazín diciéndoles que su pecado era peor que el de Sodoma y
Gomorra (Mateo 11:20-24).
La
Biblia también nos advierte sobre la culpa incurrida al pecar múltiples veces.
Aunque Santiago nos enseña que pecar contra una parte de la leyes pecar contra
toda la ley (Santiago 2: 10), cada transgresión particular añade más culpa.
Pablo nos previene de no atesorar ira para el día de la ira (Romanos 2:1-11).
Cada
vez que cometemos un pecado estamos agrandando nuestra culpa y nuestra exposición
a la ira de Dios. Sin embargo, la gracia de Dios es mayor que toda nuestra
culpa junta.
La
Biblia toma al pecado muy en serio porque toma a Dios muy en serio, y también
toma en serio a los seres humanos.
Cuando
pecamos contra Dios, estamos violando su santidad. Cuando pecamos contra
nuestro prójimo, estamos violando su humanidad.
RESUMEN
1.
El significado bíblico del pecado es errar el blanco de la justicia de Dios.
2.
Todos los seres humanos son pecadores.
3.
El pecado comprende el fracaso de no conformarse a algo (de omisión) y la
transgresión (de comisión) de la ley de Dios.
4.
Solo los agentes morales pueden ser culpables de pecado.
5.
El protestantismo rechaza la diferencia entre pecados mortales y veniales, pero
afirma que hay pecados más graves que otros.
6.
Con cada pecado que se comete se incurre en mayor culpa.
7.
El pecado viola a Dios y a las personas.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Romanos
2:1-11, Romanos 3:10-26, Romanos 5: 12-19, Santiago 1:12-15,
1 Juan 1:8-10.
8. EL
PECADO ORIGINAL
Es
un lugar bastante común escuchar la aseveración de que "la gente es
básicamente buena". Aunque se admite que nadie es perfecto, se minimiza la
malicia humana. Sin embargo, si las personas son básicamente buenas, ¿por qué
el pecado es tan universal?
Suele
decirse que todo el mundo peca debido a la influencia negativa de la sociedad.
El problema es encuadrado dentro del entorno social y no dentro de nuestra
propia naturaleza. Pero esta explicación sobre la universalidad del pecado no
contesta esta pregunta: "¿Cómo fue que la sociedad se tornó corrupta en
primer lugar?"
Si
las personas son buenas e inocentes cuando nacen, cabría esperar que al menos
un porcentaje de ellas permaneciesen buenas y sin pecado. Debería ser posible
encontrar sociedades no corruptas, donde el entorno haya sido condicionado por
la no pecaminosidad en lugar de haber sido condicionado por la pecaminosidad.
Y
sin embargo, hasta las comunidades más comprometidas con la justicia han tenido
que tomar provisiones para tratar con la culpa del pecado.
Como
la fruta está universalmente corrupta, buscamos la raíz del problema en el
árbol. Jesús nos enseñó que un árbol bueno no puede producir fruta corrupta. La
Biblia enseña con total claridad que nuestros padres originales, Adán y Eva,
cayeron en el pecado.
De
ahí en más, todos los seres humanos han nacido con una naturaleza pecaminosa y
corrupta. Si la Biblia no enseñara esto explícitamente, de todos modos
tendríamos que deducirlo racionalmente debido a la universalidad del pecado.
Sin
embargo la caída no es meramente una cuestión de deducción racional. Es un
punto en la revelación divina. Se refiere a lo que conocemos como el pecado original. El pecado original no
se refiere principalmente al primer pecado
o el pecado original cometido por Adán y Eva. El pecado original se refiere al resultado del primer pecado la
corrupción de la raza humana. El pecado original se refiere a la condición
caída en la que estamos ya cuando nacemos.
De
la Escritura surge claramente que la caída tuvo lugar. La caída fue
devastadora. Cómo fue que sucedió es un tema abierto a la disputa aun entre los
pensadores de la Reforma. La Confesión de Westminster, de manera muy similar a
la explicación de la Escritura, explica este acontecimiento con sencillez:
Nuestros
primeros padres, habiendo sido seducidos por la sutileza y la tentación de
Satanás, pecaron, al comer de la fruta prohibida.
Dios,
de acuerdo con su sabio y santo consejo, permitió este su pecado, habiendo decidido
ordenarlo para su propia gloria.
Por
consiguiente, la caída ocurrió. Los resultados, sin embargo, alcanzaron mucho
más que a Adán y Eva. No solo alcanzaron a toda la humanidad, sino que
diezmaron a la humanidad. Somos pecadores en Adán. No corresponde preguntarnos:
¿Cuándo se convierte una
persona en un pecador? Porque la verdad es que los seres humanos nacen en un
estado de pecaminosidad. Son vistos por Dios como pecadores, por su solidaridad
con Adán.
La
Confesión de Westminster nuevamente expresa elegantemente los resultados de la
caída, en particular en su relación con los seres humanos:
Por
este pecado cayeron de su estado original de justicia y comunión con Dios, y murieron
al pecado, completamente corruptos en todas las partes y facultades del alma y
del cuerpo. Como eran la raíz de toda la humanidad, la culpa de este pecado, y
la misma muerte al pecado, y la naturaleza corrupta se imputó y se transmitió a
toda su descendencia postrera por generación ordinaria. A partir de esta
corrupción original, por la cual estamos completamente indispuestos,
inhabilitados, y contrarios hacia el bien, y completamente inclinados hacia el
mal, es que proceden todas las transgresiones presentes.
Esta
última frase es crucial. Somos pecadores no porque pequemos, sino que pecamos
porque somos pecadores. Por eso es que David se lamenta: "En verdad, soy
malo desde que nací; soy pecador desde el seno de mi madre" (Salmo 51:5,
La Biblia, Versión Popular).
RESUMEN
1.
La universalidad del pecado no puede ser explicada por factores sociales o del
entorno.
2.
La universalidad del pecado es explicada por la caída de la humanidad.
3.
El pecado original no se
refiere principalmente al primer pecado, sino al resultado de dicho pecado. .
4.
Todas las personas nacen con una naturaleza pecaminosa o con un "pecado
original".
5.
Todos pecamos porque somos pecadores por naturaleza.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Génesis
3: 1-24, Jeremías 17:9, Romanos 3: 10-26, Romanos 5:12-19, Tito 1:15.
9. LA
DEPRAVACIÓN HUMANA
Como
mencionamos en el capítulo anterior, un tema común de debate entre los teólogos
radica en la cuestión de si los seres humanos son básicamente buenos o
básicamente malos. Esta cuestión gira en torno a la palabra básicamente. Existe un consenso
prácticamente universal de que nadie es perfecto. Todos aceptamos la máxima de
que "errar es humano".
La
Biblia nos dice qué "todos pecaron y están destituidos de la gloria de
Dios" (Romanos 3:23). A pesar de este veredicto sobre las limitaciones de
los humanos, nuestra cultura, dominada por el humanismo, persiste en creer que
el pecado es algo periférico o tangencial
a nuestra naturaleza. No obstante, tenemos fallas por causa del pecado.
Nuestros registros morales exhiben manchas.
Pero
de algún modo pensamos que nuestra maldad reside en la periferia de nuestro
carácter, apenas lo roza, y nunca puede penetrar a nuestro centro interior. Se
supone, básicamente, que las personas son inherentemente buenas.
Después
de haber sido liberado de su cautiverio en Iraq y haber
experimentado de primera mano la corrupción de los métodos de
Saddam Hussein, uno de los rehenes declaró: "A pesar de
todo lo que padecí, nunca perdí mi confianza en la bondad básica
de las personas". Es posible que este punto de vista descanse en
parte en una escala variable de relativa bondad o maldad de
la gente.
Es
obvio que algunas personas son más malvadas que otras.
Al lado de Saddam Hussein o Adolfo Hitler, cualquier pecador
del montón se parece a un santo. Pero si elevamos nuestra mirada
hacia el estándar supremo de bondad -el carácter santo de
Dios- nos damos cuenta de que lo que se presenta como una bondad
en un nivel terrenal es corrupto hasta la cabeza.
La
Biblia nos enseña la total depravación de la raza humana. La depravación total
significa la corrupción radical. Debemos tener cuidado de observar la
diferencia que existe entre la depravación total y la depravación completa.
Ser completamente depravados es ser tan malos como es posible ser.
Hitler era extremadamente depravado, pero podría haber sido todavía peor.
Yo
soy un pecador. Pero podría pecar más a menudo y mis pecados podrían ser más
graves que los que peco en realidad. No hago cosas completamente depravadas,
pero sí soy totalmente depravado.
La
depravación total significa que yo y todos los demás somos depravados o
corruptos en todo nuestro ser. No hay ninguna parte de nosotros que no haya
sido alcanzada por el pecado.
Nuestras
mentes, nuestras voluntades, y nuestros cuerpos se han visto afectados por el
mal. Hablamos palabras pecaminosas, desarrollamos acciones pecaminosas, tenemos
pensamientos impuros.
Nuestros
propios cuerpos padecen los estragos del pecado. Posiblemente la expresión corrupción radical sea más feliz que
la expresión "depravación total" para describir nuestra condición
caída. Utilizo la palabra radical no
tanto como sinónimo de "extremo" sino en el sentido de su significado
original. La palabra radical proviene
de la palabra latina que significa "raíz".
Nuestro
problema con el pecado es que está radicado en el centro de nuestro ser. Cala
en lo profundo de nuestros corazones. Debido a que el pecado está en lo más
profundo de nuestro ser y no simplemente en el exterior de nuestras vidas es
que la Biblia dice: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay
quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay
quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno (Romanos 3:10-12).
Por
causa de esta condición se escucha el veredicto de la Escritura: estamos
"muertos en delitos y pecados" (Efesios 2: 1); hemos sido
"vendidos al pecado" (Romanos 7:14); hemos sido llevados
"cautivos a la ley del pecado" (Romanos 7:23) y somos "por naturaleza
hijos de ira" (Efesios 2:3). Solamente el poder vivificador del Espíritu
Santo puede sacarnos de este estado de muerte espiritual. Es Dios quien nos
vuelve a la vida mientras nos convierte en hechura suya (Efesios 2: 1-10).
RESUMEN
1.
El humanismo considera que el pecado se encuentra en el borde o la periferia de
la vida humana. Considera que los seres humanos son básicamente buenos.
2.
El cristianismo bíblico enseña que el pecado cala hasta lo más profundo de
nuestras vidas.
3.
La depravación total no significa la depravación completa. No somos tan malos
como podríamos ser.
4.
La corrupción radical subraya la pecaminosidad que alcanza hasta lo más
profundo de nuestros corazones.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Jeremías
17:9, Romanos 8:1-11, Efesios 2: 1-3, Efesios 4:17-19, 1
Juan 1:8-10.
10. LA
CONCIENCIA HUMANA
Fue
Jimmy Cricket quien dijo deja que tu conciencia sea siempre tu guía". Este
es un buen consejo si nuestra conciencia ha sido instruida
por la Palabra de Dios y dirigida por ella. Sin, embargo, si nuestra conciencia
es ignorante de la Escritura e sido cauterizada o endurecida por repetidos
pecados, la Teología de Jimmy Cricket puede ser desastrosa.
La
conciencia juega un papel importante en la vida cristiana. Resulta vital, sin
embargo, que la comprendamos correctamente.
La
conciencia ha sido descrita como una voz interior de Dios que nuestra mente
utiliza para acusarnos o excusarnos de los pecados. Incluye dos elementos
básicos:
(1)
Una conciencia o realización interna del bien y del
mal, y:
(2)
Una habilidad mental para aplicar leyes, normas, y preceptos
a situaciones concretas.
En
Romanos 2:15, Pablo nos enseña que Dios ha escrito Sin ley
sobre el corazón humano. La conciencia humana ha sido instruida
por la revelación de la ley de Dios, que Él ha implantado en el
corazón humano.
Las
personas tienen una responsabilidad moral de que su conciencia les dicte. Es
pecado actuar en contra de conciencia de uno. En la Dieta de Lutero declaró:
"Mi conciencia está cautiva de la Palabra de Dios porque
hacer contra la conciencia no tranquiliza ni estaría bien" La
respuesta de Lutero demuestra dos principios bíblicos importantes. En primer
lugar, que la conciencia debe ser instruida o "hecha cautiva" por la
Palabra de Dios. La conciencia puede ser mal enseñada o cauterizarse, o
apagarse, por los pecados repetidos una vez tras otra. El pecado habitual o la
aceptación de la sociedad del pecado nos pueden endurecer tanto que acallemos
la voz de la conciencia y pequemos sin ningún remordimiento.
Por
otro lado, si nuestra conciencia nos convence de que algo es ilegal o
pecaminoso, aunque en realidad no sea pecaminoso, igualmente estaría mal que lo
hiciésemos. Hacer lo que consideramos mal, aunque no sea en realidad mal, es
pecar. Pablo nos enseña que cualquier cosa que no provenga de fe, es pecado (Romanos
14:23). En dicha instancia, actuar en contra de la conciencia no nos
tranquilizaría ni estaría bien.
RESUMEN
1.
La conciencia es una buena guía únicamente cuando ha sido instruida y dirigida
por Dios.
2.
La conciencia es una voz moral dentro nuestro que nos acusa o nos excusa de
nuestras acciones.
3.
Es un pecado actuar en contra de la conciencia.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Lucas
11:39-44, Romanos 2:12-16, Romanos 14:23, Tito 1:15
11. EL PECADO IMPERDONABLE.
Muchas
personas temen y se preocupan porque en la Biblia hay un pecado que se describe
como "imperdonable". Aunque el evangelio ofrece gratuitamente el
perdón a todos los que se arrepienten de sus pecados, hay un límite colocado en
el umbral de este crimen. El pecado imperdonable sobre el que advirtió Jesús se
identifica con la blasfemia contra el Espíritu Santo. Jesús declaró que este
pecado no puede ser perdonado ni en el presente ni en el futuro: Por tanto os
digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia
contra el Espíritu no les será perdonada.
A
cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será
perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni
en este siglo ni en el venidero (Mateo 12:31-32).
Ha
habido varios intentos por identificar este crimen específico que es
imperdonable. Se lo ha asignado a crímenes tan horrendos como el homicidio o el
adulterio. Sin embargo, si bien estos dos crímenes son pecados horribles contra
Dios, la Escritura deja muy en claro que pueden ser perdonados si la persona
que los cometió se arrepiente. David, por ejemplo, era culpable de ambos, pero
fue restaurado a la gracia.
El
pecado imperdonable con frecuencia suele ser identificado con la resistencia
total y persistente a creer en Cristo. Como la muerte trae consigo el final de
la oportunidad que una persona tiene para arrepentirse de su pecado y confiar
en Cristo, la consecuencia de rehusarse a creer trae consigo el fin de la
esperanza del perdón.
Si
bien la resistencia total y persistente a creer tiene estas consecuencias no
explica de manera adecuada la advertencia de Jesús relacionada con la blasfemia
contra el Espíritu Santo. La blasfemia es algo que se hace con los labios o con
la pluma. Involucra palabras.
Aunque
cualquier forma de blasfemia es un ataque grave al carácter de Dios, se la
suele considerar perdonable. Cuando Jesús
considerarla en el contexto de sus acusadores que estaban afirmando que Él estaba en liga con Satanás, Su
advertencia es seria aterradora. No obstante, sobre la cruz, Jesús oró para que
los que habían blasfemado contra fuesen perdonados por causa de su ignorancia.
"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34).
Pero,
sin embargo, si las personas han sido iluminadas
por el Espíritu Santo hasta el grado de saber que Jesús es
verdaderamente el Cristo, y luego
lo acusan de ser satánico, han cometido un pecado que no tiene perdón. Los
cristianos librados a sus propios recursos son capaces de cometer el pecado
imperdonable, pero confiamos en que Dios en su gracia protectora guardará a sus
escogidos de cometer dicho pecado. Cuando los cristianos fieles temen haber
cometido dicho pecado, esta señal posiblemente ya nos esté indicando que no lo
cometieron. Quienes cometan dicho pecado tendrán su corazón tan endurecido y se
habrán abandonado tanto a su pecado que no sentirán ningún remordimiento.
Incluso
en una cultura pagana y secular como la nuestra, las personas son reacias a
blasfemar abiertamente contra Dios y contra Cristo. Aunque el nombre de Cristo
es arrastrado por el barro cuando se echan ternos y el evangelio es
ridiculizado con chanzas y comentarios irreverentes, la gente evita relacionar
a Jesús con Satanás.
Si
bien el ocultismo y el satanismo proveen un
contexto de peligro inminente para cometer el pecado imperdonable, aunque la
blasfemia radical ocurriera ahí, todavía podría ser perdonada porque habría
sido cometida en ignorancia por aquellos que todavía no fueron iluminados por
el Espíritu Santo hace esta advertencia sobre el imperdonable pecado.
RESUMEN
1. La blasfemia contra el
Espíritu Santo no debe ser equiparada al homicidio o el adulterio.
2. La blasfemia es un pecado
contra Dios que involucra palabras.
3. La advertencia original de
Cristo era en contra de atribuirle las obras de Dios el Espíritu Santo a
Satanás.
4. Jesús oró pidiendo el
perdón de los blasfemos que ignoraban su verdadera identidad.
5.
Los cristianos nunca cometerán este pecado por la gracia protectora de Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Mateo
12:22-32, Lucas 23:34, 1 Juan 5: 16.
12. EL
SINCRETISMO
El
sincretismo es el proceso por el cual algunos aspectos de una religión son
asimilados, o incorporados, a otra religión. Esto lleva a cambios fundamentales
en ambas religiones.
En
el Antiguo Testamento, Dios estaba profundamente preocupado con las presiones y
las tentaciones hacia el sincretismo.
Cuando
el pueblo de Dios entró en la Tierra Prometida fueron confrontados con
religiones paganas. Los dioses cananeos, Baal y Asera, se convirtieron en
objetos de la devoción israelita. Más adelante, el pueblo de Dios adoró a los
dioses nacionales de Asiria y Babilonia. La ley de Dios le advertía a Israel
con claridad que no debía abandonar a Jehová en pos de otros dioses, y que
tampoco debía adorar a otros dioses además del verdadero Dios. Los profetas
predijeron los juicios venideros que caerían si la gente modificaba su fe para
acomodarla a las doctrinas y prácticas extranjeras.
El
período del Nuevo Testamento fue típico de un extenso sincretismo. Con la
expansión del Imperio Griego, sus dioses se mezclaron con los dioses nativos de
las naciones conquistadas. El Imperio Romano también abrigó en su seno a todo
tipo de culto y religiones de misterio. El cristianismo no pudo escapar a esto.
Los
padres de la iglesia no solo propagaron el evangelio sino que lucharon por
proteger su integridad. El maniqueísmo (una filosofía dualística que
identificaba lo físico con el mal) se introdujo en algunas doctrinas. El
docetismo (una enseñanza que negaba que Jesús hubiese tenido un cuerpo físico)
ya constituía un problema mientras el Nuevo Testamento estaba en proceso de
composición.
Muchas
formas de neoplatonismo hacían un esfuerzo consciente por combinar elementos de
la religión cristiana con la filosofía platónica y con el dualismo oriental. La
historia de los credos cristianos es la historia del pueblo de Dios buscando
separarse de las artimañas de las religiones y filosofías foráneas.
Este
problema todavía existe hoy en día en la iglesia. Las filosofías no cristianas
como el marxismo o el existencialismo buscan el poder del cristianismo mientras
dejan de lado lo que es singularmente cristiano. El sincretismo continúa siendo
una herramienta poderosa para separar a Dios de su pueblo.
Cada
generación de cristianos tiene que enfrentarse con la tentación del
sincretismo. Si nuestro deseo es "estar al día" o ser contemporáneo
en nuestras prácticas y creencias,
caeremos en la tentación de ser conformados por los modelos de este mundo.
Aceptaremos
las prácticas y las ideas paganas e intentaremos "bautizarlas". Hasta
cuando combatimos y nos enfrentamos con las religiones y filosofías extrañas
corremos el riesgo de ser influenciados por ellas. Cualquier elemento extraño
que se filtre en la fe y la práctica cristiana constituye un elemento que
debilita la pureza de la fe.
RESUMEN
1.
El sincretismo es la incorporación o la combinación de religiones o filosofías
extrañas.
2.
Uno de los problemas constantes de la religión israelita en el Antiguo
Testamento fue la intromisión de las religiones paganas.
3.
La iglesia del Nuevo Testamento luchó contra la influencia de la religión y la
cultura griega y romana.
4.
El cristianismo moderno está amenazado por los intentos de combinar el
pensamiento cristiano con la religión pagana y la filosofía secular.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
1
Reyes 16:29-34, 1 Corintios 10:14-23, 2 Corintios 6:14-18, Gálatas 3:1-14,
Colosenses 2:8, 1 Juan 5:19-21.